“TAL VEZ EL PRIMER FRUTO DEL SANTO PADRE, VISIBLE AQUÍ ESTA NOCHE, Y EN TODOS LOS RINCONES DEL MUNDO, ES QUE SOMOS UNA FAMILIA”.
Granada. 05/04/2005. Muchos granadinos se enteraron de la muerte de Juan Pablo II mientras caminaban por la calle, por el sonido de duelo de las campanas de la Catedral a las que pronto se sumaron las de otras iglesias. El doblar de las campanas recordaba una y otra vez a un padre que se ha encontrado con el Padre.
La noche del 2 de abril, a las 22:00 h., estaba previsto celebrar una vigilia de oración en la Iglesia del Sagrario. Sin embargo, ante la noticia del fallecimiento del Papa, la vigilia se convirtió en una oración, en una liturgia de la palabra.
La Iglesia del Sagrario estaba repleta, todas las personas llegaron a aquel lugar acompañadas de un sentimiento de inmensa gratitud hacia quién ha sido un padre para todos los cristianos.
Durante el domingo 3 de abril y hasta el lunes estuvo expuesto el Santísimo en la S.I. Catedral de Granada. El templo permaneció abierto y el Santísimo expuesto hasta el momento en el que comenzó el funeral por el alma de Juan Pablo II.
Ante el Santísimo se celebró en la noche del domingo una vigilia de jóvenes.
La Vigilia había sido convocada esa misma mañana, y los mensajes a móviles fueron circulando por toda la ciudad para avisarse unos a otros.
La Vigilia consistió en el rezo los misterios gloriosos del Rosario, intercalados por cantos y textos del Santo Padre dirigidos a los jóvenes.
Al final de las letanías D. Javier aludió a lo que él considera el testamento espiritual del Papa para la Iglesia, la Carta Novo millennio ineunte: “que tiene muchos rasgos personales, él (Juan Pablo II) ha querido mostrar el camino por el que invita a la Iglesia a que iniciemos nuestra andadura en este comienzo del siglo y del milenio (…) sentir al otro como uno que me pertenece (…) Porque quien evangeliza al mundo no soy yo, ni mi grupo: es la Iglesia. Y ese Cuerpo de Cristo tiene que ser visible en su unidad. No en su uniformidad. En una familia cada uno es cada uno. Y en esta familia grande que es la Iglesia, cada don, cada carisma… pero todos nos necesitamos”.
Más adelante el arzobispo de Granada afirmó: “Tal vez el primer fruto del Santo Padre, visible aquí esta noche, y en todos los rincones del mundo, es que somos una familia”. “Estamos unidos en una misma oración y en un mismo espíritu. Éste es el regalo de Juan Pablo II. Y seguramente es la mejor ofrenda que podemos ofrecerle al Señor es desear crecer en nuestra unidad, desear crecer en el amor de unos por otros, para que la Iglesia, para que el Cuerpo de Cristo, pueda mostrar el rostro de Cristo”.
El lunes 5 de abril a las 20:30 h. D. Francisco Javier Martínez presidió la misa en sufragio por el alma del Santo Padre. Más de 5.000 personas, muchos de ellos jóvenes, se congregaron en la catedral para dar gracias a Dios por la vida del Papa. Durante la misma, D. Javier agradeció la numerosa presencia de fieles que abarrotaban la catedral: “Mi queridísima Iglesia de Granada, que habéis respondido esta noche en un gesto de gratitud y de justicia a Juan Pablo II por todo lo que todos los cristianos le debemos. Nosotros no nos conocemos y, sin embargo, somos una familia”. A continuación fue agradeciendo, en nombre de la Iglesia, la presencia de las autoridades y de todos los testimonios de condolencia que muchos no cristianos han expresado en estos días, y el mensaje de condolencia, lleno de respeto, de la comunidad musulmana de Granada.
El Arzobispo comentó que muchos de los que se le han acercado estos días le decían que era algo muy extraño, porque sentían dolor pero no tristeza. “¿Qué ha pasado? Hemos perdido a un padre, pero fallan las palabras, pero no lo hemos perdido. Fallan las palabras, porque el hecho de que estamos aquí unidos junto al altar de Jesucristo es un signo de que no lo hemos perdido. Juan Pablo II es ahora más nuestro que nunca, porque ya participa de la belleza del rostro de Cristo”.
Antes de dar la bendición, D. Javier recordó las palabras del Papa en Santiago en 1989: “No tengáis miedo a ser santos. No tengáis miedo a Dios. Porque, justamente, acercándonos a Dios, florece lo mejor de nuestra humanidad”.
Al finalizar la Eucaristía todos los fieles, entre gritos, comenzados por los jóvenes, de “Juan Pablo II, te quiere todo el mundo” comenzaron a aplaudir al unísono. La celebración se asemejaba más a una fiesta que a misa de difuntos.