Jesús de la Torre es un joven cordobés que trabaja como investigador en el Instituto Fronterizo “Esperanza” en El Paso, principal conducción fronteriza entre México y Estados Unidos. Con una experiencia anclada en la fe relata el drama de la migración y la difícil situación que viven muchas personas que únicamente buscan una vida mejor
Los obispos de las diócesis Canarias han hecho público un comunicado por el que recuerdan que el repunte migratorio responde a un contexto internacional de falta de seguridad y futuro en dignidad en algunos países. Es así como se percibe también en las costas andaluzas y de este modo lo analiza, avalado por una sólida formación en Relaciones Internacionales, este cordobés en su trabajo en El Paso, donde ejerce como director asociado de migración global del Instituto Fronterizo Esperanza.
¿Qué te llevó Al Paso? ¿Cuál es allí tu actividad?
Al Paso me llevó mi trabajo en la comunidad fronteriza, una comunidad que es de acogida, una comunidad que es de encuentro y una comunidad que es de fe y esperanza, que está para recibir a las personas con dignidad, para recordar su pasado migrante y su futuro migrante y para recordarnos que todos tenemos un deber como seres humanos de acogernos los unos a los otros. Y allí nos dedicamos a hacer investigación, incidencias en políticas para cambiar las políticas que están participando en la realidad de las personas en movimiento y conseguir un sistema migratorio más humano. Trabajamos tanto en Ciudad Juárez como en El Paso, asistiendo a familias en necesidad y después acompañándolos juntos hasta el interior de Estados Unidos.
¿Cómo percibes tú la experiencia de los migrantes que quieren atravesar esta frontera?
Es una experiencia muy dura porque las políticas no están hechas para que la gente busque seguridad, a pesar de que nuestro sistema internacional sí contempla esa posibilidad. Cada vez vemos más muros, más violaciones de derechos humanos, más dolor, y tenemos esta creencia de que si infligimos mucho más dolor a las familias van a dejar de migrar, van a dejar de tener que buscar seguridad, de tener que buscar mejores oportunidades, de querer reunirse con sus familiares. Entonces vemos que el sistema intenta expulsarlos, repelerlos, hacerles más daño. Y por tanto, cuando la gente llega a la frontera, llega muy violentada, con una realidad muy dura. Y lo único que quieren es mantenerse en esa esperanza. Y ahí es donde intentamos trabajar juntos, para que podamos alcanzar ese sueño de que es simplemente buscar una vida mejor y poder cambiar las políticas que están haciendo que ese sueño y ese derecho sea tan difícil.
La encíclica Fratelli Tutti señala una “cultura de los muros” que favorece la proliferación de mafias alimentadas por el miedo y por la soledad. ¿Has podido ver el rostro de estas personas en El Paso?
Sí, absolutamente. Las mafias surgen como reacción a una falta de vías legales de migración. Si la gente no tiene posibilidad de acceder a una visa, si la gente no puede ir a un consulado o a una embajada y poder seguir un proceso. Si no hay vías para que la gente pueda acceder al asilo en la frontera, es decir, a poder decir que tienen un miedo y que por favor se le escuche su demanda, entonces se crea un mercado para que otros actores que no les interesa el bien de las personas en migración y se aprovechan de ello. Y vemos que las personas están pagando miles de dólares para intentar cruzar la frontera con dinero que no tienen, con familias que se están endeudando tanto en los países de origen como en el destino. Vemos mucha gente que está siendo violentada. Vemos que las autoridades de migración también los violentan junto con estas mafias. Entonces esta restricción de movimiento, que es plenamente humano, – todos nos movemos, todos queremos estudiar aquí, trabajar allí, ver a mi familia-, lleva a que tengamos un mercado de muerte. Nosotros estamos creando ese mercado. Estos actores se están aprovechando, llevando a las personas por sitios más complicados para intentar evadir a las autoridades y en definitiva haciendo que mucha gente puede al final, por desesperación , caiga en sus manos o intente cruzar por el muro, intente cruzar por el desierto y acabe muriendo. De donde yo vengo en el paso hemos tenido un récord de muerte el año pasado y este año vamos camino de batirlo. Y en el desierto hemos realizado búsqueda de rescate y hemos encontrado gente muerta, principalmente mujeres: esa gente no tuvo la posibilidad de acceder a una vía segura y legal.
¿Desde allí cómo se perciben las decisiones que España toma respecto a la migración?
Justamente yo me enfoco en comparar las políticas migratorias de la Unión Europea, de España en particular, con las de Estados Unidos y otros países. Y son muy similares. Siempre pensamos que lo que vemos en las fronteras de Estados Unidos con México es peor y, sin embargo, es muy similar a lo que tenemos en nuestras fronteras de Marruecos con España. El racismo es global. Las políticas que intentan repeler a las personas buscando seguridad y asilo son globales. Y vemos que la dinámica con los países de tránsito son muy similares y pongo un ejemplo: Estados Unidos está pagando a México o está forzando a que México acepte a personas deportadas desde Estados Unidos que son gente de Venezuela, de Cuba, de Haití, de Nicaragua y por supuesto mexicanos y también centroamericanos.
Una vez que los deportan a Ciudad Juárez y a otras ciudades fronterizas, los llevan en autobuses hasta México, hasta la Ciudad de México y de ahí los llevan al sur de México y desde el sur de México los deportan a Centroamérica. A muchos de ellos lo dejan parados en el sur de México. Con Marruecos pasa exactamente lo mismo. España está forzando a Marruecos a que detenga gente en la frontera, en su frontera norte con nuestro país, a que lo lleve al centro de Marruecos o a que lo lleve incluso más al sur. Y ahí tenemos investigaciones recientes que prueban que estos países están llevando a la gente al desierto y lo están dejando tirados en el desierto. Ese es un ejemplo muy concreto de cómo las políticas y las dinámicas son muy similares por parte de la Unión Europea y de España y tanto de Estados Unidos y otros países como Australia. Y todas están marcadas por un racismo y una deshumanización muy grande de las personas en movimiento. Las personas que están en movimiento no se ven como humanas, sino que se ven como otras categorías. Y hemos creado muchas categorías. Invasores, ilegales, los nombramos. Todas ellas deshumanizantes. Ya no vemos a la persona, ya no vemos al niño, ya no vemos a la mamá, ya no vemos al abuelo, a la tita, al muchacho que viene buscando una vida mejor, buscando algo de seguridad, solamente vemos una categoría. Y cuando solamente vemos una categoría es mucho más fácil reprimirla y expulsarla y hacerle daño.
En el caso de España también se da la circunstancia de que la ideología ha atravesado toda política migratoria. ¿Ocurre también en América?
La migración ha sido criminalizada por la mayoría de los partidos, especialmente los partidos mayoritarios, en Estados Unidos el caso del Partido Republicano o Demócrata, aquí el Partido Popular o el Partido Socialista, con más o menos diferencia en el discurso, la realidad por ejemplo en frontera es muy similar. En la frontera es muy difícil diferenciar si gobierna el PSOE o el PP o si gobiernan los demócratas o los republicanos. Con Biden, por ejemplo, esperábamos cambios significativos, no los hubo. Al contrario, ha habido una mayor represión de la familia en las fronteras. En 2023, implantó una nueva norma que obliga a que la gente se registre con una aplicación para poder solamente presentarse a un puerto de entrada, a un puerto internacional, a un puente. ha impuesto otra nueva norma en la que ya directamente destruye el acceso al derecho al asilo o a pedir asilo. Entonces, no vemos diferencia en la frontera. Lo que sí hay una diferencia es en el interior de los países. Hay algunas medidas que sí son diferentes entre los partidos. Por ejemplo, el partido demócrata ha apostado por intentar a que ciertas familias puedan regularizar su estatus. Aquí, por ejemplo, hace poco el Partido Socialista aprobó un cambio para que los menores no acompañados, una vez que cumplieran 18 años, pudieran transicionar a otro tipo de estatus migratorios, no se quedaran varados. Pero en realidad, en la práctica para las personas que están en movimiento, que todavía no han llegado, la realidad es muy similar. Y después hay un racismo que sí sigue siendo transversal, por desgracia, de manera más o menos encubierta.
¿Sois muchos los católicos, los cristianos que estáis trabajando en la frontera?
¡Somos muchos! Y mucha gente de fe. Mi organización es católica. Bebemos de la doctrina social de la Iglesia, así trabajamos y desde ahí nos inspiramos también con el acompañamiento de las personas en movilidad y hay mucha gente que mantiene su esperanza en caminar juntos. En definitiva todos somos migrantes. Realmente no lo creemos, pero teológicamente es así. Aunque no nos hayamos movido nunca de nuestro lugar de nacimiento, todos somos migrantes hacia el reino de Dios. Y esa óptica nos da fuerza, nos da esperanza, nos hace ver esa humanidad compartida, esa vulnerabilidad compartida. Y en El Paso, uno de los mayores albergues o red de albergues es católica. Nosotros somos también católicos. El Obispo de El Paso es el Secretario de Migraciones de la conferencia episcopal estadounidense y está trabajando enormemente por traer esa humanidad perdida al debate. Mucha gente en otras partes de la frontera también trabaja desde esa perspectiva de fe, católicos, cristianos en general, gente de la confesión musulmana, judíos, en fin de todas las religiones. Realmente tenemos la necesidad de esa experiencia compartida de la fe y de humanidad.
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