Semblanza del sacerdote Luis Ramírez Benéytez

Diócesis de Málaga
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La diócesis de Málaga es una sede episcopal dependiente de la archidiócesis de Granada, en España. Su sede es la Catedral de la Encarnación de Málaga.

IN MEMORIAM

La vida es relación y Luis bien que la practicaba, especialmente por teléfono con no pocos seglares y sacerdotes.

El 11 de febrero de 2014, festividad de Ntra Sra. de Lourdes, me llamó y dijo:

-Reza al Señor por mí que hoy hace 74 años de mi consagración a la Virgen. Yo era un “koska”, ¿sabes?

Y me contó que a sus 12 años representó a san Estanislao de Koska, y que, desde entonces, la Virgen siempre ha estado presente en su vida. Y me recitó parte de aquella interpretación en la que el peregrino Estanislao caminó a pie trescientas leguas, para llegar a Roma y entrar en la Compañía de Jesús. Después, como si estuviera reviviendo su vida, se puso a hablar de su paso por los Luises, y de la carrera de perito que estudió, y de su conocimiento de las periferias de Madrid, en el Pozo del Tío Raimundo con el padre Llanos. Después me habló de la mili en Gerona -que le sirvió para aprender el catalán-, y de cómo tras la mili, se marchó al noviciado de los jesuitas donde duró poco, y de allí, el Seminario de Ávila donde fue compañero de Olegario González de Cardedal, y, por último, a nuestro Seminario de Málaga, donde, nada más llegar, le pusimos el sobrenombre de El Largo. Cosa que le agradó.

Y en nuestro Seminario, buscando de nuevo las periferias, trabó amistad con los pescadores de bajura, y se embarcó con ellos alguna que otra noche.

-Me pude embarcarme, decía, porque don Antonio López, el rector, valía un montón.

Y a Luis se le iluminaba el rostro hablando de su Rector y de los meses de agosto que pasábamos los seminaristas en los campos. ¡Ay, escuela rural de los Lagares de Álora, donde se ponía a hablar de la resurrección y los campesinos no salían de su asombro!

Y, por fín, el 17 de diciembre de 1960, primer día de las antífonas oh, Oh sabiduría, en la Basílica de Nuestra Señora de la Victoria, recibió la ordenación sacerdotal, para ser cura de pueblo que era lo que él quería:
Pero ser cura de pueblo tiene sus problemas. Y por ello, estrenando sacerdocio en Fuengirola y predicando el evangelio del Buen Samaritano, se atrevió a decir que el hombre medio muerto a la vera del camino, el apaleado y asaltado por los ladrones, era Juan pueblo. Juan pueblo. Y faltó tiempo para que lo acusaran ante Solis, el ministro, quien presentó sus quejas al Sr. Obispo. Y don Ángel Herrera lo llamó y le pidió cuentas, y Luis va y le dice:

-Sr. Obispo, si yo sólo he repetido unas palabras que usted predicó sobre el Buen Samaritano.

-¡Pero, hijo, -le interrumpió don Ángel-, no hagas eso, eso lo hace el obispo y si no protestan es porque soy yo! ¡Tú, no te lleves los palos que querrían darme a mi, hijo, no te los lleves!

Quería ser cura de pueblo y fue nombrado ecónomo de Montecorto y encargado de la Escuelas rurales. En aquel destino, qué entrañable imagen conservaba de sus visitas a Ronda y sus encuentros con don José Parra.

Después, a Santa Amalia-El Romeral, hasta que don Ángel Suquía le nombró párroco de Alhaurin el Grande, donde descubrió la sabiduría popular que tanto le encantaba, tanto que él se consideraba un alhaurino más.

En 1981 fue miembro de la pastoral universitaria y de la Delegación de Medios de Comunicación. Después estudió y se doctoró en Economía y Empresa, y, tras un paréntesis, volvió a encargarse de Sta Amalia y Santa Ana, para cerrar su labor en la parroquia de Ntra Sra del Rosario de Fuengirola.

Pero Luis fue, además, un gran escritor: el premio Andalucía de novela con «El ciego y oscuro salto de Francisco Vicaría», y los numerosos artículos de prensa así lo testifican.

Cura, economista y escritor, sabía de casi todo, pero, ¡con qué genio a veces! Genio que después pasaba por el tamiz del dolor de corazón. Con Manuel Ángel, el párroco, discutió una tarde. Y aquella noche la pasó mal, pero le dijo a la Virgen: «Madre, que mañana cuando llegue a la parroquia pueda hablar normal con Manuel Ángel». -Mira, me contaba-, llegué y le dije: “Buenas tardes”. “¡Hola Luis, buenas tardes!”, me contestó él. “De lo de ayer ¿nada?», le pregunté. “Nada Luis”, me respondió. Lorenzo, creo que los curas sabemos vivir lo que decía san Pablo: la caridad todo lo soporta».

Por eso, cuando le ayudaban, cómo lo agradecía: la última vez que hablé con él, me dijo que Carlos Acosta se había portado con él como un hermano, pues le había acompañado hasta las tres de la madrugada en el Clínico. «Chapeau Acosta», dijo alzando la voz.

Y es que él era un gran creyente. Un creyente que manifestaba su amor a Jesucristo en el amor a los demás y de ahí que siguiera en la tarea a los 88 años, en el rezo fiel de las horas y en la breve homilía de cada día:
-¿Recuerdas la lectura de san Ireneo de ayer?, me pregntaba un día sí y otro también. Y me leía:

“En efecto, no hubiéramos podido recibir la incorrupción y la inmortalidad, si no hubiéramos estado unidos al que es la incorrupción y la inmortalidad en persona. ¿Y cómo hubiéramos podido unirnos al que es la incorrupción y la inmortalidad, si antes Él no se hubiese hecho uno de nosotros?” Uno de nosotros, gracias al Padre que nos lo dio y a la Virgen que lo aceptó.

Y añadía: -¿Tú sabes una cosa? Yo he descubierto que el mejor camino para ir a Jesús es María. Sí, porque ella fue su madre. Ella le amamantó y lo vió crecer. Ella lo quería como nadie. Ella es nuestro camino.
Y buscaba sin descanso cómo acercar la luz, la verdad y el amor de Jesús a todos. Por eso, fue fiel a su sacerdocio, a su Iglesia diocesana, al Señor y a su Madre.

Luis, el amigo. El amigo del Rorro, Santi, Barroso, Curielillo, Miguel Ríos, Eladio, A. Martín, etc. etc… por recordar sólo a algunos de los que le precedieron en la paz del Señor.

Y Luis, el madrileño nacido en Mora de Toledo, hijo de don Manuel y doña Sagrario, terminó siendo malagueño, por la gracia de Dios y de nuestra Iglesia particular de Málaga.

Hemos perdido un compañero. Compañero se deriva de cum-panis: los que comparten el mismo pan. Hemos perdido un amigo con el que hemos compartido el pan de la fe y de los trabajos apostólicos, un hermano en el sacerdocio, y hemos ganado un adelantado en el cielo. Él, ya está con el Señor y su Madre. Espero que no discuta con san Pedro, pescador de más categoría que él.

Luis, gracias por tu vida, tu entrega, tu fe, tu oración y amistad.

Te escogió para que estuvieras con Él.

Lo nuestro, dar gracias y suplicar por él y por todos. Suplicar la misericordia del Padre que se manifiesta en la muerte y resurrección de Cristo Jesús, su Hijo, que vamos a celebrar en el inmenso regalo de la eucaristía.

Lorenzo Orellana, sacerdote

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