La comunidad educativa del Colegio de las Misioneras Cruzadas de la Iglesia, en la barriada malagueña de La Palmilla, comparten la experiencia de contribuir con su labor a un colegio, construido entre todos.
Julián Delgado, profesor de Educación Física y Plástica. 26 años en el colegio
«El centro es un referente para el barrio. Son muchas familias las que han pasado por el colegio. Yo tengo, por ejemplo, antiguas alumnas que son abuelas de alumnos actuales. Las religiosas siempre han dado testimonio de ayudar a todos, y eso nos ha llevado a luchar contra el absentismo, a hacer un seguimiento a los que terminan sus estudios… Formamos parte del barrio, y para los propios profesores, eso es muy importante porque muchos empezamos y nos jubilaremos aquí. El colegio es nuestra vida».
María Belén Gil y Manuel J. Tello, coordinadora y monitor del proyecto «Bajar a la calle»
«Nos encontramos con niños a los que les cuesta mucho soñar, pensar en el futuro. Son pobres, especialmente, de cultura. No tienen ilusión por llegar lejos, por salir adelante. Por eso trabajamos con la familia, les ofrecemos escuela de padres, realizamos salidas a la naturaleza, les enseñamos que existen otras formas de vivir».
«Trabajamos con niños que tienen problemas de comportamiento, cuya experiencia aquí es de confrontación con ellos mismos, con los profesores, con los compañeros… En esos recorridos de aprendizaje les ofrecemos alternativas, atacamos la raíz del problema y les damos la oportunidad de adquirir el autocontrol, el autoconocimiento, de desarrollarse adquiriendo otras habilidades que les permitan tener una experiencia educativa positiva y constructiva»
Dolores García y Suyapa Urbina, Misioneras Cruzadas de la Iglesia
«Somos cuatro en la comunidad de religiosas, pero la comunidad del colegio es mucho más grande, porque tenemos unos profesores muy comprometidos, que viven el carisma de Nazaria Ignacia, nuestra fundadora, y que tienen un compromiso cristiano y por el barrio».
«Aquí se está por opción. La primera impresión cuando llegué de Honduras fue el barrio. ¡Me sorprendió ver en España un barrio como éste! Pero enseguida me sentí identificada, porque yo venía de un barrio muy similar. Hay que pisar este terreno con pie descalzo, con los oídos abiertos y el corazón grande. Dios me ofrece la oportunidad de seguir contemplando esta realidad con esperanza».
Toñi Vigo y Ana Belén Núñez, antiguas alumnas, tutoras de primaria y catequistas de los grupos de fe «Nazaria»
«Me siento muy a gusto, porque en este colegio hay una sensibilidad que no hay en otros: se trabaja el campo espiritual y tú misma puedes crecer por dentro gracias a la compañía de las religiosas y de los otros profesores».
«Me llena de orgullo estar aquí formando a niños de mi barriada, niños como yo, a tener la misma oportunidad que todos se merecen. Para eso luchamos».
Twitter: @mcimalaga
