San Lorenzo, diácono

Diócesis de Málaga
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La diócesis de Málaga es una sede episcopal dependiente de la archidiócesis de Granada, en España. Su sede es la Catedral de la Encarnación de Málaga.

Su fiesta se celebra el 10 de agosto, día en el que sufrió el martirio y está representado con la dalmática de diácono, y portando una parrilla para recordar su tormento.

El libro “El coro de la Catedral de Málaga. Una joya del barroco español”, de Francisco García Mota, ha sido editado por la Fundación Málaga. Disponible en librerías.

El sacerdote Francisco García Mota explica en su obra “El coro de la Catedral Basílica de Málaga” que este santo «nació en Huesca, y era hijo de Orencio y Paciencia. Fue uno de los siete diáconos de Roma; discípulo del papa Sixto II. Parece que era depositario del Santo Grial (copa que Jesús utilizó en la última cena) y ante el peligro de que se perdiera, lo mandó a su familia que quedaba en Huesca, que lo depositó en la iglesia de San Pedro. Posteriormente, el obispo Acilo, en el año 711, ante la invasión musulmana, se lo llevó».

Murió mártir en el año 258, y es que, como relata García Mota «fue quemado en una parrilla en la Vía Tiburtina de Roma por orden del emperador Valeriano. En su martirio Lorenzo exclamó: «Soy del todo dichoso, porque he merecido ser hostia de Cristo».

Muchos conocerán la vida de este santo gracias al Real Monasterio de San Lorenzo de El Escorial (Madrid), ya que el rey Felipe II construyó el edificio en forma de parrilla, como acción de gracias por la victoria contra los franceses en la batalla de San Quintín, que tuvo lugar el 10 de agosto de 1557, día de san Lorenzo.

Fue el emperador Constantino el que hizo construir sobre su tumba la Basílica de San Lorenzo Extramuros.

Junto a san Lorenzo, encontramos a otro diácono, san Esteban, del que García Mota cuenta que fue «protomártir en un momento en que el cristianismo era considerado como una secta más del judaísmo. Según el libro de los Hechos (6, 5), Esteban era el líder de los siete diáconos nombrados por los apóstoles, en defensa de los judíos helenistas (los de la diáspora hablaban griego). Los judíos acusaron a Esteban, ante el Sanedrín, de blasfemar contra Moisés y contra Yahvé. Condenado a muerte, fue lapidado en la parte norte de Jerusalén, en el camino del Cedrón. Mientras lo lapidaban oraba diciendo, como Jesús en la cruz: «Señor, no le tomes en cuenta este pecado».

 

Beatriz Lafuente

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