D. ANTONIO CEBALLOS. CARTA PASTORAL

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BENEDICTO XVI, PAPA

 

Carta Pastoral de D. Antonio Ceballos Atienza, Obispo de Cádiz y Ceuta.

 

El Espíritu Santo a través del Colegio Cardenalicio ha elegido al Cardenal Joseph Ratzinger como sucesor de Pedro. Gran personalidad en lo humano, espiritual e intelectual. Brillante teólogo, hombre sabio y santo. Este es un acontecimiento alegre que nos convoca hoy gozosamente en torno a nuestro nuevo Papa Benedicto XVI. Demos gracias a Dios Padre, de quien procede todo bien, todo don colmado, porque entre sus muchos regalos nos ha dado uno más y muy señalado en este siglo XXI: la elección de un nuevo sucesor en el ministerio de Pedro.

 

En estos momentos ya se están contando anécdotas del nuevo Papa. Se ha dicho que piensa de ésta o de otra forma, que su carácter ofrece estos u otros rasgos, que es amable, capaz de sonreír, cercano a las gentes, que, ante todo, será un pastor. Consecuentemente algunos nos pronostican lo que pudiera ser el curso futuro de su servicio.

 

Pero el creyente acepta agradecido, dócil y confiado al nuevo Papa, ante todo, porque desempeñará un servicio de unidad y comunión en la Iglesia que Dios ha dispuesto en favor de ella y del mundo. El creyente sabe que cada Papa ejerce su papel de una forma propia, en la que se cruzan su personalidad, el estado de la Iglesia y del mundo. Pero, sin dejar de tener en cuenta lo que cada Papa pueda aportar de si mismo al desempeño de su servicio, le importa, ante todo, al creyente lo que significa el servicio del Papa ala Iglesia, lo que le origina y sostiene, lo que anuncia y promete desde Dios.

 

Con la elección del Papa Benedicto XVI continuará en él el oficio de Pedro de ser señal, garantía y garante de unidad y comunión entre todas las comunidades cristianas, entre todos los cristianos. Incluso muchos cristianos que no pertenecen a la Iglesia Católica en comunión con el Obispo de Roma, ven la necesidad para la comunidad cristiana  de un centro visible de unidad y comunión, y, en él, la de una función de servicio de esta unidad y comunión.

 

Pero no sólo los cristianos estiman este servicio de Pedro a la comunión de los creyentes. Muchos hombres de buena voluntad tienen en un gran aprecio a los esfuerzos de la Santa Sede en favor de la paz entre los pueblos. Ven en ello, al menos una instancia moral, algo así como un rayo de luz en un mundo entenebrecido casi del todo por apetencias económicas y de poderío.

 

Por eso damos gracias a Dios. Con la elección del nuevo papa Benedicto XVI nos ha dado un apoyo y un motivo nuevo para sostener la esperanza en un mundo en el que está en crisis no este o aquel país, no esta o la otra cultura, sino el hombre mismo. En la continuación del servicio de Pedro a favor de la comunión de la Iglesia y de los cristianos y de la paz de todos los hombres, vemos confirmada nuestra confianza de que la “causa de Jesús” también continúa. Nuestra confianza se apoya sólo en Dios, pero el Dios que ha querido ser Dios-con-nosotros y entre nosotros. Nos ha dado un señal de su presencia en este servicio de Pedro; el hombre débil, zarandeado, pero apoyado por la fuerza de Dios que confirma en la fe a sus hermanos. Nadie se extrañará, pues, de nuestra alegría.

 

El don de sí mismo de Dios nos impone exigencias sin condiciones. Según esto, este regalo de la elección del nuevo Papa Benedicto XVI a los cristianos católicos nos obliga a un ánimo dócil hacia el magisterio y disposiciones del Papa. No tendría ningún sentido nuestra gratitud y alegría de hoy por los dones de Dios si no nos comprometiésemos en el sentido de estos dones. El ministerio de Pedro esta ahí en favor de la comunión. El don de Dios nos obliga a colaborar para afianzar y extender a la comunión.

 

Hay un mal síntoma. Ya se extienden comentarios apoyados en hechos más o menos comprobados, parece como si cada uno quisiera adivinar como será la futura línea del Papa Benedicto XVI para tomar decisiones. Lo cierto es que seguirá los rumbos marcados por el Concilio Vaticano II y por sus predecesores Juan XXIII, Pablo VI, Juan Pablo I y Juan Pablo II. Y que es ante todo un Pastor y un hombre bueno, intelectual y espiritual.

 

En este camino emprendido hacia un “cielo nuevo y una tierra nueva” (Ap 21, 1), el agente es el Espíritu Santo. El Espíritu santo trae este nuevo Papa. Mas allá de nuestras estériles alternativas entre progresistas y conservadores, irrumpe otra cara, una libertad creadora y abierta a un futuro esperanzador, originada desde la fe en el servicio de Dios en Cristo Jesús.

 

 

+ Antonio Ceballos Atienza

Obispo de Cádiz y Ceuta

 

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