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La cárcel de Alhaurín de la Torre vive su particular Triduo Pascual

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La Delegación de Pastoral Penitenciaria narra la vivencia de la Semana Santa y el inicio de la Pascua en el centro penitenciario en el año en que se celebra el Jubileo de la Esperanza. El mismo obispo de Málaga, D. Jesús Catalá, inauguró las celebraciones jubilares en este lugar hace unas semanas.

El Jueves Santo, un pan inmenso, elaborado en la panadería de la prisión, fue partido y compartido por todos los participantes en la celebración como signo de unión

Como cuenta el propio delegado, Pedro Fernández Alejo, OSST, «la celebración alegre y jubilosa de los Ramos, adelantada al sábado de Pasión, es acompañada de la lectura de una Pasión, originariamente, la de Jesús. Una Pasión que se entremezcla con cada una de las “pasiones” personificadas en las más de cien personas privadas de libertad allí presentes. Los distintos momentos del relato evangélico de la Pasión de Cristo son vividos y se reflejan en los rostros de muchos de los internos presentes. El Triduo Pascual lo iniciamos con la celebración del Jueves Santo marcada por la experiencia de amor y entrega más sublime de Jesús que nos adentró en vivir un gesto significativo del lavatorio de las manos expresando con ello que lavatorio significa purificación: demasiado polvo en los pies, demasiado egoísmo en las manos; significa salvación: el que no se deja lavar no tiene parte con el Señor, es una negativa a ser de los suyos, a ser su amigo; significa servicio: aprendiendo del Maestro la capacidad de ponernos a los pies de los hermanos más pobres y marginados. Nuestras manos están manchadas, porque las usamos para el desprecio, la marginación, la violencia, el rechazo, la acusación, el egoísmo, la ambición, el poder, el tener, el acaparar. Necesitamos manos limpias y disponibles para abrazar, para sellar la paz, para unir, para solidarizarse, para compartir, para servir, para darse, para amar».

Como continúa la crónica del trinitario, «comulgar el Cuerpo de Cristo es también comulgar con la sangre derramada de todas las víctimas y de todos los crucificados de hoy. Al finalizar la Eucaristía, un pan inmenso, elaborado en la panadería de la prisión, fue partido y compartido por todos los participantes en la celebración como signo de unión. El Coro Amanecer, junto a un interno cantante, hicieron del canto una oración elevada.

El Viernes Santo en la prisión, explica Pedro Fernández Alejo, «está marcado por la Pasión y la adoración de la Cruz de Cristo. Siendo en la cárcel donde se refleja con mayor exactitud los distintos pasos por los que Jesús fue recorriendo desde la traición, la detención, juicio injusto, condena y muerte, se realizó un Viacrucis elaborado por los propios internos e internas. Fueron catorce estaciones correspondientes a la Pasión de Cristo, pero personalizadas en historias sufridas por los propios presos. Fue un Viacrucis estremecedor por el contenido real de procesos dolorosos y sangrantes por los que han pasado muchos de los presos allí presentes. Bien es verdad que el Viacrucis termina con el canto del triunfo de Jesús en la resurrección. La vida del preso no termina en la cárcel-sepulcro, se proyecta hacia el futuro en una libertad esperanzada, en una resurrección de personas nuevas y renovadas. Bonita y emocionante fue la participación de tres internos del Módulo 5 quienes con sus cantos, saetas y poesías provocaron los aplausos y las lágrimas de muchos», detalla.

«La Vigilia Pascual celebrada el sábado por la mañana, concentró a más de cien personas entre internos y voluntarios. El rito de la Luz con el encendido del Cirio Pascual y la participación de todos los presentes con sus velas encendidas, marcaron el inicio de una procesión de cantos y lucecitas atravesando todos el “arco de la esperanza”. En un ambiente de silencio meditativo, se realizó el paso de la Palabra de Dios del Antiguo Testamento hasta el canto del Gloria iniciando así la nueva etapa en la que Cristo resucitado es la Luz de la Esperanza para todos los privados de libertad».

Para este delegado y los voluntarios de prisiones, «vivir y celebrar la Esperanza en un ambiente como la cárcel donde, para la gran mayoría de sus habitantes, ésta es como el agua que se pretende retener entre las manos, no resulta fácil. Para muchos de los internos e internas la esperanza se antoja como un sueño, una quimera, una ráfaga de ilusión que se evapora por momentos. Vivir el Jubileo de la Esperanza en la cárcel como realidad humana periférica, es cumplir también el deseo que el Papa Francisco siempre manifestó al proponer a la Iglesia este año de la Esperanza, para que lo fuera de verdad especialmente para los pobres, los excluidos, marginados y descartados. Que fuera el Año Jubilar de las periferias. Como Iglesia portadora de un tesoro tan grande como es la salvación liberadora de Cristo, esa esperanza se hace realidad. Ofrecer este tesoro y poder celebrarlo a lo largo de la Semana Santa con sus distintos y ricos matices salvadores, hace posible que la persona, especialmente si se encuentra en situación límite tanto humana, como psicológica y espiritual, comience a recuperar el sentido de una fe debilitada, de una esperanza que se esfuma por momentos y de un amor que no siempre es vivido con firmeza».

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Málaga en las jornadas nacionales sobre música en las catedrales

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Los canónigos de la Catedral de Málaga Antonio Aguilera, Antonio Collado y Alejandro Pérez, y el sacerdote diocesano Antonio Castilla, experto en música, están participando en las XL Jornadas Nacionales «La música de y en las catedrales. Historia, culto y cultura», organizadas por la Confederación Nacional de Cabildos Catedrales y Colegiales de España.

Las jornadas tienen lugar desde el martes 22 al viernes 25 de abril, en Segovia. 

Entre los ponentes de las jornadas se encuentra, María Antonia Virgili, catedrática emérita de Musicología de la Universidad de Valladolid; Juan José Montero, profesor del Conservatorio de Música de Toledo; y Alfonso María Frechel, prefecto de Música del Cabildo de Segovia. 

También han compartido una mesa redonda sobre la música y el canto en la liturgia actual en algunas catedrales como la de Santiago, Oviedo, Barcelona, Toledo, Sevilla y Valencia. 

Las jornadas concluirán con la celebración de la Eucaristía en la Catedral de Segovia. 

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Especial DiócesisMálaga ante la muerte del papa Francisco

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La revista DiócesisMálaga ofrece esta semana un número especial dedicado al papa Francisco, en el que encontrarás el mensaje del Obispo de Málaga, D. Jesús Catalá, el testimonio de malagueños representando los distintos ámbitos pastorales en los que se ha sentido con fuerza el impulso del Papa y la vinculación de Francisco a Málaga, entre otros contenidos.

Descarga aquí el especial.

El número especial recoge, entre otras cosas, el mensaje del Obispo de Málaga nada más conocerse la noticia del fallecimiento del Papa. También tiene un recuerdo agradecido a Mons. Fernando Sebastián, que fue el primer cardenal español nombrado por Francisco. 
En sus páginas, este número especial reúne la voz de representantes de las distintas realidades eclesiales de la Diócesis de Málaga, y lo que destacan del pontificado de Francisco en relación a su particular ámbito de misión: catequesis, caridad, vocaciones, laicos, migraciones, ecumenismo… 

El periodista Jesús Hinojosa repasa, en una colaboración, la relación que numerosos malagueños han tenido con Francisco, una relación de cercanía y fraternidad. En su contraportada, la revista diocesana de Málaga incluye un retrato del pintor malagueño Raúl Berzosa, acompañando las palabras del Papa Francisco ante la muerte, en una homilía celebrada en Santa Marta en noviembre de 2017.

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Emotiva carta de despedida al papa de dos miembros de la ACdP de Guadix

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Emotiva carta de despedida al papa de dos miembros de la ACdP de Guadix

Papa Francisco:

Con profundo respeto, inmensa gratitud y una gran emoción en el alma, me dirijo a usted en este momento en que la Iglesia y el mundo entero se preparan para despedirlo de su ministerio petrino. No es fácil encontrar palabras que contengan todo lo que usted ha significado para nosotros. Ha sido un faro en medio de la oscuridad, un pastor con olor a oveja, un testigo de la ternura de Dios en un mundo herido por la indiferencia y el egoísmo.

Desde aquel inolvidable “¡buona sera!” en la noche de su elección, su presencia marcó un nuevo tiempo en la Iglesia: un tiempo de cercanía, de escucha, de esperanza. Usted no solo ha guiado la barca de Pedro, sino que ha tocado nuestros corazones con su modo de ser, tan humano y profundamente cristiano. En usted vimos al Cristo que abraza, que consuela, que camina junto al que sufre, al que está solo, al descartado.

Nos ha enseñado, con su vida y sus palabras, que la verdadera autoridad se vive como servicio. Que la fe no es un adorno del alma, sino una fuerza transformadora que nos impulsa a construir puentes, a tender la mano, a abrir el corazón. Nos habló de la misericordia como la mayor expresión del amor de Dios, y nos invitó una y otra vez a no cansarnos de perdonar, a salir al encuentro del otro, especialmente del pobre, del refugiado, del enfermo, del olvidado.

Conmovió al mundo al abrazar a los que sufren, al arrodillarse ante los más vulnerables, al hablar con valentía en defensa de la dignidad humana, de la paz, de la justicia y de la Creación. Hizo de la palabra “fraternidad” un lema de vida, y de la Iglesia, una casa con las puertas abiertas. Gracias a usted, muchos volvieron a mirar a la Iglesia con confianza, con esperanza, con amor renovado.

Su sonrisa sencilla, su mirada profunda, sus gestos llenos de Evangelio, quedarán grabados en nuestra memoria. Nos mostró que la santidad se hace carne en lo cotidiano, que no hay que ser perfecto para ser discípulo, sino estar dispuesto a amar, a servir, a caminar. Nos animó a no vivir la fe como un museo, sino como una misión viva y apasionante.

Hoy, al despedirle, no podemos evitar sentir una mezcla de tristeza y gratitud. Tristeza porque sentiremos su ausencia, porque su voz profética, clara y valiente, ha sido una luz en medio de tantas tormentas. Pero también gratitud inmensa, porque su pontificado ha sido un verdadero regalo de Dios para nuestro tiempo. Usted ha sembrado, con generosidad y humildad, una semilla que seguirá dando fruto en las generaciones futuras.

Le damos gracias por su valentía, por su oración silenciosa, por su fidelidad incluso en la fragilidad, por su amor incondicional a la Iglesia y al pueblo de Dios. Gracias por no tener miedo de incomodar con la verdad, por recordarnos que el Evangelio es alegría, es encuentro, es vida.

Querido Papa Francisco, lo acompañamos con el corazón y con la oración. No se va, se queda en nosotros. No se apaga su voz, resuena en cada gesto de amor, en cada paso hacia la justicia, en cada oración dicha con fe. Su legado vivirá en cada comunidad que acoge, en cada joven que sueña con una Iglesia viva, en cada anciano que reza por la paz.

Nos deja una tarea hermosa y exigente: continuar el camino. Seguir sembrando fraternidad, construyendo una Iglesia pobre para los pobres, saliendo a las periferias, cuidando de la Tierra y de los que más sufren. Y lo haremos con la alegría del Evangelio, esa que usted nos regaló una y otra vez con su palabra, con su sonrisa, con su vida.

Gracias, Santo Padre. Gracias por tanto. Que la Virgen María, Madre de la Iglesia y madre suya, lo siga cubriendo con su manto. Que Dios le conceda paz, descanso y alegría profunda por todo el bien sembrado.

“He peleado la buena batalla, he terminado la carrera, he guardado la fe.”

(2 Timoteo 4,7)

Dos miembros de la Asociación Católica de Propagandistas -ACdP- de Guadix

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“Dios le concedió servir a la Iglesia hasta el último día de su vida”

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“Dios le concedió servir a la Iglesia hasta el último día de su vida”

Monseñor Demetrio Fernández ha presidido la misa por el eterno descanso del Papa Francisco en al Santa Iglesia Catedral. El lunes se celebrará el funeral al que está llamada la comunidad cristiana, consagrados y autoridades

 

Monseñor Demetrio Fernández participará en las exequias por el eterno descanso del Papa Francisco el próximo sábado en el Vaticano y en el entierro del pontífice en la Basílica de Santa María la Mayor. Así lo ha trasladado a los numerosos fieles que se han sumado a la celebración de la Eucaristía asegurando que lo hará en nombre propio y el de toda la Diócesis de Córdoba.

El prelado ha reconocido la sorpresa de la muerte del Papa Francisco a pesar de su enfermedad y ha considerado que la entrega del pontífice hasta el último día de vida es una expresión de su misión por lo que convocó a los presentes a observar su ejemplo de vida, pleno de generosidad. “Dios le concedió este servicio a la Iglesia hasta el último minuto de su vida”, afirmó monseñor Demetrio Fernández en relación a la muerte del Papa, ante la que propuso mirar a Jesucristo cuando la muerte nos circunda porque “la alegría de la Pascua no está en contradicción con la pena por la muerte del Papa Francisco”.

En su homilía de la misa ofrecida al Papa Francisco, monseñor Demetrio Fernández ha valorado que el Papa Francisco ofreciera su enfermedad por la Paz en el mundo, y así como como Dios con su luz de resurrección da sentido a la vida, también le concedió acercarse al balcón de la Basílica de San Pedro para impartir la bendición.

Al finalizar su alocución, monseñor Demetrio Fernández ha encomendado a la Virgen el alma del Phttps://www.youtube.com/watch?v=vdlDJuYxU_Yapa al igual que el hiciera durante toda su vida y “por eso ha sido ser enterrado en la casa de la madre como un niño pequeño que desea regresar al regazo de una madre buena”. “Hemos nacido para la felicidad definitiva de la que la Pascua es un anticipo pequeño en comparación a la vida eterna que Dios nos tiene preparada. Dale Señor Descanso eterno y brille para él la luz perpetua”, concluyó.

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Mensaje del arzobispo de Sevilla en el Domingo de Resurrección

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Mensaje del Arzobispo de Sevilla, monseñor José Ángel Saiz Meneses, con motivo del Domingo de Resurrección de 2025.

Carta Pastoral de Pascua 2025: «Resucitó mi amor y mi esperanza»

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«Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor, Jesucristo, que, por su gran misericordia,
mediante la resurrección de Jesucristo de entre los muertos,
nos ha regenerado para una esperanza viva» (1Pe 1,3).

Queridos fieles diocesanos:

¡Feliz Pascua de Resurrección! Porque ha resucitado nuestra Esperanza. En este Año Jubilar, la Pascua adquiere un significado aún más profundo y que llena este tiempo y nuestra fe de sentido. El mensaje de la Resurrección es, en esencia, un mensaje de esperanza inquebrantable, una esperanza que no defrauda y que tiene el poder de transformar nuestras vidas y con esa transformación, ser capaces de cambiar nuestro mundo.

Como aquellas mujeres, hemos llegado de madrugada hasta el sepulcro vacío, y esa imagen, en lugar de llenarnos el corazón de tristeza y de desesperanza, nos ha proporcionado paz, al escuchar de los ángeles, que el que allí había sido sepultado, ha resucitado, porque en su muerte y en su resurrección está nuestra propia salvación. Benedicto XVI reflexiona sobre el sentido de la verdadera esperanza en nuestro mundo cuando afirma: «Se nos ofrece la salvación en el sentido de que se nos ha dado la esperanza, una esperanza fiable, gracias a la cual podemos afrontar nuestro presente: el presente, aunque sea un presente fatigoso, se puede vivir y aceptar si lleva hacia una meta, si podemos estar seguros de esta meta y si esta meta es tan grande que justifique el esfuerzo del camino» (Spe salvi n.1).

Si nuestra mirada no se levanta hacia el cielo con la esperanza puesta en Él, nuestra vida sería solo un valle de lágrimas. Una estrella fugaz que dura tan solo un instante en la inmensidad de los tiempos. Pero, nuestra existencia tiene un sentido, un propósito que nos trasciende, y es esa misma trascendencia la que nos otorga la categoría de inmortales con la resurrección de Jesucristo. Con Él, hemos soportado su pasión, hemos cargado su cruz; con él moriremos, pero también seremos resucitados por amor. «La esperanza es la virtud teologal por la que aspiramos al Reino de los cielos y a la vida eterna como felicidad nuestra, poniendo nuestra confianza en las promesas de Cristo y apoyándonos no en nuestras fuerzas, sino en los auxilios de la gracia del Espíritu Santo» (CIC n.1817).

Mediante la confianza en el Dios que siempre cumple su palabra, «gustamos ya en este mundo la esperanza de una vida futura que nos saciará totalmente» (San Agustín, En. in Ps.39). Este Jubileo nos ofrece una oportunidad para renovar nuestra confianza en estas promesas y para experimentar la gracia de un nuevo comienzo, que parte de la piedra movida, los lienzos tendidos y el sepulcro vacío.

Cristo, el Cordero Pascual que ha sido inmolado, ha triunfado sobre la muerte y nos ha abierto, así, las puertas de la vida eterna. La resurrección de Jesús da sentido a nuestra vida de cristianos, sin ella, como dice san Pablo «vana es nuestra fe» (1Cor 15,14) porque viviríamos una ilusión y no la certeza de contemplar la gloria. Los cristianos no seguimos a un personaje del pasado, sino alguien que está vivo para siempre y cuyo amor nos hace vivir en esperanza: Jesucristo, verdadero Dios y verdadero hombre, muerto en la cruz, que resucitó al tercer día.

La Resurrección de Jesús es la manifestación definitiva de la bondad de Dios, su respuesta de amor a todas las angustias y preguntas de nuestro corazón, el principio vital del que se alimenta nuestra vida y nuestras buenas obras. Celebrar la Pascua es confesar que, en la historia y en el mundo, ha entrado una fuerza que todo lo renueva y lo transforma. Este es el Espíritu del Resucitado, que vence a cualquier dominador, que sana toda enfermedad, que revive lo caduco, que aniquila la violencia con el don de la paz, que no hace acepción de personas y a todos nos ama y salva por igual.

En este tiempo, la liturgia nos ofrece la Secuencia de Pascua, conocida como el Victimae paschali laudes, un antiguo himno que nos introduce en el gozo del Resucitado. María Magdalena, primera testigo ocular de Cristo resucitado y primera en dar testimonio de Él ante los apóstoles (cf. Jn 20,1-9), habla de su experiencia con el Maestro. Con un lenguaje poético y, ante la pregunta: «¿Qué has visto de camino, María en la mañana?»; la apóstol de los apóstoles, responde: «A mi Señor glorioso, la tumba abandonada; los ángeles testigos, sudarios y mortaja. ¡Resucitó de veras mi amor y mi esperanza!». Es la proclamación de la mayor de las verdades: Cristo, quien entregó su vida por amor a nosotros, ha resucitado para darnos vida en abundancia y, en Él, nuestro amor encuentra su plenitud y nuestra esperanza se fortalece. Éste ha de ser el grito jubiloso que repitamos desde lo más profundo de nuestro corazón en este tiempo pascual.

La celebración de la Pascua nos abre a la dimensión apostólica que es propia de todo cristiano. Cada uno de nosotros está invitado a ser misionero de esperanza, para buscar y anunciar. No como profetas de desventura, que solo ven problemas y amenazas, sino como mensajeros de la alegría pascual que saben ver signos de resurrección incluso en medio de la oscuridad. Nos lo dice el papa Francisco: «Donde parece que todo ha muerto, por todas partes vuelven a aparecer los brotes de la resurrección […], en medio de la oscuridad siempre comienza a brotar algo nuevo, que tarde o temprano produce fruto» (EG 276).

María Magdalena buscó a su Señor, aunque todo parecía perdido después de su muerte en cruz; Él había transformado su vida, liberándola y dignificándola. El amor verdadero es incansable y busca incluso en la oscuridad. Como esta mujer valiente, también nosotros hemos de correr hacia la tumba vacía de Jesús, hemos de entrar en ella, para ver con los ojos de la fe que Jesús ya no está allí, para creer entonces en Él, que vive para siempre. En la Pascua, nuestra fragilidad es renovada por un amor que hace nuevas todas las cosas (cf.Ap 21,5) y nos hace vivir de su mismo amor y esperanza.

Como nos invita el Plan de Pastoral diocesano para este curso, todos somos discípulos del Resucitado, que es mucho más que escuchar su Palabra; es asumir su vida como modelo y guía para la nuestra. Ser discípulos de la Pascua supone percibir la luz que emana del sepulcro, agradecer y aprovechar este momento como la nueva oportunidad que necesitamos para replantear, reorientar y potenciar nuestra relación con Dios y activar nuestra conciencia eclesial, nuestro amor a la Iglesia, y el consiguiente compromiso con la transformación del mundo a través de nuestra acción proactiva en el anuncio de que Cristo vive.

Para todos, mi saludo fraterno y mi bendición.

+ Sebastián Chico Martínez
Obispo de Jaén

La última sonrisa del Papa

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El pasado 12 de febrero tuve la dicha inmensa de participar en la Audiencia general de los miércoles y escuchar la catequesis del Papa Francisco, pronunciada en el Aula Pablo VI de la Ciudad del Vaticano. Aunque fatigado, pudo leer la parte en español y pudimos recibir su enseñanza sobre el nacimiento de Jesús y la visita de los pastores en Belén, dentro del ciclo de catequesis del Jubileo 2025, centrado en “Jesucristo, nuestra esperanza”. No acudí solo, sino acompañando a los Delegados Diocesanos de Evangelización, Catequesis y Catecumenado de las Diócesis de España. La participación en la Audiencia general del Papa fue el acto principal de la Jornada anual de los delegados, organizada por la Comisión Episcopal para la Evangelización, Catequesis y Catecumenado de la Conferencia Episcopal Española, celebrada este año en Roma para poder ganar la gracia jubilar peregrinando a la Basílica de San Pedro.

Al final de la catequesis, como es costumbre, los obispos presentes pudimos saludar personalmente al Papa. Al llegar mi turno, recibí su mano extendida, la estreché con la mía y, en apenas unos segundos, le dije que nos encontrábamos en el Aula los Delegados de evangelización y catequesis de las Diócesis de España, que rezábamos por él y que le agradecíamos de corazón su testimonio y enseñanza. La respuesta del Papa consistió en apretar la mano y regalarme una sonrisa. Dos días después, el Papa ingresó en el Hospital Gemelli. Incluso después de haber recibido el alta hospitalaria, esa ha resultado ser la última Audiencia general en la que Francisco ha podido transmitir una catequesis con su propia voz; la última vez que he podido estrechar su mano y recibir personalmente su sonrisa.

A los pocos meses de ser elegido Papa, dirigiéndose a los participantes en un Congreso Internacional sobre la Catequesis (27.9.2013), Francisco habló de la belleza de educar en la fe y afirmó: «Es quizás la mejor herencia que podemos dejar, la fe». Recordó entonces en qué consiste ser catequista y evocó el testimonio del santo que ha querido inspirar su pontificado: «Me gusta recordar lo que San Francisco de Asís decía a sus frailes: “Predicad siempre el Evangelio y, si fuese necesario, también con las palabras”. Las palabras vienen… pero antes el testimonio: que la gente vea en vuestra vida el Evangelio, que pueda leer el Evangelio».

Cuando han faltado las fuerzas para pronunciar las palabras, hemos visto al Papa Francisco mantener intacto su empeño evangelizador hasta el final, ofreciéndonos el testimonio que permite compartir con otros la alegría que nace del encuentro con Jesucristo. En sus últimos gestos hemos visto cumplido lo que él trazó como programa al inicio de su pontificado: «La alegría del Evangelio llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús. Quienes se dejan salvar por Él son liberados del pecado, de la tristeza, del vacío interior, del aislamiento. Con Jesucristo siempre nace y renace la alegría. En esta Exhortación quiero dirigirme a los fieles cristianos para invitarlos a una nueva etapa evangelizadora marcada por esa alegría, e indicar caminos para la marcha de la Iglesia en los próximos años (Evangelii gaudium (24.11.2013])». Doy gracias a Dios por la mano extendida del Papa Francisco y su sonrisa amable, lección viva de la evangelización que todos en la Iglesia debemos seguir impulsando.

+ José Rico Pavés

Obispo de Asidonia-Jerez

La Catedral de Jaén acogerá la misa funeral por el Papa Francisco el lunes 28, a las ocho de la tarde

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El Obispo de Jaén, Monseñor Chico Martínez, ha hecho pública la fecha de la misa funeral por el alma del Santo Padre, el Papa Francisco. Será el próximo lunes, 28 de abril, en la Catedral de Jaén a las 20 horas.

Eucaristía será presidida por Obispo de Jaén, Don Sebastián Chico Martínez y concelebrada por todo el presbiterio diocesano que se una a la celebración.

Después de la celebración de este funeral diocesano, al que se van a cursar invitación a todas las autoridades civiles y militares, así como a las instituciones provinciales, las parroquias de la Diócesis podrán hacer lo propio en sus comunidades.

El Prelado jiennense anima a participar de manera presencial o a través de los Medios de Comunicación, en esta misa funeral por el Santo Padre a todos los fieles jiennenses.

Por otro lado, en la entrada del Obispado se ha dispuesto un libro de condolencias para que los fieles muestren su afecto por escrito al Santo Padre, que permanecerá abierto hasta el próximo viernes, 25 de abril.

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