El Misal expone, en su número 98, las tareas para las que se instituye un acólito, que, por serlo, es también ministro extraordinario de la comunión: “El acólito es instituido para el servicio del altar y como ayudante del sacerdote y del diácono. A él compete principalmente la preparación del altar y de los vasos sagrados, y, si es necesario, distribuir a los fieles la Eucaristía, de la que es ministro extraordinario”.
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