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La Málaga medieval

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En la recóndita capilla del jardín, de la que ya hemos tratado en anteriores ocasiones, se puede observar a ambos lados de la hornacina que da cobijo al arcaico Crucificado que allí se venera, un par de interesantes cartelas.

Talladas en madera con unos preciosos enmarques irregulares de rocalla y volutas caladas, la colgada a la izquierda, según se la contempla, muestra una panorámica paisajística pintada sobre la misma madera. Aunque, idealizada, especialmente en cuanto a la altura y proporciones que alcanzan las edificaciones, es fácilmente reconocible la impronta icónica, familiar y clásica de la ciudad de Málaga, recortada junto a la costa y enseñoreada por el monte dominado por el castillo de Gibralfaro y la Alcazaba.

A sus pies, las murallas que circundaban a la ciudad y cuya construcción, según nos ilustran los arqueólogos, se remonta al siglo XI hasta que, progresivamente, comenzaron a derribarse en el XVIII, motivada por la expansión urbana. De esa época data precisamente esta pieza artística, con una vista pretérita de Málaga en la que, para que no haya duda de su españolidad, campea en lo alto de la fortificación una enorme bandera con la cruz de Borgoña.

Esta cruz aspada, en relación con la advocación de san Andrés apóstol, fue un emblema del reino desde el siglo XVI, cuando fue adoptada por el emperador Carlos I,  hasta la primera mitad del XIX, siendo la propia de los tercios y regimientos. Añadir que, hasta fines de los noventa, estas cartelas estuvieron expuestas en el testero principal de la zona del trascoro de donde fueron trasladadas a su actual ubicación.

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Los viernes de Cuaresma, Via Crucis por la Iglesia perseguida y necesitada

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NoticiaCuaresma

Publicado: 05/03/2025: 109

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Oración

La Fundación Pontificia Ayuda a la Iglesia Necesitada organiza el rezo del Via Crucis, en diversas parroquias de la diócesis, para los viernes de Cuaresma.

El calendario previsto es el siguiente:

  • Viernes 7 de marzo, a las 18.15 horas, en la parroquia de Santa María Goretti, en Málaga.
  • Viernes 14 de marzo, a las 18.00 horas, en la parroquia de San Patricio, en Málaga.
  • Viernes 21 de marzo, a las 18.00 horas, en la parroquia del Santo Cristo del Calvario, en Marbella.
  • Viernes 28 de marzo, a las 18.45 horas, en la parroquia de la Natividad del Señor, en Málaga.
  • Viernes 11 de abril, a las 19.30 horas, en la parroquia de San Miguel, en Málaga.
 

Colabora con la información diocesana

Encarni Llamas Fortes

Encarni Llamas Fortes es madre de tres hijos. Periodista que desarrolla su labor profesional en la Delegación de Medios de Comunicación de la Diócesis de Málaga. Bachiller en Ciencias Religiosas por el ISCR San Pablo.

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Más noticias de: Cuaresma

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Segunda sesión de la formación misionera

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El encuentro tratará la «crisis del compromiso comunitario»

En un mundo marcado por el individualismo, el Señor nos llama a redescubrir la riqueza de la comunidad cristiana y la misión.

Te invitamos a participar en la segunda sesión de Formación Misionera, donde reflexionaremos sobre los desafíos del compromiso comunitario en nuestra vida de fe.

  • Jueves 6 de marzo 19:00 h
  • Parroquia de San Ignacio de Loyola (C/ Libertador Sucre)
  • Ponente:  D. Francisco López López – Vicario Parroquial de San Francisco y San Eulogio

Un espacio para profundizar en nuestra vocación misionera y crecer en comunión. ¡No faltes!

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Comienza la Cuaresma en San Francisco

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Comienza la Cuaresma en San Francisco

La Cuaresma es un tiempo de gracia en el que el Señor nos llama a la conversión, a volver a Él con un corazón sincero: «Convertíos a mí de todo corazón, con ayuno, con llantos, con lamentos» (Jl 2,12).
Desde la Parroquia de San Francisco y San Eulogio de Córdoba, os invitamos a comenzar juntos este camino participando en la Eucaristía con la imposición de la ceniza:

  • 10:00 h – Celebración con el Colegio de la Piedad
  • 20:00 h – Celebración parroquial

Iniciemos este tiempo con un corazón dispuesto, abiertos a la acción de Dios. ¡Os esperamos!

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TEATRO «SAN PELAGIO, PROTECTOR DE LOS JÓVENES»

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Un testimonio de fe en camino hacia el Jubileo 2025

En un mundo donde tantas voces invitan a ceder, la historia de San Pelagio resuena con fuerza: un joven que prefirió dar la vida antes que renunciar a Cristo. Inspirados por su testimonio, los jóvenes de la Parroquia de San Francisco y San Eulogio presentan esta obra de teatro, nacida del deseo de evangelizar y sostener su camino hacia el Jubileo 2025.

  • CUÁNDO: Domingo 16 de marzo
  • HORARIOS: 17:30 h y 19:30 h
  • DÓNDE: Colegio Reales Escuelas La Inmaculada (Plaza de la Compañía, Córdoba)

Entrada libre – Se podrá realizar un donativo voluntario para apoyar a los jóvenes en su camino hacia este encuentro de fe.

Reserva tu plaza aquí. Solo necesitas indicar la hora y el número de asistentes.

Una oportunidad para redescubrir la radicalidad del Evangelio, el valor del testimonio y la alegría de la fe.

¡Anímate a participar y deja que esta historia te interrogue! Tu apoyo hará posible que nuestros jóvenes vivan el Jubileo con el Santo Padre en Roma.
¡Te esperamos!

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Ayuno cuaresmal

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Artículo de Mons. José María Gil Tamayo sobre una de las prácticas del tiempo litúrgico de Cuaresma, que nos ayudan a prepararnos para vivir la Semana Santa.

“El tiempo cuaresmal prepara a los fieles, entregados más intensamente a oír la palabra de Dios y a la oración, para que celebren el misterio pascual, sobre todo mediante el recuerdo o la preparación del bautismo y mediante la penitencia”.

Tal es, según el Concilio Vaticano II, la doble finalidad de este tiempo sagrado que los católicos iniciamos el próximo miércoles, llamado “de ceniza”, por exteriorizarse en él la condición frágil y pecadora del hombre mediante el sencillo y elocuente signo de la imposición de la ceniza en la cabeza de los fieles.

Pero hay otras prácticas religiosas como son las del ayuno y la abstinencia que están unidas a este tiempo litúrgico y que, a la vez que han sido consideradas expresión de penitencia y conversión, han calado profundamente no sólo en manifestaciones de religiosidad popular, sino también en la cultura y hasta en la gastronomía de nuestros pueblos y naciones cristianas.

La Cuaresma no surgió desde el principio tal y como la conocemos hoy, sino que ha tenido una gestación de siglos y siempre referida a la celebración pascual. Esta última se fijó a mediados del siglo II y se la relacionó con la Pascua judía fijándola, tras una dura controversia, el domingo siguiente a ésta por decisión del Papa Víctor (189-198). Establecida la fecha pascual, empiezan a surgir en las Iglesias de Oriente y Occidente la realización de un “gran ayuno” para poder prepararla de manera adecuada.

PREPARAR LA PASCUA

El ayuno siempre ha tenido en la historia de las religiones un profundo sentido ascético, y así lo tenía también en el judaísmo y en la Iglesia primitiva, dimensiones mucho más profundas y complejas de las que hoy pudieran verse en esta práctica. El ayuno comportaba algo más que la mera privación de alimentos ya que siempre estaba relacionado con la oración y la limosna, lo que preservaban su rectitud de cara a Dios y al prójimo, y se evitaba así que se convirtiera en un puro formalismo externo, como el que tanto fustigaba Jesús en los fariseos de su tiempo. Normalmente las principales celebraciones litúrgicas iban acompañadas de un ayuno comunitario que disponía el espíritu y el cuerpo para tales acontecimientos. De hecho la Cuaresma comenzó con un ayuno comunitario de dos días: el Viernes y el Sábado Santo que, con el domingo de resurrección, formaron el Triduo Pascual. Este ayuno tenía un sentido eminentemente pascual pues pretendía expresar la participación en la muerte y resurrección de Cristo, a la vez que, como señala el propio Jesús en el Evangelio, esperar la vuelta del Esposo arrebatado momentáneamente por la muerte.

En el siglo III la práctica del ayuno previo a la Pascua se prolonga a las tres semanas anteriores, coincidiendo con el tiempo de preparación de los catecúmenos para el bautismo de la noche pascual.

En el siglo siguiente este ayuno se prolonga aún más, tomando para ello como modelo el de Jesucristo en el desierto donde ayunó cuarenta días y cuarenta noches (cfr. Mt 4,1-2). El número de cuarenta días de ayuno, de donde provienen el nombre de Cuaresma (del latín &laqno; quadragesima”), ya lo había consagrado Moisés, quien “subiendo al monte (Sinaí) se quedó allí cuarenta días y cuarenta noches sin comer ni beber” (Ex 24,18); posteriormente otro de los personajes emblemáticos del judaísmo, el profeta Elías, sigue el ejemplo de Moisés, pues con la fuerza del alimento de una sola comida “anduvo cuarenta días y cuarenta noches hasta el monte de Dios” (1Re 19,8).

Una vez establecidos los cuarentas días de duración de la Cuaresma, las discrepancias vinieron a la hora de contar los días ya que si bien ordenados desde el jueves anterior al Tríduo pascual (el Jueves Santo) el tiempo cuaresmal debería empezar el actual primer domingo de Cuaresma, pero surgió una dificultad: los domingos al recordar la Resurrección son días de alegría, y no podían ser considerados en consecuencia días de ayuno. Para salvar este obstáculo y mantener los cuarenta días exactos de ayuno, se recurrió a comenzar la Cuaresma el miércoles anterior al primer domingo, el que se llamaría “miércoles de ceniza” o “principio de ayuno”. Posteriormente, al excluir como días de ayuno también los sábados, se fueron ampliando las semanas penitenciales y aparecieron las llamadas en la liturgia romana “quincuagésima”, “sexagésima” y “septuagésima”. Todas estas adiciones quedaron suprimidas con la reforma litúrgica del Vaticano II.

Si a lo largo de los siglos ha sido variable el cómputo de los días cuaresmales, no menos han sido diversas también las formas de practicar ayuno cuaresmal. Con más o menos severidad siempre ha consistido en comer una sola vez al día; en los primeros siglos se solía hacer esta comida por la tarde, posteriormente, a partir de la Edad Media, se hacía a mediodía. Al principio el ayuno cuaresmal llevaba consigo también la abstinencia de ciertos alimentos, sobre todo de la carne y de lo que proviniera del mundo animal, de los huevos y productos lácteos; e incluso el vino era considerado materia de abstinencia. La no referencia al pescado en la práctica primitiva hizo pensar que no entraba entre los alimentos prohibidos durante la Cuaresma, costumbre que hoy pervive.

El ayuno era sólo uno de los elementos de vivencia religiosa en que se apoyaba el tiempo cuaresmal, también estaban como ya se ha apuntado antes los otros dos fundamentales: la oración y el ejercicio de obras de caridad, sobre todo la limosna.

En la práctica del ayuno cuaresmal se tenía en cuenta la edad, la salud de las personas, y era más intenso y severo para los catecúmenos que se preparaban para el bautismo y para los penitentes públicos.

Con el correr de los siglos, las Iglesias de Oriente han conservado mejor el sentido del ayuno cuaresmal primitivo, en cambio, en Occidente, con el paso del tiempo se ha ido perdiendo de vista su profundo sentido original: se han ido sucediendo privilegios, dispensas, mitigaciones y distinciones entre el ayuno y la abstinencia.

RECOBRAR EL PRIMITIVO SENTIDO

El Vaticano II ha pretendido hacer volver estas prácticas a su primitivo sentido pascual, señalando que ” la penitencia del tiempo cuaresmal no debe ser sólo interna e individual, sino también externa y social” y que se haga “de acuerdo con las posibilidades de nuestro tiempo y de los diversos países y condiciones de los fieles”.

Siguiendo estas indicaciones conciliares, en 1966 el Papa Pablo VI estableció en la Constitución “Penitemini” la practica actual del ayuno y la abstinencia cuaresmal que después quedaría plasmada en el vigente Código de Derecho Canónico, donde se señala que “todos lo fieles, cada uno a su modo, están obligados por ley divina a hacer penitencia; sin embargo, para que todos se unan en alguna práctica común, se han fijado unos días penitenciales, en los que se dediquen de manera especial a la oración, realicen obras de piedad y de caridad y se nieguen a sí mismos, cumpliendo con mayor fidelidad sus propias obligaciones y, sobre todo, observando el ayuno y la abstinencia” (c.1249). Los días y tiempos penitenciales señalados son “todos los viernes del año y el tiempo de Cuaresma”.

Aparte, de la abstinencia de carne los viernes de Cuaresma, con respecto a la práctica del ayuno y la abstinencia en un mismo día se especifica en el Código que ambos “se guardarán el miércoles de Ceniza y el Viernes Santo” .A la hora de señalar la obligatoriedad de estas prácticas se dice en el mencionado Código que “la ley de la abstinencia obliga a los que han cumplido catorce años; la del ayuno, a todos los mayores de edad (18 años), hasta que hayan cumplido cincuenta y nueve años” (c.1252).

Por último, la Iglesia deja en manos de las Conferencias Episcopales el que éstas determinen “con más detalle el modo de observar el ayuno y la abstinencia, así como sustituirlos en todo o en parte por otras formas de penitencia, sobre todo por obras de caridad y prácticas de piedad” (c.1253). En definitiva, una práctica antigua, esta del ayuno cuaresmal, para ser vivida hoy con el sentido de los orígenes, o sea: “en espíritu y en verdad”.

José María Gil Tamayo
Arzobispo de Granada

Las añadiduras. Mensaje de Cuaresma

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MENSAJE DE CUARESMA DEL OBISPO DE ALMERÍA
LAS AÑADIDURAS

Y de repente la Cuaresma. No voy a hablar de la abstinencia de comer carne
que hacemos los católicos los viernes y que muchas personas se pasan por
alto, aunque esta pauta no deja de ser un símbolo de unidad, un esfuerzo
común que nos recuerda que estamos en la misma barca, que se nos convoca
a una acción comunitaria, una voluntad casi anónima, pero de todos, de familia.
Es cuestión de trascender.
El problema fundamental es que no hay sentido de pertenencia, que está
siempre hecho de pequeñas cosas y de finos detalles, como el cariño y la
ternura, y nos vamos deslizando, cada vez más, hacia una fe individualista y
hecha a mi medida. Yo soy católico, sí claro, porque estoy bautizado, pero me
cuesta remar con los otros, los que pertenecemos a la misma comunidad de
creyentes. Es decir, tengo una fe sociológica, por eso al final me caso por la
Iglesia, bautizo a mis hijos, les llevo a “hacer” la primera comunión y,
finalmente, me llevan (pies por delante) a celebrar mis exequias. Pero mi grado
de implicación, de conciencia de pertenencia, es casi nulo.
Pero, en concreto, ¿qué es lo que me separa de los demás? Puede haber
diferentes razones, pero la primera y fundamental es que no me esfuerzo en la
búsqueda de la comunión. Jesús, el Señor en quien creemos, nos dijo: “Buscad
primero el reino de Dios y su justicia y lo demás se os dará por añadidura” (Mt
6, 33). Este versículo es el eje sobre el que pivota el llamado discurso
evangélico que recorre los capítulos 5, 6 y 7 de san Mateo, que comienza con
las bienaventuranzas y termina con la casa sobre roca. Pues bien, da la
sensación de que nos peleamos, reñimos, nos enfrentamos y llegamos a
hablar mal unos de otros por las añadiduras. Y esto es falta de humildad y de
trascendencia.
La tradición y las costumbres, que tienen su peso, se obvian o se desprecian,
sin pararnos a buscar su fundamento, es decir, su razón de ser. Sí que es
verdad que, en este esfuerzo de discernimiento, o intento de profundización, es
cuando podemos descubrir que hay muchas cosas que hay que cambiar, pero
por otras que den respuestas, no por nada. En el discurso arriba mencionado,
hay una serie de pautas que trascienden todas nuestras añadiduras por las que
luchamos e incluso nos separamos: relaciones fraternas, amor a todos, las
palabras veraces, lucha contra el mal, las buenas obras, sinceridad de vida,
huir de las falsas preocupaciones, buscar lo esencial, no juzgar, tener
confianza… Es el momento de poner nuestras manos en el remo, para avanzar
juntos y caminar unidos, porque esta es la única conversión del corazón.
¡Ánimo y adelante!

+ Antonio Gómez Cantero
Publicado en Vida Nueva el 01/03/2025

Carta Pastoral para la Cuaresma 2025: «Renaciendo en la esperanza»

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«Los que esperan en el Señor renuevan sus fuerzas,
echan alas como las águilas, corren y no se fatigan, caminan y no se cansan». (Is 40,31)

Queridos fieles diocesanos:

En este Año Jubilar, en el que conmemoramos la Encarnación del Unigénito de Dios, la esperanza debe marcar nuestro camino cuaresmal con la certeza que es Jesucristo, con su pasión, muerte y resurrección, quien nos hace renacer en la esperanza. Como nos recuerda el papa Francisco«La esperanza efectivamente nace del amor y se funda en el amor que brota del Corazón de Jesús traspasado en la cruz» (Spes non confundit n.3).

El próximo 5 de marzo, Miércoles de Ceniza, iniciamos este tiempo santo de Cuaresma. Este itinerario de cuarenta días nos ofrece la oportunidad de peregrinar, como lo hicieron a través del desierto, el pueblo de Israel en su éxodo hacia la tierra prometida. Ellos caminaron por el desierto del Sinaí y nosotros por uno personal, en el que se nos ofrece la oportunidad de comenzar de nuevo, despojarnos de aquello que nos aleja de Dios y abrazarnos a lo esencial.

Se trata de oportunidad vital para el cambio, para romper con la persona vieja, cansada, abrumada por su presente, sin perspectiva y comenzar una vida en la que nuestros corazones rejuvenecerán con la gracia que viene de Dios. Morir a nuestro hombre viejo y resucitar con Cristo renaciendo en la esperanza, es la invitación que nos hace Dios por medio del profeta Joel: «Convertíos a mí de todo corazón, con ayunos, llantos y lamentos. Rasgad vuestros corazones, no vuestros vestidos, y convertíos al Señor vuestro Dios, un Dios compasivo y misericordioso» (Jl 2, 12-13).

Tres son los principales medios que la Iglesia pone a nuestra disposición para este itinerario hacia la Pascua: la escucha asidua de la Palabra de Dios, que nos habla en los desiertos y crea un oasis en nuestra vida; la práctica más intensa del ayuno penitencial y la limosna, como ayuda generosa al prójimo necesitado; y la oración sobre todo, eucarística, como fuente y fin de nuestra vida cristiana. En definitiva, se nos invita a «poner de relieve el doble carácter del tiempo cuaresmal, que prepara a los fieles a oír la Palabra de Dios más intensamente y a rezar, especialmente mediante el recuerdo o la preparación del bautismo y la penitencia, para celebrar el misterio pascual» (SC 109). Cuaresma es sinónimo de hacer silencio interior para escuchar la voz de Dios que se abre paso entre nuestros afanes diarios, para recordarnos que, pese a nuestras fragilidades y limitaciones, la esperanza en el Señor renueva nuestra peregrinación por este mundo.

El primer paso hacia la conversión, que nos pide el Señor durante la Cuaresma, está en la purificación de nuestra fe, tantas veces débil y deteriorada, con las impurezas que se adhieren a nuestro espíritu y que enturbian los ojos del alma. El Señor, mediante el sacramento del Bautismo, nos capacitó para contemplar el misterio de su grandeza y de su amor. Por eso nos dice san Pablo: «Si profesas con tus labios que Jesús es Señor, y crees con tu corazón que Dios lo resucitó de entre los muertos, serás salvo. Pues con el corazón se cree para alcanzar la justicia, y con los labios se profesa para alcanzar la salvación» (Rm 10, 9-10). La conversión cuaresmal ha de llevarnos a purificar nuestra fe y a profesarla con gozo y con verdadero celo apostólico. Sólo así, fuertemente adheridos al Señor, podremos vencer las tentaciones con las que el maligno pretende separarnos de la verdad, la justicia y la esperanza que sólo proviene de él.

En este sentido, el papa Francisco nos decía: «La cuaresma nos sumerge en un baño de purificación y de despojamiento; quiere ayudarnos a quitar todo “maquillaje”, todo aquello de lo que nos revestimos para parecer adecuados, mejores de lo que realmente somos. Volver al corazón significa volver a nuestro verdadero yo y presentarlo tal como es, desnudo y despojado, frente a Dios» (Miércoles de ceniza, 2024)Volver a Dios, comprendernos de forma renovada a nosotros mismos y entender el sentido de nuestra vida: eso es convertirse. Acoger la iniciativa de Dios Padre que nos quiere y espera que salgamos de las estructuras de pecado en las que podemos estar inmersos.

La ideología y cultura laicista ha creado una sociedad con nula presencia de Dios; es más, pretende que vivamos como si Dios no existiera. En ese clima, corremos el riesgo de que nuestra fe quede reducida a una serie de prácticas religiosas que se viven en la Iglesia o en el ámbito privado, pero que no incidan en la orientación de las grandes cuestiones de la vida pública, como son el matrimonio, la familia, la educación en valores sólidos, la defensa de la vida en todo tiempo, la cultura o la política como servicio al bien común. Por eso, si queremos que nuestra fe no sea superficial y nuestra luz se apague, hay que reaccionar. Hemos de hacerlo con esperanza ante el conformismo y las medias tintas, y desde nuestro ser cristiano que nos hace mirar a nuestro alrededor con los mismos ojos amorosos con los que miró Jesucristo.

En este itinerario cuaresmal os invito a participar en las 24 horas para el Señor, que este año tendrán lugar del viernes 28 al sábado 29 de marzo, recordando las palabras del Salmo: «Tú eres mi esperanza» (Sal 71,5). Una oportunidad para acercarnos al sacramento de la reconciliación como poderosa herramienta para vivir la Cuaresma con verdadero sentido y con la gracia de borrar nuestros pecados y la oportunidad de nuevos y esperanzadores comienzos. Con este motivo, presidiré una Celebración Penitencial en la S.I. Catedral, el 28 de marzo a las 21 horas. Invito a todos los laicos, grupos parroquiales, cofrades, religiosos y sacerdotes de la ciudad a uniros a esta iniciativa. De igual modo, os pido que en las parroquias y comunidades religiosas de la Diócesis que se organicen momentos de adoración al Santísimo Sacramento y celebraciones penitenciales en el contexto de esta jornada.

En el curso en el que nos hemos propuesto ser, como Iglesia que peregrina en el Santo Reino, «Todos discípulos», os invito a vivir este tiempo de Cuaresma con ese sello indeleble que nos hace seguidores de Jesús. Que ese sello marcado por el agua del bautismo y el fuego del Espíritu Santo, encienda en otros, a través de nuestro testimonio vital, la necesidad de conocer, amar y seguir a Jesucristo, al que ahora acompañaremos, como los apóstoles, hasta Jerusalén para vivir con él su pasión y su cruz y alegrarnos, después, con el triunfo de su resurrección.

Con mi afecto y mi bendición,

+ Sebastián Chico Martínez
Obispo de Jaén

Vivir la verdad con coherencia, con sencillez, sin imposiciones y con caridad

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Homilía del arzobispo de Granada, Mons. José María Gil Tamayo, en la Eucaristía celebrada en la S.A.I Catedral en el VIII Domingo del Tiempo Ordinario, el 2 de marzo de 2025.

Queridos sacerdotes concelebrantes y diácono;

queridos hermanos y hermanas, que concurrís a esta celebración de la eucaristía dominical en nuestra Catedral, en este VIII Domingo del Tiempo Ordinario, ya enfilado el año cristiano, ya a un paso de la apertura del tiempo sagrado de la Cuaresma con la celebración el próximo miércoles, del Miércoles de Ceniza, un tiempo especial en que hemos de prepararnos como una especie de revisión de nuestra vida cristiana:

¿Pero, qué nos trae hoy la Palabra de Dios? ¿Qué mensaje viene a traernos para nuestra vida? La Palabra de Dios no puede caer en un terreno baldío, no puede caer, como nos dice la parábola del sembrador, en el camino, que nos resbale las cosas de Dios. No puede quedar sin fructificar. La Palabra de Dios no puede caer entre los espinos de querer hacer compatible la Palabra de Dios con nuestra comodidad, con nuestro egoísmo. La Palabra de Dios no puede caer en nosotros con la superficialidad de quien no tiene profundidad. Y hay mucha superficialidad hoy. Vivimos muy el “presentismo”. Somos gente, como diría Unamuno, sin ese adentramiento, sin esa vida interior, sólo volcados en las cosas, en los acontecimientos. Nos movemos según nos salga el día, según vengan las cosas y nos paramos poco a reflexionar, es decir, a volvernos sobre nosotros mismos. No tenemos tiempo para el silencio. Hoy, nada más que estamos a ver si hay cobertura o no hay cobertura y con el móvil en la mano. No tenemos un tiempo para nosotros y para los demás.

¿Qué son las propias casas? Muchas veces en vez de hogar se convierte en una pensión y tenemos que recuperar ese sentido de familia, ese sentido de escucha de los demás, de Dios mismo. Tenemos que tener tiempo para nosotros mismos, para nuestro interior, para pensar las cosas, para reflexionarlas, para discernir si las cosas las hacemos bien o las hacemos mal; si nos conviene, si no nos conviene. No estemos con esa espontaneidad de una vida de impulsos o de acciones que salen sin más de pronto, porque pueden tener consecuencias en nuestra vida. No podremos estar en acción-reacción. El ser humano es un ser que piensa. Es un ser que su vida tiene que tener una coherencia, porque nos movemos por el sentido del vivir y precisamente oír la palabra de Dios con un sabor sapiencial.

Primero, en la primera Lectura del libro de los Proverbios nos habla de que a la gente se la conoce por su habla. La carta de Santiago en el Nuevo Testamento dice que lo mismo que se gobierna a los caballos por la boca, también las personas nos tendríamos que gobernar por la boca. ¿Cuántas veces se nos va la fuerza por la boca?, decimos. ¿Cuántas veces decimos las cosas sin pensarlas? ¿Cuántas veces ponemos de vuelta y media a los demás? Y el Señor nos invita a que reflexionemos y cuidemos nuestra lengua. Muchas veces, cuánta mentira, cuánta difamación, cuánta calumnia. Hoy que se habla de las fake news, de las falsas noticias. Nos hemos acostumbrado a la mentira: la mentira en la vida política, se promete una cosa, se hace otra y da igual; la mentira muchas veces en la vida familiar, muchas veces la doble vida, una vida real y otra vida…

Queridos hermanos, hoy la palabra de Dios nos viene a poner enfrente de la verdad. La verdad forma parte, se define a Sí mismo Jesucristo: “Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida”.

Y el hombre está hecho para la verdad, porque busca la razón y el sentido de su existencia. Y no podemos engañar a Dios, que lo ve todo. No podemos engañar a los demás, porque al fin y al cabo todo se sabe. Nos lo dice el Señor en el Evangelio. Y no podemos engañarnos a nosotros mismos, porque es de tontos engañarnos a nosotros mismos. Por tanto, “la humildad -decía Santa Teresa de Jesús- es la verdad”.

Recuperemos el sentido de la verdad. Moderemos nuestra lengua. Dice el refrán que “somos señores de nuestros silencios. En cambio, somos esclavos de nuestras palabras” muchas veces. Cuando las decimos, ya no somos dueños de ellas, ya empiezan a correr. Y, sobre todo, no hablemos mal de los demás. No somos quiénes para juzgar las intenciones de los demás. Sólo Dios conoce el corazón y las intenciones. Por tanto, si no podemos hablar bien de una persona, mejor es callarse. Eso sí, decir con sinceridad en nuestra propia vida; y la sinceridad no es la frescura. La sinceridad es decir lo que se debe decir a quien se le debe decir y en el momento oportuno. Y entonces, sabremos utilizar nuestra lengua, la palabra que ese don maravilloso que tiene el ser humano; la palabra para comunicarnos, para relacionarnos, no para ofendernos, no para que la mentira reine a nuestro alrededor, sino seamos testigos de la verdad de Jesús.

“La verdad os hará libres”. Una persona que vive en la verdad es libre. Una persona que vive instalada en la mentira no es libre, vive esclavizado a los gustos, a las opiniones de los demás, al qué dirán. Y hoy la Palabra de Dios nos invita a ello. Y nos invita de manera más fuerte en el Evangelio que acabamos de escuchar, cuando nos dice que tenemos que ser coherentes en nuestra vida. Por sus frutos los conoceréis. No podemos ser cristianos sólo de cabeza. No podemos ser de esa clase de cristianos creyentes, pero no practicantes. No podemos decir que tenemos fe y luego nuestra vida vaya por otro derrotero. Este es quizá el pecado más grande de los cristianos de nuestro tiempo: que no terminamos de creernos de verdad del Evangelio; que somos cristianos muchas veces sólo de nombre, pero luego nuestra vida desmiente lo que decimos proclamar.

Queridos amigos, vivamos la coherencia. Vivir de acuerdo con lo que uno es, con lo que uno cree, con lo que uno piensa, sin chaqueteos. No podemos ser unas personas que varíen según la moda, según el qué dirán, según la opinión de las mayorías sin más, para no quedar mal. Estamos llamados a vivir la verdad en nuestra vida. Que pueda decirse de nosotros esta persona es una persona de una pieza. Esta persona es de ley, no me engaña. Esa coherencia es la que el Señor nos pide hoy. Del árbol bueno sale el fruto bueno, de un corazón bueno y noble salen las obras buenas. Podéis decir, pero eso es para los perfectísimos. No, nosotros también. Podemos cometer errores, podemos prometer una cosa y luego nos venimos abajo, pero tenemos siempre la capacidad de rectificar, de pedir perdón, de no fijarnos sólo en los demás y decir que lleva una mota de polvo en el ojo del hermano y no advertimos, como nos dice el Señor, la biga en el nuestro.

El Señor nos invita a examinarnos, el examen de conciencia. El examen de conciencia es pararse, al menos un rato, por la noche o cuando se tiene tiempo, en casa, y a solas preguntarse qué he hecho mal, para pedirle al Señor perdón; qué he hecho bien, para darle gracias; qué puedo hacer mejor mañana, en qué tengo que mejorar, para vivir constantemente en esa lucha por ser mejor y no vivir asilvestrado en su vida cristiana. Porque todos tenemos defectos, unos defectos que son una temporada, otros defectos que nacen de nuestro carácter, de nuestro temperamento.

Queridos amigos, nadie es perfecto y tenemos que tener la humildad para reconocerlo. Y también vivir una realidad que el Señor nos pide en el Evangelio, que es la de corregir al que hierra. Es una obra de misericordia y es corregir. Los padres parece que han tomado miedo. Saber decir por el bien de la persona. Y cuando uno corrige, cuando uno pide por esa persona que tiene un defecto, que nadie le dice nada, estás ayudando, estás viviendo la caridad, porque cuando no se corrija, se murmura; cuando no se corrija, se sale por otro lado. Hoy, el Señor, como veis, desciende a detalles y nos habla de que tenemos que ser personas auténticas.

Que la Virgen Santísima, Madre de la Sabiduría, Ella nos ha dado a Jesucristo que es la verdad; en Ella no hay doblez de corazón, que Ella nos ayude desde su sencillez y su humildad, que Dios vio y por eso hizo obras grandes en Ella, nos ayude a vivir la verdad con coherencia, con sencillez, sin imposiciones a los demás y siempre con caridad.

Así sea.

+ José María Gil Tamayo
Arzobispo de Granada

2 de marzo de 2025
S.A.I Catedral de Granada

Viacrucis cuaresmales en los monasterios de clausura

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Viacrucis cuaresmales en los monasterios de clausura

La Hermandad de Nuestra Señora de la Antigua organiza un año más los viacrucis en los monasterios de clausura de la Archidiócesis de Sevilla coincidiendo con el tiempo litúrgico de Cuaresma.

El ciclo comenzará el próximo vienes, día 7, con el que se celebrará en Las Teresas. La próxima convocatoria será el viernes 14 de marzo en las carmelitas de Santa Ana. El programa continúa con las siguientes citas: 21 de marzo en Madre de Dios (c/ san José), el día 28 en el monasterio del espíritu Santo (c/ Dueñas), el 4 de abril en Santa Paula y, finalmente, el 11 de abril en Santa María de Jesús (c/ Águilas). La clausura de este ciclo será el 25 de abril, con el vialucis pascual que se celebrará en Santa Rosalía.

Los viacrucis comenzarán a las seis y media de la tarde, y el vialucis a las siete y media.

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