D. CARLOS AMIGO. DÍA DEL DOMUND

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MISIÓN: PAN PARTIDO PARA EL MUNDO

 

 

Carta pastoral del Cardenal Amigo Vallejo, Arzobispo de Sevilla, con motivo del Domund

 

 Aquellas palabras del evangelio, «no tienen pan», eran como una interpelación a Jesús, para que resolviera el problema que acuciaba a la multitud. Cristo responde: «dadles vosotros de comer» (Mt 14, 16).

 La situación de necesidad no ha terminado. La humanidad continúa pidiendo el pan que pueda saciar el hambre de tantas y tantas carencias, y de unos bienes que parecen inalcanzables.

 

 Hombres y mujeres que demandan, muchas veces desde situaciones verdaderamente angustiosas, la ayuda necesaria para vivir. ¡Dadles vosotros de comer!, se le pide ahora a nuestra fe cristiana. Y nosotros no podemos responder sino dando el mismo pan con el que nosotros mismos nos alimentamos: el pan de la Palabra de Cristo y el pan de la Eucaristía.


Pan de la Palabra y de la Eucaristía

 

 La Iglesia no tiene otra razón de ser que la que proviene del mandato misionero: llevar el nombre, las acciones y la palabra de Cristo a toda la humanidad. Es decir, que la Iglesia es de Cristo y quiere hablar de Cristo. Por ello, en la mesa de la evangelización no puede faltar el pan de la Palabra.

 El misionero, como el profeta Jeremías dice: cuando recibía tus palabras, las devoraba; tu palabra era mi gozo y mi alegría íntima. La sentía dentro como fuego ardiente (Jr 15, 16; 20, 9). Ha encontrado la palabra de Dios y la hecho suya, la ha tomado como alimento. Ahora quiere compartir este pan de la Palabra para saciar el hambre de tantos hombres y mujeres que ni conocen ni se alimentan del pan de vida que es Cristo.

 Y del pan de la Palabra al pan de la Eucaristía. Así lo hizo Jesús: primero nos dio a conocer su vida con la palabra, después con el pan consagrado.


Itinerario misionero

 

 Con sus palabras y con sus gestos sacramentales, Jesús nos ha marcado el itinerario de la misión: asumir, ofrecer y compartir. Cristo tomó el pan de cada día, lo ofrece al Padre y lo transforma en Eucaristía. Después, lo comparte en la comunión más perfecta y generosa.

 No se puede ignorar la situación de indigencia en la que viven pueblos enteros. No solo les falta lo más indispensable para poder subsistir, sino que carecen hasta del reconocimiento a su misma dignidad humana. El misionero asume esa situación y la hace suya, hasta tal punto de estar dispuesto a dar la vida en ayuda de esas personas. Nada de lo verdaderamente humano deja indiferente al misionero. La promoción humana está dentro del itinerario evangelizador.

 Pero, no sólo de pan vive el hombre. Necesita conocer su origen y destino, caminar en la verdad, gozar de la luz de la esperanza, sentirse redimido, tener en el horizonte una vida llena de Dios. Al pan de la ayuda para vivir con dignidad hay que unir el pan de la palabra, del evangelio, del anuncio de Cristo. Sin este pan del conocimiento de Cristo, la misión sería un proyecto evangelizador completamente fallido. El misionero ofrece ese pan que es Cristo.

 ¡Cuánto he deseado celebrar esta cena con vosotros! (cf. Lc 22, 15). Deseo ardiente el de Jesús y ansias insaciables del misionero, que desea celebrar la Eucaristía con aquellos a los que anunciara la palabra de Dios para que convirtieran su corazón a Cristo. Ahora les sienta a la mesa santa para ofrecer el sacrificio y recibir el cuerpo y la sangre de Cristo.

 El misionero ha dado lo más querido y lo más valioso de cuanto tiene: la Eucaristía. También ha podido decir, con Pedro y Juan, al necesitado: no tenemos otra cosa mejor que darte que el conocimiento y el amor de nuestro Señor Jesucristo (Hch 3, 6). En verdad, ha compartido lo mejor que tenía.


El Domund de todos los días

 

 Este itinerario misionero, del pan de cada día al Pan de vida, tiene que realizarse, en nuestra diócesis, a través de la animación misionera, de la ayuda a los misioneros, de la promoción de vocaciones, del sacrificio de comunión misionera.

 Animación misionera. Es imposible separar la vida cristiana de la acción misionera. Si se ha recibido un bien tan grande, como es el de la fe en Jesucristo,  habrá que compartirlo. Y ese dar será fortaleza para quien lo ofrece y luz para cuantos lo reciben.

 En nuestra diócesis son muy numerosas y variadas las acciones de animación misionera que se realizan, particularmente las emprendidas por la Delegación diocesana de misiones y de las Obras Misionales Pontificias. En ninguna parroquia y comunidad cristiana debe faltar un verdadero programa de animación misionera.

 Ayuda a los misioneros. Gracias a Dios, nuestra diócesis está muy sensibilizada con este tema, como lo demuestran la generosidad de la colecta anual en favor de las misiones, la ayuda particular a los misioneros y misioneras, el hermanamiento con algunos territorios de misión y el apoyo y colaboración en proyectos misionales. Si compartimos, es señal de que los consideramos como hermanos.

 Ayuda inestimable e insustituible es la de la oración. Pues es la comunión en el misterio Santísimo de la Trinidad, ofreciendo al Padre, por el Hijo y con la gracia del Espíritu, las mismas intenciones misioneras. De una forma especial, en este año de la Eucaristía, el encuentro en la oración, con los misioneros y misioneras, tiene que realizarse en la celebración de la Santa Misa, en la comunión eucarística, en la adoración ante el Santísimo Sacramento. Igual que Cristo nos asume para sí en la Eucaristía y se ofrece por nosotros, la Iglesia se une a los misioneros y misioneras y se ofrece en la oración por ellos.

 

 Promoción de vocaciones. Una de las mejores señales de que nuestra diócesis es auténticamente misionera, será el interés por suscitar y cuidar las vocaciones para la misión. Hombres y mujeres jóvenes dispuestos a hacer de su vida una entrega generosa a Jesucristo, que les llama y les envía, para que todos los pueblos conozcan la Buena Noticia de salvación.

 Son muchos los misioneros y misioneras nacidos en nuestra diócesis y repartidos en diversos lugares del mundo. Ellos han de estar siempre presentes en nuestra oración, y en el recuerdo agradecido a su impagable labor evangelizadora. Su ejemplo ha de servir, sin duda alguna, para hacer que surjan nuevas vocaciones.

Pan partido para la vida del mundo

 

 De lo mejor que tenemos es de lo que os damos. Nuestra fe en Cristo Jesús, que se entregó por nuestros pecados y fue resucitado para nuestra justificación (Rm 4, 25), el que se entregó a la muerte por todos (1Tim 3, 6). Pero, antes de morir, nos dejó la Eucaristía, comida de salvación y pan de vida, que la Iglesia quiere llevar a todos los pueblos. Cuando partimos el pan de la Eucaristía, nadie puede quedar excluido de participar en esta mesa santa. Id por todo el mundo y predicad el evangelio, nos dijo Jesús (Mc 16, 15). Pero no puede haber un anuncio completo del evangelio sin la invitación a celebrar la Eucaristía.

 No tienen vino, le dice María a Jesús. Y el Señor realizó el milagro. Hoy, la Iglesia entera es la que acude a Cristo con la misma súplica: una gran parte de la humanidad no tiene pan. Y Jesús ofrece el pan de la Palabra y el pan de la Eucaristía.

 Que para todos, este Pan sea comida y bebida de salvación.

 

 


    + Carlos, Cardenal Arzobispo de Sevilla

 

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