Valentín Robles: «Una vida de colores»

Diócesis de Málaga
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La diócesis de Málaga es una sede episcopal dependiente de la archidiócesis de Granada, en España. Su sede es la Catedral de la Encarnación de Málaga.

Habrá muchos malagueños que no conozcan a Valentín Robles (Málaga, 1947) por su nombre, pero son pocos los que no conocen Dynacolor, uno de los laboratorios fotográficos más importantes de Málaga antes de que llegara la era digital.

El sacerdote Sergio Ferrero dice de él: «es uno de los hombres de fe que me he encontrado en el camino de la vida y he compartido con él la tarea del reino de Dios»

Se casó el Domingo de Resurrección de hace 46 años, tiene 4 hijos y 6 nietos y fue durante 10 años rector de Cursillos de Cristiandad ¿Cómo llegó a Cursillos?

Fue de forma accidental, una vecina había ido a cursillos y estaba muy ilusionada, así que Maribel, mi mujer quiso ir en el 87.Cuando fui a recogerla a la clausura me impactó mucho. Además de ella, salía un amigo, y le vi una transformación increíble, hablándome maravillas. Maribel me dijo: “papa tienes que ir” y al mes siguiente fui yo.

¿Y cómo fue?

Increíble, una experiencia muy fuerte. Llevaba años alejado y me impacto mucho. Tras el cursillo empezamos a formar el grupo y a los cuatro o cinco meses me invitaron a formar parte de la Escuela. En los años 90 D. Ramón Buxrrais nos envió a Suiza a dar Cursillos, gracias D. Ángel García del Valle, fuimos un equipo de 6 personas y fue precioso. De mi etapa de cursillos tengo vivencias preciosas, Pepe Rodríguez Peláez era el consiliario cuando yo empecé y me abrió los ojos al activismo. Los siguientes diez años fue Sergio Varela el consiliario el que me dio mucha paz. Con el activismo lo pasé mal porque tenía una posición desahogada, una casa bonita y pensaba que no lo estaba haciendo bien. Sergio me hizo entender que tenía que ayudar y vivir cristianamente en el mundo que me había tocado pero no desesperarme, eso me hizo encontrar la paz interior.

¿Estuvo en Cursillos hasta el año 2000?

Si, porque mi negocio era de fotografía analógica y cuando salió la fotografía digital entramos en una crisis plena. Tenía a 50 personas trabajando en mi empresa y tuve que dedicarle todo mi tiempo.

Usted y su mujer hicieron la primera custodia administrativa que se hizo en Málaga. ¿No es cierto?

Así es, vino a Cursillos una chica de Proyecto Hombre procedente de las Adoratrices que nos contó que Menores se había hecho cargo de su hija de un año, y que ella no quería perderla. Mi mujer y yo fuimos a Menores y les dijimos que queríamos acoger a la niña hasta que la madre se recuperase. Tras un estudio a la familia, nos dijeron que podíamos empezar a verla, primero solos y después con nuestros cuatro hijos, para que ella nos fuera conociendo. Le explicamos a nuestros hijos que teníamos dos posibilidades: una que la madre no se recuperase y entonces adoptaríamos a la niña de manera legal y sería como una hermana más o que, después de un tiempo, la madre se recuperase o la familia la reclamase y la niña tendría que irse. Tenía dos años cuando la llevamos a casa, con mucho miedo por ver cómo iba a ir todo. Cuando sacábamos a la niña en coche para dar un paseo decía “ailá” para que le pusiéramos la música del coche y cuando íbamos camino de casa nos dijo como siempre “ailá, aliá”, pero ese día pusimos la radio y salió el himno de colores. Fue como una señal porque yo no lo había escuchado en la radio en mi vida. Y efectivamente, fueron dos años y medio maravillosos los que pasamos con ella, la llevaba todos los sábados a ver a su madre para que no perdiera el contacto con ella. Yo le decía que era la niña con más suerte del mundo porque tenía dos mamás, la verdadera y mi mujer. Cuando la niña tenía 4 años y medio, su madre ya se había recuperado y volvió a vivir con ella. La verdad es que pasamos siete meses durísimos porque no sabíamos nada de ella. Entonces la madre nos llamó y nos dijo que la niña quería vernos. El día que nos vimos la niña quiso volver a ver nuestra casa y cuando subimos en el coche, esta vez fui yo el que puso la radio, y oí por segunda vez en mi vida el himno de colores. Eso nos ayudó a saber que todo iba a ir bien y la niña estaría bien. El día de mis bodas de plata, durante la Eucaristía pusimos cuatro sillas detrás nuestra para mis hijos y cuando me di la vuelta, ella estaba sentada junto a ellos.

 

Beatris Lafuente

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