Un recuerdo para el Padre Tosantos desde la Misión Diocesana de Caicara del Orinoco

Diócesis de Málaga
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El pasado 29 de julio falleció en Bilbao el padre Gonzalo Tosantos, un sacerdote que fue misionero en Caicara del Orinoco y compartió labor pastoral con los actuales sacerdotes de la Misión Diocesana. El sacerdote diocesano Manuel Lozano recuerda hoy, desde Caicara, a quien «ha convivido con nosotros en la casa parroquial los 35 años que llevamos en esta misión, y quien fue párroco de Caicara años antes de nuestra llegada. Hoy celebraría su 60 aniversario sacerdotal».

RESEÑA BIOGRÁFICA DE MANUEL LOZANO A GONZALO TOSANTOS
Gonzalo Tosantos Díaz de Espada nace en san Sebastián, España el 19 de septiembre de 1934, en el seno de una familia muy laboriosa, de profundos principios y valores cristianos, que marcarán para siempre su espíritu y talante característico.
Desde muy joven tuvo deseo de ser sacerdote y misionero, por lo que ingresa en el seminario del pueblo que lo vio nacer. Inició sus estudios de Humanidades, Latín, Filosofía y Teología, siendo ordenado sacerdote el 2 de agosto de 1959 en la ciudad de Bilbao, de manos del Nuncio Apostólico del Papa en España. Su primer oficio sacerdotal fue celebrar el entierro de su padre, el mismo día de su ordenación, una vez acabada la ceremonia. Su primer destino como cura 1959-1961 fue de coadjutor de San Pedro de Galdames.
Su ministerio sacerdotal es fundamentalmente misionero. Con las misiones vascas, llega a Venezuela en el año 1962, nombrado párroco de Paracotos trabajó incansablemente en Los Valles del Tuy, luego es trasladado a Puerto Ordaz, cuando esta ciudad se estaba construyendo, en tiempos de Mons. Bernal, primer arzobispo de Ciudad Bolívar, quien lo recibió junto a otros compañeros de misión, y es en 1964 cuando llega a Caicara del Orinoco; desde ese momento su presencia se ha mantenido hasta que hace una año regresó a su tierra natal por problemas de salud.
Ha destacado sobre todo por su amor a Caicara, donde fue nombrado hijo adoptivo, fue profesor en el Liceo Manuel Cedeño, donde junto a su compañero el p. Juan Iguiñez, realizaron una extraordinaria labor educativa, que dio como resultados grandes profesionales y ciudadanos de gran valía que han influido en el desarrollo de este país. Como párroco de Caicara atendió innumerables comunidades criollas e indígenas de todo el municipio Cedeño.
Una vez que el pastoreo de este municipio pasó a manos de otros sacerdotes, él se dedicó en alma y cuerpo a atender a los indígenas Eñepá (Panares), porque decía que eran los que más lo necesitaban. Con el apoyo de Monseñor Crisanto Mata Cova, segundo arzobispo de Ciudad Bolívar, en 1974 se establece en Quebrada Seca, Túriba, conviviendo con los indígenas Panare allí asentados, viéndose obligado a estudiar antropología y lingüística. Tiene que aprender el idioma y con el asesoramiento de Fray Cesáreo de Armellada, comienza a transcribir todo lo que oye, grabándolo en casette de la época.
Vivió muchos años con los hermanos Eñepá, con actitud de encarnación, aprendiendo sus costumbres con total respeto a su cultura, estudiando aspectos como viviendas –construcciones-, fiestas, manualidades y personas. Incansable trabajador y fotógrafo por vocación, realizó numerosas series de imágenes, sobre todo de la zona de Túriba, porque como decía Gonzalo, así podrán contar a sus hijos el tipo de vida y costumbres de sus antepasados. Publicó un libro sobre los Panares y otro sobre la gramática eñepá –apuntes sobre el Idioma Panare- , que publicó la Universidad de Oriente. Se hizo este trabajo linguistico con la intención de perpetuar su lengua y facilitar a las nuevas generaciones de Panares la escritura de la misma y, también, para que sirva de base a estudiosos de este Idioma. Entre sus actividades elaboró el árbol genealógico de más de 30 comunidades indígenas de la zona, con 300 o 400 habitantes cada una de ellas. Con los estudios realizados por Gonzalo Tosantos se ha podido elaborar un completo mapa de salud de la zona. También ayudó al desarrollo de los indígenas animándoles a crear conucos con excedentes para que con sus ventas adquieran implementos que ellos necesitan: machetes, nylon, medicinas, etc. Consiguió los dos primeros camiones que los indígenas tuvieron para vender sus productos fuera de su tierra, permitiéndoles mayor independencia económica, vendiendo sus productos a precios más justos que los que le ofrecían anteriormente.
Apoyó a la hermana Juanita Bastardo, de las Misioneras de la Madre Laura, a establecer escuelas primarias en algunas comunidades indígenas. Otro aspecto por el que se preocupa es el de la salud, atendiendo a enfermos y trasladándoles al Hospital, cuando lo ameritaban, su camioneta se convertía en numerables ocasiones en ambulancia, hasta el punto de hacer de partero en algunas ocasiones cuando no se llegaba a tiempo al hospital. En esta misma línea de salud, desde 1994 hasta nuestros días, encuentra el apoyo desinteresado de la Dra. Helmosa Yazbeck, con quien realiza actividades médico sanitarias de prevención, vacunación y atención en todas las comunidades Panare del Municipio Autónomo Cedeño, del Estado Bolívar, llegando a formar a un grupo de enfermeros Panare para la atención sanitaria permanente de más de diez comunidades de su etnia. Labor que siguen realizando con el mismo espíritu con que fueron preparados.
Son muchas las anécdotas y experiencias de este extraordinario sacerdote: riesgos en la selva, en los caminos, plagas, enfermedades y mucho trabajo sobre todas las cosas, sin embargo, estas adversidades, nunca lo desanimaron, en la entrega al servicio y la fidelidad a su vocación.
A petición de Mons. Medardo Luzardo Romero, tercer arzobispo de Ciudad Bolívar, fue nombrado Prelado Doméstico de Su Santidad, en el año 2009, año de sus bodas de oro sacerdotales, nombramiento que recibió agradecido y con mucha humildad, y cuando alguna persona o compañero, le llamaba monseñor, él siempre se sonreía y más de una vez decía que se dejaran de “mariqueras”.
Refiriéndose a Venezuela siempre decía «mientras pueda volveré», y así fue hasta que su delicada salud no le dejó continuar. De Venezuela siempre tenía buenas palabras y destacaba su belleza natural, «un país fantástico, impresionante, con gente muy bien formada, pero de un tiempo a esta parte ha perdido mucho, se lamentaba». Ha vivido en este país casi 60 años, y reconocía que en los últimos tiempos era «una tristeza de país, falta de todo». Pero frente a la desesperanza, el decidía regresar, porque «allí está mucha de la gente a la que quiero, mi mundo, mi vid». Son palabras dichas desde el corazón, verdaderas, auténticas, claras, como era su vida, todos lo sabemos, también el actual arzobispo de Ciudad Bolívar, Mons. Ulises Antonio Gutiérrez Reyes, quien ha reconocido y valorado su extraordinaria valía como ser humano, como sacerdote y buen pastor, poniéndolo siempre de ejemplo ante los demás sacerdotes como un verdadero MISIONERO.
P. Gonzalo, ha sido un gran maestro de la vida y de la fe, con su palabra, su caridad, sus consejos, sus regaños, y hasta con sus “pellizcos y nalgadas”, pero sobre todo con su testimonio coherente de vida. Un gran compañero y amigo, un excelente colaborador con todos los sacerdotes malagueños que hemos convivido con él desde hace 35 años. Agradecemos a papá Dios su presencia entre nosotros, su amistad sincera, su exquisita humanidad, su ciencia y experiencia, su sabiduría que desprendía de manera natural sin vanidad alguna, ya que siempre entendió, tanto en el trato con los hermanos indígenas como con el pueblo criollo, que hay que servirles a ellos y no servirse de ellos. Además de su espíritu y ardor misionero, de su abnegación y sacrificio, destacamos su talante contemplativo, como un verdadero hombre de fe, alimentada en sus tiempos prolongados de oración, levantándose muy temprano y colocándose ante el Santísimo Sacramento todos los días; la vivencia de la Eucaristía que nunca dejó de celebrar; un verdadero hombre de Dios, lleno del Espíritu, que supo conjugar muy bien contemplación y acción. Estos son los hombres que necesitamos para transformar el mundo según el diseño y reino de Dios. Además de todo lo dicho, que seguro se ha quedado muy corto, porque Gonzalo, es mucho más de lo expresado en este escrito y en otros, nos ha impresionado siempre la certeza que él tenía en la Resurrección y en la vida eterna, que no sólo era una creencia, sino un deseo, manifestando muy frecuentemente, ante el asombro de todos, de querer estar lo más pronto con el Señor, la razón de ser de toda su vida y actividad..
Gonzalo, sabemos que tus anhelos se han cumplido, que has pasado al gozo de tu Señor, tu gran Amor. Has sido un extraordinario regalo de Papá Dios para todos. Y como ya estás con él, no te olvides de interceder por tu Caicara y Venezuela querida. Te queremos y recordaremos siempre. ¡Hasta el cielo!

Encarni Llamas

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