Todavía saboreamos la fiesta del Custodio de Córdoba, el Arcángel San Rafael, que nos regaló un nuevo día de convivencia en tono a la devoción de siglos, una tradición que no pierde vigencia y es el reflejo de una sociedad que ama sus tradiciones. Así ocurre también en Lucena donde la archicofradía de Nuestro Jesús Nazareno culmina el domingo un año jubilar con motivo del 425 años de su fundación. Una obra social espléndida y el calor de una devoción que no decae se dejan trasparentar en esta celebración que clausura el Obispo de Córdoba el próximo domingo a las 12:00 h en la Iglesia de San Pedro Apóstol de Lucena.
El Rector del Santuario de la Virgen de la Cabeza, el padre trinitario D. Luis Miguel Alaminos y el guardia civil y cristiano comprometido, Miguel Funes, han viajado hasta Ucrania para llevar allí una furgoneta hasta un orfanato.
Un viaje que es el fruto de la generosidad de muchas personas que creyeron en el sueño de Miguel Funes, que quería dibujar una sonrisa en el rostro de tantos niños huérfanos por la guerra que desangra Ucrania desde hace dos años. Este es el testimonio de fe y esperanza del Padre Luis Miguel.
Desde Ucrania país que sufre una guerra cruel de efectos devastadores comparto este testimonio de la presencia del voluntariado de Radio María con Antonio Funes como animador-coordinador de un proyecto a favor del orfanato de Doubysz.
El pasado verano, 50 personas de dicho centro, visitaron con los niños, monitores y dirección la provincia de Jaén y muy especialmente Orcera donde fueron acogidos. En la fecha tan significativa del cinco de agosto visitaron a la patrona de la Diócesis, la Virgen de la Cabeza, donde rezaron, cantaron y felicitaron a María.
Los Trinitarios movidos por nuestro carisma liberador asumimos también el proyecto cuando nos manifestaron la necesidad de proporcionar al centro una furgoneta.
Comenzamos a formar parte de esta gran familia de corazones solidarios formada por los oyentes de Radio María. Nuestra provincia religiosa, sus comunidades están colaborando con relevancia en la consecución de este objetivo y en el sostenimiento del centro -orfanato.
En el centro se encuentran 80 niños, un 25% sin padres, algunos de ellos víctimas de la guerra, un 65% niños con familias sin recursos extremadamente pobres y el 10% restante niños discapacitados.
Este orfanato es estatal pero todos los recursos económicos se orientan a la guerra por lo que no cuentan con lo necesario para cubrir las necesidades y necesitan de lo imprescindible.
La labor pastoral de las Siervas de Jesús, instituto polaco, que nos ha acogido en su casa es encomiable tanto en el orfanato como en la Parroquia.
En los niños, en los monitores, educadores, dirección del orfanato hay dolor, tristeza, cansancio…. Están necesitados de la ternura del Amor de Dios y de nuestra Madre María.
Nos hemos hecho presentes entre ellos para aportar esperanza, ilusión, solidaridad… Su situación ha tocado nuestros corazones e interpela el compromiso de nuestra fe entre los más débiles: dejar que los niños se acerquen a mi….
Los hijos de María, la Orden Trinitaria, el Santuario de la Virgen de la cabeza, nuestra Diócesis de Jaén, los seguidores de Radio María y un grupo importante de personas de buena voluntad y con un corazón solidario optamos por este proyecto con enorme ilusión y con la confianza de que Jesús era el alma, artífice y motor junto al Espíritu de esta experiencia.
Ha sido una bendición poder dejar la reliquia de nuestro Beato Domingo Irurrate, religioso con 26 años, en una de las Parroquias del Donvas donde se encuentra el frente de la guerra. Estamos teniendo la gran fortuna de conocer a su Párroco. Un sacerdote con olor a oveja que está haciendo suyo el dolor de su pueblo y que tiene la iglesia como hospital de campaña y hospedería. Es impactante constatar la soledad en la que se encuentra.
Este es el inicio de un compromiso que Dios Trinidad nos pide, que ha de tener continuidad y que nos lleva a ser testigos de la ternura del Padre y de la Madre entre sus predilectos.
Pidamos por estos niños inocentes, por todo el pueblo ucraniano víctima de una guerra cruel que está destrozando vida, familias, seres débiles e inocentes…
Ahí está nuestro sitio y nuestro lugar en el nombre del Dios Amor que llora en la tierra y tiene pasión por la humanidad. Un fuerte abrazo, unidos en la oración, la solidaridad y el amor a toda prueba.
Programa emitido en Cope Granada y Cope Motril el 25 de octubre de 2024.
En el programa emitido el X conversamos con el nuevo consiliario de HOAC de Andalucía, el sacerdote granadino D. Juan Cara Tarifa. Nos habla sobre la figura del consiliario y los retos actuales de la pastoral obrera. También entrevistamos al director del nuevo curso de órgano litúrgico, Reynaldo Fernández Manzano, que comenzará en la diócesis en el mes de noviembre.
En octubre, y a pocos días de que la Iglesia de Jaén celebre el Dies Natalis del Beato Manuel Lozano, le dedica la iniciativa «Orar con…»
El video, preparado desde la Comisión diocesana del Jubileo de la Esperanza 2025, propone desde el pasado mes de marzo una “peregrinación de la Oración” en este año preparatorio al Año Jubilar. El Beato Manuel Lozano Garrido, periodista y enfermo nos invita, a través de la oración y la contemplación al encuentro personal con el Señor. El vídeo está realizado por el joven marteño, Iván Marchal Urbano.
El pasado 23 de octubre de 2024, el Obispo de Jaén, Don Sebastián Chico Martínez, realizó una visita al Rubín de Ceballos, sede de la Fundación Aliatar en Baeza.
Don Sebastián presidió la celebración de la Santa Misa en el Oratorio del Rubín de Ceballos. Quiso hacerlo acompañado por D. José Antonio Sánchez Ortiz, Provicario General y por D. Bartolomé López Gutiérrez responsable de la Vicaria Episcopal Territorial de Baeza, Úbeda y Cazorla, que celebraron con él su 25 aniversario de ordenación sacerdotal. La Eucaristía congregó a un nutrido y variado grupo de fieles. Fue un momento de gran recogimiento y espiritualidad, donde el obispo dirigió unas cariñosas palabras de ánimo y esperanza, instando a los presentes a vivir la fe con autenticidad y a ser testigos de Cristo en su vida diaria. Así mismo instó a los participantes a mantenerse en vela para ser fieles al carisma y la vocación recibida.
El Obispo quiso resaltar en su homilía la celebración de estos dos Vicarios que llevan siendo fieles al Señor desde hace 25 años: “Al unirme a vosotras, junto con estos dos sacerdotes que nos acompañan y que celebran estos días sus bodas de plata, nos encontramos ante un misterio profundo y hermoso: el misterio de la llamada. Las lecturas que hemos escuchado, especialmente el Evangelio de Lucas (12, 39-48), nos ayudan a reflexionar sobre el significado de ser bienaventurados, dichosos/as, por haber sido llamados al servicio del Señor y de nuestros hermanos los hombres”. De igual modo recordó la figura del fundador del Opus Dei cuando dijo, “San Josemaría siempre nos enseñó que el servicio en la vida cotidiana es el medio por el cual podemos alcanzar la santidad. Nos recordaba que “santificar el trabajo ordinario, santificarse en el trabajo y santificar a los demás con el trabajo” es la verdadera misión de quien, como vosotras, consagra su vida a Cristo en medio del mundo. Vosotras habéis sido llamadas a ser presencia viva de Cristo en el mundo, presencia profética, para llevar Su luz a los lugares donde Él aún no ha sido reconocido, donde hay oscuridad, soledad o sufrimiento”.
Para finalizar, el Obispo animó en su camino de entrega al Señor a las mujeres que forman parte de la fundación Aliatar y a aquellas que trabajan en el Rubín. “Jesús concluye el Evangelio de hoy diciendo: “Al que mucho se le dio, mucho se le reclamará, al que mucho se le confió, más aún se le pedirá” (Lc 12, 48). Hemos recibido mucho, y mucho se nos pide. Pero esta exigencia no es motivo de temor, sino de alegría. Vosotras, nosotros sacerdotes, los que hemos sido llamados a este servicio, sabemos que no caminamos solos. El Señor que nos llamó es el mismo que camina a nuestro lado, fortaleciendo nuestra vida, nuestra fidelidad y nuestra entrega”.
Al final de la misa, los asistentes compartieron un ameno desayuno en el que todos pudieron saludar al obispo. Durante este rato se fueron incorporando los vicarios de la diócesis convocados por don Sebastián para una jornada de trabajo. Tras una visita guiada por la casa pudieron reunirse y disfrutar de las instalaciones.
Durante su estancia el Obispo quiso conocer la labor evangelizadora y social que se realiza desde la Fundación Aliatar, tanto a nivel de proyectos en sus áreas de cultura, social y juventud, como fundamentalmente por el impulso apostólico cotidiano de cada persona en su entorno familiar, laboral y con sus amistades.
Don Sebastián mostró interés por estas iniciativas y alentó a los participantes a reforzar el trabajo en beneficio de la familia, los jóvenes y todas aquellas personas ancianas o que sufren soledad. Sus palabras fueron acogidas con entusiasmo, agradeciendo profundamente su cercanía.
Al concluir, y antes de la despedida, tuvo lugar un emotivo momento en el que el Obispo visitó a una joven enferma llevándole, junto con la Comunión, sus confortadoras palabras de aliento y cercanía.
La jornada del 23 de octubre de 2024 quedará marcada como un día de especial de bendición para el Rubín y para toda la diócesis, que sigue avanzando bajo la guía pastoral de Don Sebastián Chico Martínez, tan enfocado en fortalecer la fe y la unidad entre sus fieles.
Comenzamos un año más el mes de noviembre con dos fechas de mucho contenido humano y cristiano. El día 1, festividad de Todos los Santos, haremos memoria de todos los hombres y mujeres que a lo largo de la historia han sido fieles al camino de Dios y ahora comparten su vida para siempre. El libro del Apocalipsis, en un fragmento que se lee en la liturgia de este día nos habla de “una muchedumbre inmensa, que nadie podría contar, de todas las naciones, razas, pueblos y lenguas, de pie delante del trono y delante del Cordero, vestidos con vestiduras blancas y con palmas en sus manos” (Ap 7, 9). Una muchedumbre inmensa delante del Cordero, es decir, de Jesucristo muerto y resucitado, el primogénito de muchos hermanos.
Al día siguiente, el 2 de noviembre, haremos memoria y rezaremos por todos los fieles difuntos. Para los creyentes, aquello que da fuerza y sentido a este recuerdo es sobre todo nuestra fe. Esta fe se expresa en una gran confianza en el Dios que es Amor y Bondad infinita, a cuyo amor y bondad confiamos a nuestros queridos difuntos. Estos días, sube a nuestros labios esta plegaria tan sobria y bella de la liturgia de los difuntos: “Dales, Señor, el descanso eterno. Y brille para ellos la luz perpetua. Y que las almas de todos los fieles difuntos, por la misericordia de Dios, descansen en paz”. Nuestros santos y santas están en Dios, en la vida eterna. Y para nuestros difuntos confiamos que, por la misericordia de Dios, purificados de sus pecados, puedan ser ya admitidos a compartir la vida eterna.
Ahora bien, no pocos de nuestros coetáneos se preguntan, y nosotros mismos nos podemos preguntar ¿qué es la vida eterna o la vida en Dios? El papa Benedicto XVI también se hizo esta pregunta en su segunda encíclica, dedicada a la esperanza y titulada “Salvados en esperanza”. “La fe, dice el Papa, es la sustancia de la esperanza. Pero entonces surge la cuestión: ¿De verdad queremos esto, vivir eternamente? Tal vez muchas personas rechazan hoy la fe simplemente porque la vida eterna no les parece algo deseable. En modo alguno quieren la vida eterna, sino la presente y, para esto, la fe en la vida eterna les parece más bien un obstáculo. Seguir viviendo para siempre –sin fin- parece más una condena que un don. Ciertamente, se querría aplazar la muerte lo más posible. Pero vivir siempre, sin un término, solo sería a fin de cuentas aburrido y al final insoportable” (Spe salvi, nn. 10-12).
La verdad de la inmortalidad del alma fue alcanzada por la filosofía clásica alcanzó. Y aquí el papa Benedicto, citando a san Ambrosio, recuerda que “la inmortalidad, en efecto, es más una carga que un bien si no entra en juego la gracia”. Y recordando un texto de su admirado san Agustín de Hipona, el Papa añade que en el fondo queremos solo una cosa, la “vida bienaventurada”, la vida que simplemente es vida, simplemente “felicidad”. La salida a este deseo es la gracia, el don de Dios, la vida eterna.
En definitiva, ante esta gracia de la visión y ante la comunión plena con Dios, a la que la fe nos dispone y encamina, no puede menos que surgir la súplica agradecida y la humildad de la “docta ignorancia”, porque sabemos muy poco de cómo es esta vida. El Papa teólogo se adentra algo en la inteligencia de “gracia”, al escribir en su carta encíclica que la vida eterna ya no es “un continuo sucederse de días del calendario, sino como el momento pleno de satisfacción, en el cual la totalidad nos abraza y nosotros abrazamos la totalidad. Sería el momento de sumergirse en el océano del amor infinito, en el cual el tiempo –el antes y el después- ya no existe”.
Bartimeo era el hijo de Timeo en Jericó. Aparece en el evangelio de este domingo XXX
del tiempo ordinario. Bartimeo era ciego y buscaba una oportunidad en su vida. No era
ciego de nacimiento, sino que había perdido la vista por alguna enfermedad o algún
accidente, y echaba de menos la visión que antes hubiera tenido. La ceguera le tenía
descartado de la sociedad, estaba al borde del camino, en la cuneta de la vida, pidiendo
limosna para sobrevivir. Y se enteró que entre tanta bulla pasaba Jesús por allí y gritó:
“Jesús, Hijo de David, ten compasión de mí”. No le interesaba la bulla, le interesaba
Jesús.
Esta oración se ha convertido en una súplica repetida hasta la saciedad por millones y
millones de hombres y mujeres en la historia de la humanidad. “Jesús, Hijo de David,
ten compasión de mí”. Esta oración es llamada la oración de Jesús, y aparece en el libro
El Peregrino Ruso repetida por ese peregrino miles y miles de veces al día, a la semana
y al mes, durante toda su vida. Es como la oración sencilla, que se repite hasta el
infinito, como nosotros en Occidente repetimos el avemaría en el rosario hasta la
saciedad.
Fue Jesús el que escuchando aquel grito angustiado, se detuvo en el camino y mandó
llamarlo. Él, de un salto se acercó a Jesús. “¿Qué quieres que haga?”, le preguntó Jesús.
“Señor, que vea”, le contestó el ciego; que vuelva a ver, que recobre la vista. Y Jesús
hace alusión a su fe: “Anda, tu fe te ha salvado”. Y al momento recobró la vista y lo
seguía por el camino.
Los milagros los hace Dios, los hace Jesús, porque es Dios. Pero sólo los hace si
encuentra fe. Dios no hace milagros al tontún, tiene que haber alguien que tenga fe, que
lo pida. Y en ese clima de fe, Dios hace maravillas. Lo constatamos continuamente.
Hay un retiro para jóvenes, muy extendido entre nosotros, que lleva este nombre y esta
dinámica de “Bartimeo”. Son jóvenes, chicos y chicas, para los que la fe recibida de sus
padres, de su parroquia, de su cole o de su grupo de confirmación se les va quedando
pequeña y no tiene fuerzas para enfrentarse al ambiente hostil que les rodea. Con esa fe
lánguida o quizá muerta, repiten a lo largo del retiro: “Señor, que vea”. Y el milagro se
repite en tantos y tantos jóvenes que hacen este retiro, a los que Jesús devuelve la fe. Y,
una vez recuperada la fe, pueden seguir a Jesús, como aquel ciego Bartimeo.
La religión cristiana no es un compuesto de normas y cumplimientos. La religión
cristiana consiste en conocer a Jesús, en ver a Jesús con los ojos de la fe. Pero esa
“visión” no la consigue nadie en ninguna clínica oftalmológica. Esa visión es un don de
Dios, la fe es un don de Dios, que Dios está deseando dar al que se lo pide con
humildad.
En esos retiros “Bartimeo” son muchas personas las que oran intensamente por los que
están haciendo el retiro. Cuando se celebra un retiro de estos, somos invitados a
intensificar nuestra oración, pidiendo a Jesús que conceda la “vista” a todos estos
jóvenes, que les conceda el don de la fe y puedan seguirlo por el camino. Y la oración
insistente alcanza el milagro, hasta que Jesús pueda decir: “Anda, tu fe te ha salvado”.
La oración está al alcance de todos. No nos lamentemos de cómo están los jóvenes de
hoy. Oremos por ellos insistentemente. Hace pocos días hemos vivido Guadalupe 2024,
la peregrinación anual de los jóvenes cordobeses al santuario extremeño, y han vuelto a
realizarse estos milagros de fe en muchos jóvenes, que iban con la fe mortecina.
También los jóvenes de hoy son llamados a seguir a Jesús. No se trata de ponerles
normas y normas. Se trata de que “vean” a Jesús, y cuando le conocen a fondo se
pondrán a seguirle por el camino. La nueva evangelización de jóvenes y adultos pasa
por ese encuentro vivo con Jesús, como el del ciego Bartimeo.
Recibid mi afecto y mi bendición:
+ Demetrio Fernández, obispo de Córdoba
¿Qué haríamos si nos dijeran que Jesús pasa a nuestro lado? Los evangelios refieren momentos de la vida de Cristo con la reacción de algunos de sus contemporáneos al paso de Jesús. Entre ellos, es especialmente iluminador el encuentro con el mendigo ciego de nombre Bartimeo.
El evangelista san Marcos ofrece algunos datos sobre este mendigo, además de su nombre: pedía limosna al borde del camino, a la salida de la ciudad de Jericó. Su ceguera le impide ver a Jesús, pero el ruido de quienes le acompañan despierta su atención. En cuanto sabe que es Cristo que pasa, empieza a gritar entonando una plegaria humilde e insistente: Jesús, Hijo de David, ten compasión de mí. Cuando la gente lo increpa para que calle, su grito se hace aún más fuerte, hasta que consigue que Jesús se detenga y lo llame. Entonces, dando un salto, se acerca a Él, escucha su palabra y le presenta su petición: Maestro, que recobre la vista. La respuesta de Jesús, le cambió la vida: Jesús le dijo: «Anda, tu fe te ha salvado». Y al momento recobró la vista y lo seguía por el camino.
Con este pasaje evangélico, la Iglesia, a través de la Liturgia, nos introduce en la recta final del año litúrgico. Apenas cuatro semanas nos separan de la solemnidad de Jesucristo, Rey del universo, con la que se corona un año de gracia en que se nos regala la oportunidad de acompañar a Jesús en los misterios de su vida, para caer en la cuenta de que es Él, en realidad, Quien se ha hecho nuestro compañero en el camino de la vida. Hasta el último momento se nos ofrece la oportunidad de encontrarnos de forma viva con Jesús y seguirle. De ahí la importancia de la pregunta: ¿qué haríamos si nos dijeran que Jesús pasa a nuestro lado? En el pasaje evangélico del ciego Bartimeo tenemos lecciones capitales de valor eterno. Retengamos, al menos, tres: la misericordia de Jesús, la actitud del ciego y la fuerza de la fe.
Ante todo, Jesús nunca pasa de largo ante quien le busca con sincero corazón. Por muy alejados que nos encontremos, al borde del camino y fuera de la ciudad, como Bartimeo, Jesús oye siempre nuestra oración. Ni siquiera el tumulto de quienes ahogan nuestra voz ni la ceguera profunda que nos impide ver al Señor, son obstáculo para que Jesucristo nos escuche.
La actitud de Bartimeo es escuela de humildad. No le faltan limitaciones e impedimentos, pero el solo saber que Jesús está cerca, le hace levantar su oración desgarrada en forma de grito. Cuanto mayor es su grito, más firme es su confianza. No desesperemos nunca: por oscura que sea nuestra ceguera y marginal nuestra postración, basta la súplica confiada, humilde y constante para ser escuchados por el Señor.
Finalmente, es lección siempre necesaria recordar la fuerza de la fe. La fe salva cuando descansa en la misericordia divina.
No desaprovechemos el paso de Jesús por nuestra vida. Reconozcamos su presencia donde nos ha prometido que lo encontraremos: en la eucaristía y en los sacramentos, en la comunión de su Iglesia, en su Palabra viva, y en tantos pobres al borde del camino con los que Jesús se identifica.
El próximo domingo el arzobispo de Sevilla, monseñor José Ángel Saiz Meneses, dedica su carta a la festividad de Todos los Santos, que tiene lugar la próxima semana.
En su carta recuerda que el 1 de noviembre “haremos memoria de todos los hombres y mujeres que a lo largo de la historia han sido fieles a camino de Dios y ahora comparten su vida para siempre”.
También hace referencia a los fieles difuntos, por los que la Iglesia reza especialmente el 2 de noviembre. Al respecto, monseñor Saiz destaca que, “para los creyentes, aquello que da fuerza y sentido a este recuerdo es sobre todo nuestra fe. Esta fe se expresa en una gran confianza en el Dios que es Amor y Bondad infinita, a cuyo amor y bondad confiamos a nuestros queridos difuntos”.
Más adelante, también reflexiona sobre la inmortalidad, la vida eterna y la vida en Dios.
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