Daniel Guerrero, profesor de los Centros Teológicos de la Diócesis de Málaga, ayuda a profundizar en el evangelio de la Solemnidad de la Santísima Trinidad (Mateo 28, 16-20).
Ante la Solemnidad de la SantísimaTrinidad que celebramos este domingo, la primera tentación, inherente a nuestra curiosidad humana, es intentar explicar el misterio que encierra. Pero de repente nos damos de bruces con la realidad: no podemos explicar lo inexplicable.
El misterio, misterio es. Si lo desvelamos dejará de ser misterio y perdería su “gracia”. Por lo tanto, ¿cómo me sitúo ante este misterio de la Trinidad? Tengo al alcance de mi mano dos posibilidades: resignarme o aceptarlo. La resignación paraliza, la aceptación moviliza; la primera reduce, la segunda ensancha.
A lo que te resignas te sometes, lo que aceptas te transforma. Aceptar no significa claudicar; significa sencillamente, reconocer una realidad. Y el misterio no es esencialmente lo inexpresable, lo impenetrable, lo inefable; es una realidad que se comunica, que se transmite, que se deja «tocar», que suscita nuevos interrogantes mucho más profundos y transcendentales a quien se deja habitar por Él y quien habita en Él. Al aceptarlo, el misterio no se resuelve, aparentemente no cambia nada; sin embargo, se modifica radicalmente nuestra relación con Él.
Son otros muchos los misterios, las dudas,las incertidumbres, las preguntas que anegan nuestra vida y para las que no tenemos respuesta o, al menos, no una explicación inmediata.
¿Qué hacer ante todo eso que nos sobrepasa y que nos transciende? Resignación o aceptación