Homilía pronunciada por Mons. Jesús Catalá en la Eucaristía celebrada durante la Visita Pastoral a la parroquia de la Purísima Concepción (Málaga)
VISITA PASTORAL A LA PARROQUIA DE LA PURÍSIMA CONCEPCIÓN
(Málaga, 5 diciembre 2021)
Lecturas: Bar 5, 1-9; Sal 125, 1-6; Flp 1, 4-6.8-11; Lc 3, 1-6.
(Domingo Adviento II -C)
1.- La figura de Juan Bautista
En este segundo domingo de Adviento las lecturas bíblicas nos animan a la conversión. El texto de Baruc que habla del regreso del destierro hacia Jerusalén y de los elementos de la naturaleza que se trasforman al paso del Pueblo que regresa.
El evangelio nos ha presentado a Juan Bautista, que vivió en un contexto socio-político concreto, en el que el poder político en Israel y la religión judía no eran capaces de dar respuesta a los anhelos verdaderos y profundos del pueblo pobre y humilde. Fue un momento concreto de la historia marcado por estos dos poderes en tiempos del emperador Tiberio y del sacerdote Caifás, que sustituye a su suegro Anás, que había sido destituido, Dios envía su mensaje a Juan, hijo de Zacarías.
Dice el evangelista Lucas: «Vino la palabra de Dios sobre Juan, hijo de Zacarías, en el desierto. Y recorrió toda la comarca del Jordán, predicando un bautismo de conversión para perdón de los pecados» (Lc 3, 2-3).
2.- Bautismo de conversión del Bautista
El bautismo de Juan era un bautismo de agua, de perdón de pecados, de conversión. En este domingo la figura de Juan Bautista es, después de la Virgen, otra de las figuras de Adviento que nos anima a cada uno de nosotros, igual que nos animaba Isaías, a regresar, a volver, a convertirnos, ¿de qué? Del alejamiento de Dios.
Juan vive en el desierto, cuyo sentido bíblico tiene una connotación de desprendimiento, de silencio, de soledad, de austeridad. En la ciudad hay una vida más pletórica, más halagüeña, más sensible.
Fijaros que Juan Bautista no empieza en Jerusalén, sino en el desierto de Judá. Y, ¿a qué nos invita su figura en el desierto? A que nosotros salgamos de la vida de molicie, de la vida regalada, de la vida en la que vamos detrás de todo lo que nos produce placer, para regresar al Señor.
El tiempo de Adviento es tiempo de espera por la llegada de Jesús que nos invita a salir de nosotros mismos, de la comodidad, de muchas cosas, a desprendernos y a encontrarnos con el Señor.
3.- La voz en medio del desierto.
Juan Bautista es la voz en medio del desierto. Juan es la “voz” y Cristo es la “Palabra”. San Agustín comentando este pasaje dice que Cristo es la Palabra que tiene contenido, que revela, que expresa el amor de Dios; y Juan Bautista es la voz, al igual que nosotros también debemos poner nuestra voz para proclamar la Palabra.
«Como está escrito en el libro de los oráculos del profeta Isaías: Una voz grita en el desierto: Preparad el camino del Señor, allanad sus senderos» (Lc 3, 4). El objetivo no es quedarse con la voz, sino escuchar la palabra que viene detrás; es decir: Cristo.
«Los valles serán rellenados, los montes y colinas serán rebajados; lo torcido será enderezado, lo escabroso será camino llano» (Lc 3, 5). Eso es lo que hace transformar la Palabra.
El profeta Baruc nos ha dicho que Dios ha mandado rebajarse a las colinas y a los montes elevados y rellenarse a los barrancos para que su pueblo Israel camine seguro, guiado por la gloria de Dios (cf. Bar 5, 7).
4.- Necesidad de escuchar a Cristo
Cristo, Verbo o Palabra de Dios, nos ofrece su mensaje de salvación; viene a sacaros de una vida vacía y a llenarla de sentido (cf. Lc 3, 6).
Parece que hoy se quisiera silenciar la Palabra divina, Cristo. No se habla de Cristo en nuestra sociedad, en general, en los medios, en público.
El tiempo de Adviento es tiempo de la Palabra, tiempo de escucha, cono dice Juan Bautista. La voz transmite y cuando ya lo ha transmitido, –dice san Agustín–, la voz desaparece, se pierde; pero queda en el oyente la Palabra, queda en su inteligencia y en su corazón; y esa Palabra va transformando por dentro.
Vivimos en un mundo de mucha comunicación e información, más que nunca, pero cada vez escuchamos menos y tenemos menos posibilidades de comunicarnos. En el mundo de las comunicaciones nos falta la relación personal. Hay muchos ejemplos: grupo de jóvenes que se sientan juntos, pero que no entablan relación, porque cada uno está con su móvil. Nos puede pasar también a nosotros. Podemos quedar aislados y ser menos capaces de entablar relaciones de amor auténtico y de amistad.
5.- Ser transmisores de la Palabra
Se nos invita a escuchar la Palabra, Cristo, para que nos transforme por dentro. No importa qué voz nos lo comunique. La voz puede ser del esposo, la esposa, el hijo, el padre, el amigo, el sacerdote, el creyente, un miembro de una comunidad neocatecumenal, un miembro de cualquier asociación. La voz solamente sirve para transmitir el mensaje.
¡Transmitid el mensaje, sed voz, voces en nuestra sociedad! No para decir vuestras cosas, no para enviar vuestro mensaje, vuestro contenido, eso es muy pobre. Sed voces para que la Palabra resuene entre nosotros, resuene en nuestra sociedad, se escuche y, como esa lluvia suave que va penetrando la tierra, fecunde nuestros corazones.
6.- Crecer en el amor de Dios
San Pablo en su carta a los Filipenses les felicita porque se han tomado en serio la fe y que están trabajando por el Reino. También un servidor, como obispo vuestro, me alegro de que vosotros os hayáis tomado en serio la fe y estéis trabajando por el Reino; cada uno desde la manera concreta en la que vive, en su ambiente y desde la realidad eclesial a la que pertenezca dentro de la parroquia y dentro de la Diócesis.
Dice Pablo: «Testigo me es Dios del amor entrañable con que os quiero, en Cristo Jesús» (Flp 1, 8). Pues yo quiero repetir esa frase a vosotros: Testigo me es Dios de lo entrañablemente que os quiero; y queriéndoos, os animo a que asumáis la misión que Dios os confía.
Pablo dice: «Ésta es mi oración: que vuestro amor siga creciendo más y más en penetración y en sensibilidad para apreciar los valores. Así llegaréis al Día de Cristo limpios e irreprochables» (Flp 1, 9-10).
Esa es también mi oración, queridos feligreses de la parroquia de la Purísima: que vuestro amor siga creciendo más y más para que Cristo se haga presente en vuestros corazones, en vuestros grupos eclesiales, en la parroquia, en la Diócesis y en nuestra sociedad.
7.- Visita pastoral
Como veis tenemos varias tareas: ser voz, pero antes hemos de haber escuchado la Palabra para transmitirla; ser testigos, dejando que el Señor nos convierta y nos transforme; y, después, que vuestros grupos parroquiales, comunidades, etc., sean realmente lugares donde se viva la comunión, aunque haya opiniones distintas, y se viva la fraternidad, se viva el perdón y la comprensión, para todos juntos esperar con gozo la venida del Señor a los corazones.
La Visita pastoral pretende que revisemos cómo estamos viviendo la fe, cómo somos testigos de ella transmitiéndola y cómo la transmitimos: ¿Somos verdadera voz de la Palabra? ¿La fe que hemos recibido de nuestros antepasados, de nuestros padres, de la Iglesia, cómo la estamos comunicando hoy? ¿Cómo vivimos la relación entre los distintos grupos parroquiales? ¿Cómo vivimos la comunión de la fe dentro de la Iglesia? Pues hay más diócesis y, además, está el Papa que nos preside a todos en la comunión.
Debemos revisar la marcha de la parroquia. La celebración de la Visita pastoral termina hoy, pero nuestra tarea no termina hoy. Con los sacerdotes de la parroquia y con los del Arciprestazgo, –agradecemos la presencia del arcipreste D. Manuel Márquez–, debéis hablar posteriormente a la celebración de la Visita, dialogar, proyectar juntos cómo vivir la fe, cómo ser mejores testigos hoy.
Estamos a las puertas de la fiesta de la Virgen de la Inmaculada, la Purísima Concepción, vuestra Titular. Pedimos a Ella, que escuchó la Palabra y la encarnó en su corazón primeramente y después en su vientre, que nosotros también podamos acoger la Palabra divina. Que la Virgen nos acompañe e interceda por nosotros con su maternal intercesión. Que así sea.