Los sacristanes son personas que trabajan abnegadamente horas y horas y cuya labor en muchos casos pasa desapercibida. Para los curas, sobre todo en los pueblos, son sus pies y sus manos.
«Llevan toda la vida ayudando a la parroquia, tienen un corazón enorme y todo lo hacen por amor a Cristo»
Andrés Conde, párroco de Ntra. Sra. del Rosario en Cartajima, Sta. Rosa de Lima en Igualeja, Espíritu Santo en Pujerra e Inmaculada Concepción en Parauta se deshace en elogios al hablar de la labor que realizan las sacristanas de los cuatro pueblos que atiende. «Para mí son como mis madres, siempre están pendientes de mí, me cuidan e incluso me ayudan moralmente y me animan, como lo haría una madre».
Ellas son las únicas del pueblo que tienen llave de la iglesia y las encargadas de abrir el templo a diario para que la gente pueda entrar a rezar. «María Gómez, empezó a ayudar en la parroquia en Igualeja desde pequeña. Su padre y su abuela fueron los sacristanes anteriores. Podemos remontarnos más de cien años en la tradición familiar. María ya es mayor y ahora la ayudan también Pepi y Mariana. En Cartajima, quien me ayuda es Asunción, que lleva también toda la vida; al igual que Mariana Macía, en Pujerra. Ambas, desde pequeñas. Y, por último, en Parauta, cuento con las manos de Carmen, Isabel y Pilar, conocidas como: “las pastoras”. Sin cada una de ellas no sería posible atender tantos pueblos. Cuando termino la Eucaristía en un pueblo salgo camino del otro y, en ese trayecto, la sacristana es la que va preparando el templo y tocando las campanas para que, cuando yo llegue, ya esté todo listo para empezar».
Mis dos muletas
El sacerdote Antonio Jesús Jiménez párroco de Santa Ana en Alfarnate y Santo Cristo en Alfarnatejo, refrenda las palabras de su compañero y da las gracias por la ayuda que le prestan las dos sacristanas. «Francisca Luque y Amelia Cárdenas, llevan toda la vida ayudando en la parroquia. Son dos mujeres entregadas. La iglesia es lo que las anima a seguir viviendo. Tienen un corazón enorme y todo lo hacen por amor a Cristo. Para mí son importantísimas, porque me facilitan mucho el trabajo. Son mis dos muletas. Sin ellas, lo tendría muy complicado».
Manuel Vera, al que todos conocen como Manolito, es sacristán de Ntra. Sra. de la Encarnación de Yunquera, desde hace cinco años, pero lleva toda la vida cerca de la iglesia. Ya desde monaguillo hacía trabajos. A diario se encarga de preparar el templo para las celebraciones, tocar las campanas, etc.
«Desde el principio me ha movido mi fe y el acercamiento al Señor a través de esta tarea –afirma Manolito-. La fe me hace vivir todo eso intensamente y no me importan las horas que tenga que echar, lo hago con gusto. Los párrocos van cambiando según las necesidades pastorales de la Diócesis. El actual, Fernando Luque, lleva unos pocos meses. Normalmente, el cura que deja la parroquia nos presenta a su sucesor y les ayudamos en lo que podemos. Es curioso, porque tuve que dejar de trabajar hace ya 10 años por problemas de visión y la gente se sorprende por cómo me muevo en la parroquia. Yo creo que es porque cuando hago una cosa, le doy gracias al Señor porque es Él el que me guía». También es el encargado de hablar por los altavoces del pueblo, comunicar cuando hay una misa, un entierro o una procesión. Eso empezó a hacerlo con 10 años. Una tradición que, con las redes sociales, tiene poco futuro.
El párroco de San Pedro Apóstol, en Cártama, José García, destaca sobre todo la importancia de los pequeños detalles que realizan los sacristanes «detalles sin los cuales las cosas importantes no se pueden hacer. Ser sacristán es mucho mas que abrir las puertas de una parroquia. Para mí desarrollan un papel fundamental todos y cada uno de ellos. Por eso, les estoy muy agradecido. Gracias a ellos, nuestras parroquias funcionan bien en el día a día. Debería ser una labor más reconocida, porque desempeñan una labor muy importante. Sencilla pero importante. Además, para los curas, cuando hacemos el relevo, son fundamentales porque también nos orientan sobre la gente del pueblo. Su ayuda es fundamental a la hora, por ejemplo, de los entierros, ya que te cuentan cosas de la persona fallecida y eso te hace más fácil llegar a sus seres queridos. El sacristán de mi parroquia es José Trujillo, que lleva ya más de 20 años haciendo esta labor. Todo el pueblo lo conoce y él conoce a todo el mundo». Trujillo, por su parte, explica que se encarga de todo lo relacionado con el templo, incluido los columbarios. «Aquí siempre hay trabajo pero, sobre todo, cuando en abril bajan a la Virgen de los Remedios de su ermita, esos días la parroquia permanece abierta más de doce horas seguidas. Paso más horas en la iglesia que en mi casa. Viene mucha gente de fuera, tanto de la provincia como de Madrid, Barcelona… La gente tiene mucha fe en ella, yo mismo he sido testigo de muchos milagros».
Beatriz Lafuente