HOMILÍA DE MONS. IGNACIO NOGUER CARMONA, OBISPO DE HUELVA, EN
Sacerdotes concelebrantes, Hermandad Matriz de Ntra. Sra. del Rocío, hermandades rocieras, autoridades, hermanos todos que un año más habéis acudido a esta marisma almonteña para congregaros en torno a la Virgen del Rocío en su fiesta de Pentecostés.
La Romería de este año está necesariamente marcada por los acontecimientos eclesiales que la han precedido. El pasado día 2 de abril moría el Papa Juan Pablo II. El día 19 del mismo mes, era elegido el Papa Benedicto XVI. Personas de toda clase y condición han glosado lo que para la Iglesia y para
Pero el Papa nos dejaba también una enseñanza profunda acerca de la religiosidad popular. Surge ésta como fruto del arraigo de la fe cristiana en un pueblo y da lugar a expresiones folclóricas, como ocurre en nuestro caso, de gran belleza natural y plástica. Pero no hay que engañarse. No podemos cerrar los ojos -nos recordaba el Papa- ante el peligro de desligar la manifestación de religiosidad popular de las raíces evangélicas de la fe, reduciéndola a mera expresión folclórica o costumbrista, lo que sería tanto como traicionar su verdadera esencia. No era un peligro imaginario lo que con esta palabras denunciaba el Papa, sino un riesgo real, en el que están empeñados no pocos intereses. Hacer del Rocío una simple manifestación folclórica equivale a reducirlo a una cáscara vacía, a un espectáculo de interés turístico carente de autenticidad. Porque ésta, la autenticidad rociera, está en las raíces de fe cristiana, en el amor a María, -y, por ella, a Cristo- que nuestros mayores llevaron en el fondo de sus corazones. Sí, corremos el riesgo de que El Rocío, como tantas otras manifestaciones de la religiosidad popular sean secuestradas, ante la inhibición y la cobardía de nosotros los cristianos, y puestas al servicio de los intereses que nada tienen que ver con la fe cristiana ni con la auténtica devoción a la Madre del Señor. Quiero, por ello, hacerme eco de las palabras de Juan Pablo II invitando a todas las hermandades rocieras a perseverar tenazmente en el empeño de dar renovada vitalidad a los valores evangélicos que constituyen la esencia de la devoción rociera, valores que deben inspirar nuestro comportamiento y actuación en todos los ámbitos de la vida.
Dad testimonio de los valores cristianos en la sociedad andaluza y española. Estas palabras de Juan Pablo II en El Rocío tienen hoy redoblada vigencia. La sociedad española vive hoy bajo un laicismo avasallante que amenaza con sofocar la fe cristiana arrinconándola en la más estricta privacidad y sustrayéndole toda la influencia en la vida social y pública. Basta observar los medios de comunicación para convencerse de ello: no se encontrará un valor cristiano que no sea objeto de ridiculización o de hostilidad manifiesta. La tentación del repliegue y de la inhibición se enseñorea del corazón de los cristianos y los lleva a una verdadera parálisis apostólica que los incapacita para navegar contra corriente. Nuestra situación es muy parecida a la de los apóstoles reunidos en el cenáculo en día de Pentecostés. Ellos estaban allí cohibidos, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Pero sobre ellos vino, por la maternal intercesión de María, el Espíritu Santo, el Santo Soplo, el Aliento de Jesús, que les dio fuerza para ser testigos de Cristo en Jerusalén, en toda Judea y Samaría, y hasta el último confín de
«No tengáis miedo… abrid de para en par las puertas a Cristo». Con estas palabras comenzaba Juan Pablo II su ministerio de pastor de la Iglesia universal. Con esas mismas palabras, dirigidas especialmente a los jóvenes, terminaba el nuevo Papa Benedicto XVI su homilía en la Misa de inauguración de su pontificado: «¡No tengáis miedo de Cristo!» Él no quita nada y lo da todo. Quien se da a Él recibe el ciento por uno. Sí, abrid las puertas a Cristo y encontraréis la verdadera vida. Sí, abrid las puertas a Cristo, abrid a su Evangelio y a su Espíritu las puertas de vuestras hermandades y de los corazones de todos. Si de verdad lo hacemos así, Él, el Espíritu de la Verdad, nos librará de nuestros complejos e inhibiciones, nos dará, como a los primeros discípulos, la vitalidad necesaria para ser apóstoles del Evangelio en un mundo, como el nuestro, ampliamente descristianizado.
Como los apóstoles el día de Pentecostés, también nosotros estamos aquí reunidos en torno a María, la Madre de Jesús, implorando la venida del Espíritu. Que Ella, la Virgen del Rocío, nos enseñe a ser dóciles al Espíritu del Señor, fuente de vida interior, de santificación personal y energía que transforma y capacita para el apostolado en
Ignacio Noguer Carmona
Obispo de Huelva