Visita Pastoral a la parroquia de San Sebastián (Antequera)

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Homilía de D. Jesús Catalá en la Eucaristía celebrada en la parroquia de San Sebastián de Antequera durante su Visita Pastoral.

VISITA PASTORAL A LA PARROQUIA DE SAN SEBASTIÁN

(Antequera, 29 septiembre 2022)

Lecturas: Ap 12, 7-12ª; Sal 137, 1-5.7-8; Jn 1, 47-51.

(Fiesta de los Arcángeles: Miguel, Gabriel y Rafael)

1.- Hoy celebra la Iglesia la fiesta de los arcángeles Miguel, Rafael y Gabriel. Podemos distinguir entre su naturaleza y su misión.

San Agustín dice respecto a ellos: “El nombre de ángel indica su oficio, no su naturaleza. Si preguntas por su naturaleza, te diré que es un espíritu; si preguntas por lo que hace, te diré que es un ángel” (Psal. 103, 1, 15). Un ángel es un enviado. Dios envía a un espíritu con una misión.

Los ángeles son espíritus. No son como nosotros que, aunque tengamos el espíritu del Señor, tenemos la materia del cuerpo humano. Los ángeles son espíritus sin cuerpo; pero el nombre indica la misión a la que el Señor les envía.

2.- Podemos aplicarnos también a nosotros esta terminología. ¿Qué somos nosotros? Los ángeles son espíritu. ¿Qué somos nosotros? Somos hijos de Dios, que nos ha nos ha creado a su imagen y semejanza (cf. Gn 1, 26). Y a través de Jesucristo nos hace hijos suyos, por tanto, somos hijos de Dios.

¿Cuál es nuestra misión en el mundo? Nuestra misión es distinta de la del ángel. Nosotros debemos dar gloria a Dios, amarlo, obedecerle, para disfrutar después siempre con Él. Somos hijos amados de Dios, redimidos por Cristo, que nos llama a compartir su vida. Dios nos llama y nos envía a ser testigos de su amor.

Es bueno que hoy, contemplando a los ángeles, nos planteemos qué somos, qué hacemos y cómo lo hacemos.

3.- Con todo su ser, los ángeles son servidores y mensajeros de Dios. Porque contemplan «constantemente el rostro de mi Padre que está en los cielos» (Mt 18, 10), son «agentes de sus órdenes, atentos a la voz de su palabra» (Sal 103, 20)» (Catecismo Iglesia Católica, 329).

Servidores y mensajeros de Dios. ¿Y nosotros? ¿Somos servidores de Dios? ¿Somos mensajeros? ¿Somos anunciadores de Dios y de su obra?

Los ángeles, dice el Catecismo de la Iglesia Católica, «en tanto que criaturas puramente espirituales, tienen inteligencia y voluntad: son criaturas personales (cf. Pío XII: DS 3891) e inmortales (cf Lc 20, 36). Superan en perfección a todas las criaturas visibles. El resplandor de su gloria da testimonio de ello (cf Dn 10, 9‑12)» (Catecismo Iglesia Católica, 330).

Criaturas espirituales con inteligencia y voluntad. Y, ¿qué capacidades tiene el ser humano, como hijo de Dios? Somos inteligentes y tenemos voluntad; pero no para hacer lo que nos dé la gana, sino para obedecer a quien nos envía. Los ángeles obedecen las órdenes y son enviados. Los que no obedecen las órdenes se han convertido de ángeles en diablos. En vez de ángeles mensajeros obedientes, si no obedecemos las órdenes de Dios, podríamos convertirnos, análogamente, en diablos que no quieren su voluntad.

4.- Veamos ahora la relación que tienen los ángeles con Cristo. Él es el centro del mundo de los ángeles, porque es el centro de todo, el único mediador por el cual se creó el mundo y también los ángeles. Podemos decir, por tanto, que los ángeles giran en torno a Cristo, porque es su centro.

Los ángeles le pertenecen, porque fueron creados por y para Él: «Porque en él fueron creadas todas las cosas, en los cielos y en la tierra, las visibles y las invisibles, los Tronos, las Dominaciones, los Principados, las Potestades: todo fue creado por él y para él» (Col 1, 16).

¿Por qué le pertenecen, además de ser creados por él y para él? Porque los ha hecho mensajeros de su destino de salvación y porque ellos están al servicio de Cristo, que vendrá en su gloria acompañado de todos sus ángeles (cf. Mt 25, 31).

Nos preguntamos análogamente: ¿Le pertenecemos nosotros a Cristo, o pertenecemos a otras cosas, a otros dioses? ¿Obedecemos y somos servidores de Cristo? ¿Es Cristo nuestro centro, el centro de nuestra vida?

5.- ¿Cuál es la relación de los ángeles en la vida de la Iglesia? “La Iglesia se beneficia de la ayuda misteriosa y poderosa de los ángeles (cf. Hch 5, 18‑20; 8, 26‑29; 10, 3‑8; 12, 6‑11; 27, 23‑25)” (Catecismo Iglesia Católica, 334).

El ángel de la guarda, que el Señor nos regala cada uno, y los ángeles en general, cuidan de la iglesia como cuidaron de Cristo en su vida terrena. El ángel consoló a Jesús en la oración del huerto de Getsemaní (cf. Lc 22, 43). Los ángeles ayudaron, sostuvieron, consolaron a Cristo en su vida y en las tentaciones.

“En su liturgia, la Iglesia se une a los ángeles para adorar al Dios tres veces santo (cf. MR, “Sanctus”)” (cf. Catecismo Iglesia Católica, 335). Hay muchas frases en la liturgia donde aparecen los ángeles. Cuando dice dominaciones, principadas, potestades, está referido a los ángeles.

En la liturgia de los difuntos, cuando el féretro sale de la iglesia hacia la puerta después de la celebración de la misa, hay un canto latino muy bonito que es: “Al paraíso te lleven los ángeles y te conduzcan a la Ciudad Santa de Jerusalén, donde te saldrán al encuentro los santos del cielo” (cf. Catecismo Iglesia Católica, 335).

6.- En nuestro ambiente y cultura hay poca devoción a los ángeles. Cuando educamos en la fe a los niños les hemos hecho aprender la oración del Ángel de la Guarda, que después nadie la reza de mayor, porque la considera algo propio de niños. ¿Cuántos le rezáis al ángel de la guarda esa oración que os enseñó vuestra madre de pequeñitos? Podéis levantar la mano, (pocos fieles levantan la mano).

En Italia hay más devoción a los ángeles y, en particular, al ángel custodio. Hay una oración muy bella, que la rezan también las personas mayores.

Los ángeles son una ayuda al cristiano. “Desde su comienzo (cf, Mt 18, 10) a la muerte (cf. Lc 16, 22), la vida humana está rodeada de su custodia (cf. Sal 34, 8; 91, 11) y de su intercesión (cf. Jb 33, 23‑24; Za 1, 12; Tb 12, 12). “Cada fiel tiene a su lado un ángel como protector y pastor para conducirlo a la vida (S. Basilio, Eun. 3, 1). Desde esta tierra, la vida cristiana participa, por la fe, en la sociedad bienaventurada de los ángeles y de los hombres, unidos en Dios” (Catecismo Iglesia Católica, 336).

7.- Podemos dar gracias a Dios por la existencia de los ángeles que cuidaron al Señor, cuidan de la Iglesia y también nos cuidan a nosotros.

Hoy celebramos estos tres arcángeles, en el sentido ángeles principales, porque Dios les dio unas misiones muy especiales. Por eso dicen los Santos Padres que cuando los ángeles reciben una misión muy especial los llamamos arcángeles:

Gabriel que anunció a María la encarnación (cf. Lc 1, 26-38). El acontecimiento más importante de toda la historia de la Iglesia y de la historia de la humanidad.

Rafael, medicina de Dios, que acompaña al joven Tobías en su camino buscando esposa (cf. Tob 3, 16-17).

Y Miguel, que nos ha traído la lectura del Apocalipsis, Miguel y sus ángeles combaten contra el diablo y sus ángeles (cf. Ap 12, 7-9).

8.- No perdamos la esperanza, porque en el combate de Miguel y sus ángeles contra el diablo y sus secuaces, vence Miguel. El diablo, con sus ángeles caídos y con sus seguidores, ha sido vencido por Cristo. Miguel y sus ángeles han vencido al diablo y sus ángeles.

La victoria final, ganada por Cristo, es nuestra; eso nos debe dar mucha esperanza. A pesar de que sucumbamos a tentaciones, a pesar de nuestros pecados, a pesar de nuestras debilidades y limitaciones, la victoria final es nuestra.

Por eso podemos exclamar con el Salmo: «Te doy gracias, Señor, de todo corazón, porque escuchaste las palabras de mi boca; delante de los ángeles tañeré para ti» (Sal 137, 1).

Con ellos te cantaré, te alabaré, te adoraré, te daré gracias. Que cada día nuestra vida sea una acción de gracias al Señor por todo lo que Él nos regala, desde la vida física, la vida espiritual de fe, el perdón de los pecados, el alimento de la Eucaristía. Que sea una acción de gracias con los ángeles; delante de los ángeles, tañeré para ti, te cantaré, te alabaré y te daré gracias.

Esto es lo que en la otra vida seguiremos haciendo por toda la eternidad: Cantar con los ángeles y los santos por toda la eternidad, la gloria de Dios.

Le pedimos a la Virgen, que estuvo asistida por los ángeles y aceptó el anuncio de Gabriel, que nos ayude también a nosotros a aceptar la misión que el Señor a cada uno nos confíe.

Ahora, agudizad un poco el oído para escuchar a Cristo en la eucaristía: ¿Qué misión os manda? ¿A qué os envía en esta sociedad? Si somos enviados, somos como ángeles; con cuerpo humano, pero como ángeles.

Ojalá seamos fieles a esa misión que el Señor nos confía cada uno. Que así sea.

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