Carlota Valenzuela se dio a conocer por su iniciativa de recorrer “en solitario” (aunque ella dice que nunca se sintió sola), los 6.000 kilómetros que unen Santiago de Compostela con Jerusalén. Su experiencia allí cuajó en el libro “El via crucis de las mujeres” que acaba de presentar en Málaga. Es un rostro muy conocido en el ámbito de la evangelización en redes sociales y a través de la serie «Hagan Lío», que dirige Juan Manuel Cotelo.
Para quienes no tengan ni idea de qué es eso de Instagram, ¿quién es Carlota Valenzuela?
Es una peregrina granadina que, en 2022, peregrinó desde Finisterre, en Galicia, hasta Jerusalén. Sobre todo, lo que soy es peregrina e hija de Dios.
¿Cuáles son las raíces de su fe?
Tuve la gran suerte de nacer en una familia maravillosa en la que además tuve unos abuelos santos, un matrimonio santo, y yo mamé la fe de ellos. Luego tomé decisiones muy poco acertadas en mi vida y me alejé de Jesús, pensando que la libertad estaba lejos de las iglesias, lejos de las normas, lejos de todo aquello que se me imponía. Y estuve alejada y “perdidilla” como nuestro amigo el hijo pródigo. Estudié la carrera en Granada y en aquella época me topé con un novio evangélico. Así fue como el Señor me trajo de vuelta. Ahí redescubrí a Jesús y ahí me trajo de vuelta a la casa del Padre y ahí crecí en la fe, volviendo a mis raíces católicas.
Y un día decidió coger la mochila y ponerse a caminar. ¿Cómo fue esa llamada?
Te diría que no lo decidí yo, sino que se me regaló. Yo estaba trabajando en Madrid llevando una carrera profesional de lo que sería éxito mundano. Me iba muy bien, estaba muy contenta, creía yo. Pero en el fondo de mi corazón había un pequeño vacío en el que sentía que había una felicidad a la que yo no estaba accediendo. Y en ese vacío decidí preguntarle a Dios, ¿y tú qué quieres de mí? ¿Con qué soñaste cuando me creaste? Y ahí puso en mi corazón el deseo de peregrinar a pie a Jerusalén. Yo solo tuve que ponerme la mochila, no hubo ni siquiera una respuesta por mi parte.
Pero eso es una locura. Cualquier persona no coge una mochila y se pone a andar nada menos que 6.000 kilómetros. ¿Algo de planificación tuvo que haber?
Yo creo que el Señor se vale de que soy una inconsciente. Creo que si lo hubiera pensado mucho, no me hubiese atrevido. Si uno se pone a hacer cálculos, esto, como tú dices, es una auténtica locura. Una chica sola, joven, por el mundo, por países que no son especialmente seguros –o eso es lo que nosotros creemos–, sin tener sitio donde quedarse, sin tener que comer, pues creo que el Señor se valió de mi inconsciencia para sembrar esta semilla en mí y pedirme que me lanzara. Como nos dice en el Evangelio de Juan: “venid y veréis”, yo sentí que Jesús me dijo “ven”.
Su cuenta en instagram es @finisterreajerusalen ¿Cuál es la motivación de este nombre, porque no es gallega?
Cuando sentí la llamada sentí que era a Jerusalén, pero no sabía desde dónde empezar. Pensé desde Granada, que es mi ciudad natal, pero llevaba mucho tiempo sin vivir allí. Y dije: “bueno, desde Madrid, que es donde vivo”, pero pensé: “¡qué poco romántico salir por polígonos industriales!”, me parecía horroroso. Entonces me acordé de que Jesús mandó a sus discípulos a llevar la buena noticia hasta los confines del mundo y pensé en aquel apóstol Santiago, que fue el primero en unirse a Jesús en la muerte, y que llegó hasta Galicia. Y dije: “pues empezaré desde Galicia, pero no desde Santiago, sino desde Finisterre, que entonces era el fin del mundo”.
Las peregrinaciones a Santiago y a Tierra Santa, han sido fundamentales para el entendimiento entre Oriente y Occidente ¿Cómo estás viviendo tú esta especie de ruptura del mundo tal y como lo conocíamos hasta hoy que estamos viviendo?
A mí me cuesta leer algunas noticias, me cuesta ver algunas cosas porque siento que no son verdad. Cuando yo peregriné, sentí que con mis hermanos de Oriente me unía mucho más de lo que me separaba. Pero no te digo solamente con los cristianos orientales, sino te digo con el pueblo judío, con mis hermanos musulmanes. A mí, judíos y musulmanes me abrieron las puertas de sus casas, me hospedaron, me dieron de comer. Y yo me sentaba a hablar con ellos a la mesa y todo era unión. Había matices, como matices puedo tener contigo que vivimos la fe dentro de la misma Iglesia. Yo creo que es mucho más lo que nos une que lo que nos separa y a veces esos discursos rupturistas me genera la duda de quién lo hace porque creo que los ciudadanos de a pie, como tú y como yo, estamos mucho más unidos.
Esa experiencia suya de peregrinar “sin alforjas” lanza un mensaje muy potente en este primer mundo, donde tenemos miedo a tantas cosas cuando, sin embargo, lo tenemos todo. ¿Cómo vivió la Providencia?
Cuando le cuento a la gente que he vivido 330 días de la generosidad ajena, la gente no se lo cree, me dice que no puede ser, que la gente no es tan buena. Y yo creo que somos tan autosuficientes que no dejamos que nadie nos ayude. Si yo a ti no te cuento que necesito algo de ti, yo no te estoy abriendo una puerta para que tú me ayudes, y lo que yo he vivido es que todos estamos deseando ayudar al prójimo. Aunque yo hubiese sido rica, riquísima, que no era el caso, yo no hubiese podido pagar una noche de hotel en cada uno de los lugares en los que paré porque no había un hotel, no había un hostal, una pensión, un albergue, no había nada. No había un supermercado para comprar comida. Yo necesitaba del prójimo para sobrevivir. Y eso hizo que el prójimo se abriera a mí. Yo creo que lo que quizá nos falta en este mundo es dejar a un lado la autosuficiencia, el “yo puedo con todo”. Soy una supermujer, soy un superhombre, no necesito nada de nadie, sino que reconocernos pequeños, necesitados, humildes, hambrientos, es lo que hace que el otro nos pueda dar un trozo de pan.
Carlota Valenzuela en su visita a Málaga
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En su viaje, ¿vio al buen samaritano?
Bíblicamente yo era la necesitada. Cuando en el Evangelio de Mateo nos dice que tuvo hambre y le dimos de comer, ahí era yo a la que le daban de comer. Hay una anécdota preciosa en Grecia, que fue el país en el que más me costó encontrar hospitalidad. A los pocos días, estaba un poco desmotivada porque llamaba a las puertas y las puertas no se abrían. Y encontré una familia albanesa de inmigrantes que trabajaba en el campo. Yo recuerdo las manos de ese hombre. Eran manos rudas, de campo, con las uñas sucias. Y me abrió la puerta de su casa. Me prepararon un pollo riquísimo y me dijeron: “aquí tiene una cama para dormir y yo dormí fenomenal. Cuando me desperté por la mañana vi que ellos estaban durmiendo en el suelo. ¡Y me habían dejado su cama para que yo pudiese descansar! Ellos eran inmigrantes, eran de los más pobres que había allí. Las casas grandes esos días no se abrieron y se abrió una casa pequeña.
¿Y la multiplicación de los paneles?
Es muy divertido que –y esto me da vergüenza decirlo– no perdí ni un kilo haciendo 6.000 kilómetros a pie. Yo pensaba llegar a Jerusalén fina, finísima, flaca, tipazo… pero ni un kilo perdí. He comido mejor que en toda mi vida. Las señoras que me han hospedado en cada casa, esas abuelas, esas madres de los pueblos, me han sobreabundado de comida riquísima. O sea que al que piense peregrinar para perder unos kilitos de cara al verano le digo, “cuidadito porque la providencia sobreabunda”.
¿Y la transfiguración?
La he visto en mí. Me he visto a mí misma transfigurada. Me he visto que, estando a la luz de Dios, Él transfigura mi corazón, mis deseos, mis anhelos, mis pecados y lo resucita todo cada día.
¿Y la curación de un ciego?
He visto milagros físicos en la peregrinación y ha habido un tipo de milagro que se ha hecho muy patente a lo largo de todo el camino y que yo no me esperaba. Y eran mujeres maravillosas que tenían el fuerte anhelo de ser madres y que no habían sido bendecidas con el don de la vida. Y al hospedarme a mí en su casa, se les ha regalado.
De aquella peregrinación surgió un libro en el que nos habla de las mujeres en la pasión del Señor. Cuéntenos cómo fue aquella idea y cómo se plasmó.
Cuando llegué a Jerusalén, crucé la muralla de la Ciudad Santa y entré por la puerta en la que Jesús es condenado a muerte. La primera estación que conmemoramos en el Via Crucis que nos ha dado la tradición de nuestra iglesia: en el Palacio de Pilato Jesús es condenado a muerte. Y cuando yo entré por la muralla de Jerusalén, empecé a meditar el Via Crucis y recuerdo la impotencia que sentí al ver el ruido del mundo, la gente que empujaba por esas calles, la gente que gritaba… Pensé que así no podía meditar tranquila, pero me di cuenta de que nadie hizo silencio entonces para que Jesús sufriera tranquilo. Y ahí entré en la profundidad de la Pasión y de una forma muy natural, mi corazón fue caminando por cada estación del Via Crucis y me ponía en el papel, en primer lugar, de nuestra santa madre y cómo ella vio sufrir a su hijo. También me ponía en el lugar de esas mujeres que el Evangelio nos va colocando en la pasión que acompañan a Jesús en los momentos en los que el resto de sus discípulos, quitando a Juan, desaparecen. Y meditando la pasión a través del corazón femenino… surgió este libro que es el Via Crucis de las mujeres y que recorre esos últimos pasos de Jesús durante la pasión, muerte y resurrección a través de cómo lo vivieron las mujeres que le acompañaron.
¿Cómo nos puede servir este libro para entrar mejor en la cuaresma y en el Triduo Pascual?
Yo creo que este libro nos puede servir mucho para estar en Jerusalén, para estar en esos adoquines blancos de la ciudad santa, para oír lo que se oía, para oler lo que se olía en ese momento en las calles… Creo que nos ayuda mucho a estar ahí y poder acompañar a Jesús. Como consejo le digo a la gente que se lea una estación al día. ¿Gente que sigue este consejo? Nadie, porque es un libro tan facil de leer –yo no soy teóloga– que la gente se lo devora en una noche; pero luego, lo que sí recomiendo es volver a leerlo con calma. Me gusta que sea un libro que uno maltrate, que subraye, que doble las páginas, que haga anotaciones en los márgenes, que sea un libro de oración, porque no es ficción, sino que está basado en hechos reales.
Estamos cerca del 8M, ahora que se habla mucho del papel de la mujer en la Iglesia… ¿cómo nos puede ayudar este libro?
Yo reconozco que he vivido con indignación durante mucho tiempo el papel de la mujer en la Iglesia. Me preguntado mucho ¿dónde estamos? ¿no salimos en las fotos? ¿no predicamos en los altares? Y eso me producía un poco de frustración, hasta que empecé a meditar la Pasión. Y lo primero que me sucedió fue que vi que en el momento en el que los discípulos escapan son las mujeres las que permanecen fieles y valientes. Lo de fieles siempre lo había tenido en cuenta, pero lo de valientes hasta que no he meditado bien la pasión no me había fijado. ¡Qué valientes fueron esas mujeres al permanecer al lado de Jesús! En el libro añado al Via Crucis una estación número 15, que es la resurrección, la vigilia pascual. Y esa fue la estación que me dio la clave sobre el papel de la mujer en la iglesia. Cuando Jesús resucita, a la primera persona a la que se aparece es a María Magdalena. María, que al principio no lo reconoce, Jesús le habla por su nombre y le dice: “María”. Y María le responde “Rabuní”, que significa maestro. Y Jesús le dice, “ve a contarlo a los demás”. Ahí descubrí que yo soy María Magdalena, que yo he visto a Jesús salir del sepulcro resucitado y que lo que me pregunta es ¿a qué esperas para contárselo al mundo? Yo no necesito que nadie me pase un micrófono ni que nadie me dé un papel dentro de la Iglesia. Yo ya tengo un papel que es anunciar la buena noticia.
Carlota Valenzuela en su visita a Málaga
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La ACdP le acaba de dar el premio Cardenal Herrera por su labor en redes sociales donde está llegando a una grandísima cantidad de gente. Pero esa exposición supone también tener que afrontar críticas, ser “flagelada” públicamente ¿Cómo le ayuda meditar en la Pasión para vivir esto?
La verdad es que lo llevo fatal. Llevo muy mal cuando la gente es desagradable en redes sociales. Esto del anonimato, de que haya una pantalla de por medio, le da el poder a muchos de decir absolutas barbaridades. Sé que tendría que resbalarme, que me tendría que dar todo igual, pero la realidad es que no me da. Y yo sufro mucho esto. Pero mientras lo sufro, entiendo que forma parte de nuestro ADN como cristianos porque, como tú ha dicho, seguimos a un flagelado, a un insultado, a un escupido y nosotros no estamos exentos de eso. O sea que me uno con Jesús en la cruz en este sufrimiento que me encantaría llevar fenomenal y la realidad es que no lo llevo fenomenal.
¿A qué críticas les teme más a las de dentro o a las de fuera de la Iglesia?
Siempre a las de dentro. Y lo que me doy cuenta es que nunca puedes satisfacer a todo el mundo. Si a unos les pareces muy conservadora, a otros muy liberal. Y quizá lo que me da miedo de verdad es buscar el aplauso del mundo y no el aplauso de Dios.
He visto que incluso se da de baja en las redes de vez en cuando…
Creo que es importante que no nos dominen, porque las redes sociales están creadas para generar adicción y es algo ante lo que no podemos cerrar los ojos. Soy consciente de que esa aplicación tiene un algoritmo que está hecho para que yo no salga de la pantalla. Y yo sé que aunque consuma contenido que es muy bueno, que puede edificarme, la vida no está ahí. Y que Jesús me quiere en la calle, me quiere relacionándome con Él en la realidad. Darme cuenta que esa aplicación está diseñada para generar adicción hace que yo tenga que poner mis cortafuegos. Y como no estoy exenta de eso, pues lo que hago es que me borro la aplicación una media de cinco días por semana para poder vivir mi vida con plenitud y volver ahí de vez en cuando a contar cosas, pero que mi vida no sea eso.
En la serie de Juan Manuel Cotelo la hemos visto últimamente en capítulos con el Proyecto Amor Conyugal, con el padre patera, con los presos… ¿que es lo próximo que nos tienen preparado?
Con Cotelo nos hemos metido en una aventura muy loca, que es ir a documentar la belleza de la Iglesia. Estamos un poco hartos de que todo lo que se diga de la Iglesia sea malo, cuando no es verdad. Claro que hay que sacar las vergüenzas en público porque eso es muy sano, pero la realidad es que la Iglesia tiene una belleza incomparable. Y lo que hemos hecho ha sido ir a poner los micrófonos y las cámaras a eso que ya está sucediendo. El primer capítulo de la serie “Hagan Lío” lo grabamos aquí en Málaga. De hecho, estuvimos con el obispo D. Jesús. A lo largo de la primera temporada, nos movimos mucho por el mundo documentando diferentes realidades y ahora en esta segunda temporada hemos grabado realidades que están muy cerca de nosotros. Aquí, a muy poquito, tenemos Algeciras, donde llegan inmigrantes que han sufrido lo indecible a nuestras costas. ¿Qué mueve a alguien a hacer lío acogiendo a inmigrantes? ¿Qué mueve a un inmigrante a salir de su casa? Y te hago un poco de spoiler de lo que se viene. Se viene un lío precioso que se llama Emaús. 48 horas en las que a la gente le cambia la vida. Nos decía un chico muy divertido que ni el mejor coach del mundo, el más caro del planeta, aunque te gastes un millón de euros, te cambia la vida en 48 horas. Y lo que vemos es que hay un retiro que se llama Emaús que cambia la vida de la gente en ese tiempo. Así que hemos ido a preguntar qué está pasando y qué está pasando en ese lío. Y luego, vendrá otro capítulo que habla sobre la oración.