Visita Pastoral a la parroquia de San Francisco Javier (Málaga)

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Homilía pronunciada por Mons. Jesús Catalá en la Eucaristía durante la Visita Pastoral a la parroquia de San Francisco Javier (Málaga)

VISITA PASTORAL A LA PARROQUIA DE SAN FRANCISCO JAVIER

(Málaga, 28 octubre 2021)

Lecturas: Ef 2, 19-22; Sal 18, 2-5; Lc 6, 12-19.

(San Simón y San Judas)

1.- Edificados sobre el cimiento de los apóstoles.

En la carta de Pablo a los Efesios presenta un ejemplo de cómo se constituye una comunidad cristiana: la edificación; como este templo o cualquier otro templo.

Llama a los cristianos piedras vivas del edificio de la Iglesia. El Vaticano II habla de diversas imágenes: la Iglesia como campo, la Iglesia  como edificación, la Iglesia como… (cf. Lumen Gentium 6); en este caso como una edificación.

En la construcción de un edificio hay diversas piedras de diverso tamaño, calidad y de diversos materiales. El Señor nos ha llamado a cada uno para formar parte de esa Iglesia, de ese edificio que construye el Espíritu Santo.

La piedra angular es Cristo, la más importante del edificio (cf. Ef 2, 20). Donde se fundamenta todo es en Cristo. Con Él, los fundamentos que forman parte de los cimientos de este edificio son los apóstoles. A partir de la piedra angular, Cristo, y de los apóstoles, todo el edificio, ensamblado de manera armónica, va construyéndose en base a cada uno de nosotros, a los que el Espíritu nos va moldeando o modelando como el especialista que coge una piedra y le da la forma adecuada para que encaje en el edificio. El cantero coge el martillo y el cincel, y a algunas cosas que sobran le da un golpe y las quita; otras partes las convierte en formas más suaves, para que no sean aristas.

Todo ese trabajo que el Espíritu hace en nosotros nos duele, porque quita cosas de nosotros, aunque sean cosas que sobran. Es una imagen preciosa para ponernos en manos del Espíritu y decir: “Espíritu Santo, moldéame, configúrame con Cristo; haz que sea una figura andante de la figura de Cristo”. Porque en el bautismo se nos plasmó la figura de Cristo como marcada en nuestra alma. Esa figura, que se desfigura por el pecado, se limpia con el sacramento de la penitencia y con la eucaristía, para que nosotros seamos testigos de ese Cristo que ha venido a salvarnos.

«Todo el edificio queda ensamblado y se va levantando hasta formar un templo consagrado al Señor» (Ef 2, 21). Y Pablo añade: «Por él también vosotros entráis con ellos en la construcción, para ser morada de Dios, por el Espíritu» (Ef 2, 22).

Formamos parte de esa construcción y, al mismo tiempo, somos morada de Dios, porque el Espíritu nos ha cincelado, nos ha configurado y nos ha encajado en ese edificio que es la Iglesia. Somos «miembros de la familia de Dios» (Ef 2, 19).

2.- Elección de los doce apóstoles.

El Evangelio de hoy nos narra la elección de los doce apóstoles por parte de Jesús. Precisamente hoy celebramos la fiesta de dos apóstoles: san Simón, llamado el Cananeo, y Judas, llamado el Tadeo, no el Iscariote que se quitó la vida. Simón Cananeo y Judas Tadeo se celebran en la misma fiesta. Es preciosa la fiesta de estos dos apóstoles sobre la cual está construida la Iglesia y, por tanto, nuestra diócesis, la Iglesia universal y la comunidad parroquial de San Francisco Javier.

Todos somos, en esa construcción, miembros de la única familia de Dios y el Señor nos pide nuestra colaboración, nuestro testimonio y nuestra aportación para que el edificio se mantenga, no se derrumbe, se hermosee y sea como un testimonio para el que lo contemple desde fuera.

«Jesús salió al monte a orar y pasó la noche orando a Dios. Cuando se hizo de día, llamó a sus discípulos, escogió de entre ellos a doce, a los que también nombró apóstoles» (Lc 6, 12-13).

El grupo de los doce es un grupo especial. Había muchos más discípulos que seguían a Jesús, pero, de todos ellos, había doce que tenían una misión especialísima y a los que el Señor envía en representación suya, formando así el Colegio apostólico, que serán, después, los primeros testigos, junto con otros. María Magdalena, por ejemplo, es la primera testigo de la resurrección que dio testimonio antes los apóstoles. La figura de la mujer no está en la Iglesia como dicen algunos, tiene una importancia capital como testigo de la fe.

El Señor eligió a doce apóstoles, por voluntad suya. Podía haber elegido a seis varones y a seis mujeres, pero no lo hizo; y esa es una tradición que la Iglesia respeta. La voluntad de Cristo fue esa aunque pudo hacerlo, porque con la mujer Él tuvo una consideración y un trato que no existía ni en su cultura ni en su pueblo.

3.- Curaciones de Jesús.

Tras la elección de los doce, Jesús se paró en una llanura con un grupo grande de discípulos y una gran muchedumbre del pueblo, procedente de toda Judea, de Jerusalén y de la costa de Tiro y de Sidón (cf. Lc 6, 17). Ahí Jesús habla, amaestra, enseña, la gente va a escucharlo y también la cura de todo tipo de enfermedades, incluso a los atormentados por espíritus inmundos, los que llamamos endemoniados (cf. Lc 6, 18).

Durante su vida pública Jesús curó a muchísimas personas; ahí entramos también nosotros, pues no solo formamos parte de esa construcción y somos miembros de la familia de Dios, sino que somos discípulos que escuchamos al Maestro, nos dejamos enseñar y nos convertimos en discípulos suyos para vivir como Él, para pensar como Él, para actuar como Él, para transmitir su doctrina, su vida, sus hechos y palabras. También nos dejamos curar por Él y, de ese modo, podemos curar nosotros con la fuerza del Espíritu.

En nuestra sociedad hay mucha gente cegada, que no tiene la luz de la fe, que vive en la oscuridad, que va detrás de la felicidad. Todos queremos ser felices, pero no todos encuentran la manera de serlo.

Si nosotros ayudamos a otros a que descubran la luz de Jesucristo, les estamos curando de su ceguera. Hay muchas enfermedades espirituales, además de las físicas, de las que el Señor nos cura; nosotros podemos colaborar en esa curación. Nuestra enfermedad espiritual es curada cuando aceptamos a Dios en nuestra vida, pues nos redime y nos sana por dentro; y, al mismo tiempo, ayudamos a otros a ser sanados, a ser iluminados en sus tinieblas, a ser sanados en sus enfermedades espirituales.

4. Visita pastoral.

La Visita pastoral quiere ser un momento de encuentro y de tomar conciencia de nuestra misión, que es muy importante en esta sociedad. El cristiano siempre es imprescindible; si no hubiera cristianos en nuestra sociedad iría peor de lo que va, mucho peor. Si Cristo no nos hubiera salvado estaríamos mucho peor de lo que estamos, porque su salvación, su redención, su luz, su enseñanza, su vida y la del Espíritu están transformando continuamente la sociedad y nos están transformando a nosotros. Luego vivimos mejor con el Señor, vivimos más felices con el Espíritu.

Para mí éste es un testimonio muy importante en nuestra sociedad: enseñar a los demás que somos felices. Esto no quiere decir que no pasemos por enfermedades, que no haya dificultades, que no tengamos obstáculos, que no haya sufrimiento; no es eso. Pasamos como Cristo y Él asumió todo, menos el pecado; pero asumió el dolor, el sufrimiento, el  cansancio, la sed, el hambre… lo asumió todo y lo redimió, lo sanó desde dentro.

En esta Visita pastoral quiero animaros a renovarnos por dentro cada uno personalmente, a renovarnos como comunidad y, como consecuencia, podremos ser mejores testigos fuera.  Podremos ayudar a nuestros paisanos y contemporáneos; y aunque nos critiquen, nuestra tarea es importante para ellos y no podemos renunciar a la misión que el Señor nos ha encomendado. ¡Así que adelante!

Vamos a encomendarnos a san Francisco Javier, gran evangelizador que bautizó a miles de personas. Gracias a Él la luz de la fe, del amor y de la esperanza cristiana llegó a mucha gente que no conocía a Dios. Seamos un poco como san Francisco Javier, anunciadores de esa Buena Nueva, de la felicidad, del bien que nos trae Jesucristo.

Pedimos a la Santísima Virgen María, que fue la que acogió en su seno y en su alma en primer lugar al Señor, que nos ayude a caminar en este proceso, en este momento histórico que nos ha tocado vivir siendo testigos en la sociedad.

Pues, ¡buen ánimo! Disfrutemos del Evangelio, disfrutemos del encuentro con el Señor en la eucaristía, en la oración y en su Palabra. Y, ¡adelante! Que así sea.

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