Rando: «No crucifiquemos más a Dios»

Diócesis de Málaga
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La diócesis de Málaga es una sede episcopal dependiente de la archidiócesis de Granada, en España. Su sede es la Catedral de la Encarnación de Málaga.

El Museo Jorge Rando, junto al Monasterio de las Mercedarias, constituye un espacio expresionista único en España. Además de exposiciones temporales y permanentes, ofrece un taller a disposición de artistas con pocos recursos.

-¿Qué tiene de especial el Museo Jorge Rando?

-Éste no va a ser un museo al uso, como todos, donde yo voy, veo la obra… no. Va a ser una casa de «acogida», queremos que sea «la sala de estar del arte» en Málaga. Cuando se abren las puertas del museo a las diez de la mañana se abre también el taller, a disposición de artistas que, por diversas circunstancias, no pueden pintar en otro sitio, y se les va a ofrecer un lugar, pinceles, colores, lienzos, caballetes. Tampoco vamos a olvidarnos de los niños, a quienes tenemos especialmente presentes con un espacio propio donde enseñarles el concepto del arte, a amar el arte, para completar ese equilibrio que necesita la persona. Y luego está la biblioteca, que queremos que sea la mejor colección de obras sobre expresionismo en España, disponible para todo tipo de estudiantes.

– ¿Cómo van a cuidar ese aspecto pedagógico?

-Nosotros somos totalmente independientes, no tenemos subvención de Ayuntamiento ni de Diputación. Nosotros ofrecemos colaboraciones, porque la filosofía de esta Fundación, que se la he inyectado yo, es «hacer, ofrecer y enseñar» y luego pedir colaboración, pero antes dando, sin olvidar que el corazón que va a latir aquí es el de la enseñanza. Queremos empezar con un proyecto educativo que abra el museo a los niños de los colegios malagueños, para lo que se ha contado con la Junta de Andalucía y diversos estamentos, y se ha ido a los centros de enseñanza para contar con los profesores que así lo deseen, y que los colegios y el museo tengan una intensa relación.

– ¿Cómo surge este proyecto y por qué precisamente en Málaga, en el barrio del Molinillo?

-El proyecto lleva gestándose muchísimos años puesto que aquí existen dos entes: la fundación Jorge Rando y el museo. La fundación gestiona todas las actividades culturales y el museo muestra las obras en dos salas permanentes y en otras temporales donde exhibirán artistas invitados nacionales e internacionales siempre con la poética del expresionismo hasta nuestros días. ¿Por qué el expresionismo? Porque cuando yo era muy joven y me fui a Alemania, allí descubrí que era mi lenguaje, para expresarme en la pintura. Aunque también hago escultura, yo no soy un pintor y escultor, sino un pintor que hace escultura. Durante mi juventud, se empezó a gestar esta fundación, que iba a instaurarse en Madrid, porque a Málaga, mi tierra, sólo venía a descansar. Sin embargo, cuando Málaga optaba a ser «capital cultural» tuve la oportunidad de conocer a personas dedicadas a la cultura, y me mostraron su interés porque me reuniera con el alcalde. En aquella época yo expuse sobre «la Pasión» en el Palacio Episcopal, con 120 obras, y cedí las obras a la Diócesis de Málaga para que los disfrutaran los malagueños. Entonces conocí la necesidad del Monasterio de las Mercedarias, y decidí apostar por mi ciudad. Se mataron dos, tres o cinco pájaros de un tiro. Restauramos algo que necesitaba el barrio del Molinillo, que está muy huérfano de actividad cultural, porque tenemos un profundo carácter social, ya que queremos que sea de ellos, salir al barrio, cuidar el entorno… Luego este lugar tiene una profunda espiritualidad y una paz que me hizo sentir que éste era mi sitio. Ahora sigo manteniendo mi domicilio en Alemania, mi estudio y mi vida cultural. Pero a raíz del Museo estoy un poco más de tiempo aquí.

-¿Cómo entiende Jorge Rando la pintura?

-El concepto filosófico de la pintura pasa por la teoría de la creación. Yo siempre digo que Velázquez nunca supo que pintó «Las Meninas»; él pintó y siguió pintando, buscando el súmmum de la pintura. Al súmmum no vamos a llegar, el único creador es uno, el que está arriba, «Su Majestad», como le decía Santa Teresa. Por lo tanto nosotros sólo podemos recrear. Yo no puedo llegar a la abstracción de un árbol si no me hubieran creado antes ese árbol. Eso exige de los artistas el no ser soberbios, sino saber que somos sólo unos instrumentos, que eso que tenemos es un don. Lo primero es descubrir que lo tenemos y después aprender a realizar eso para lo que estamos llamados.

-¿Qué le ofrece el expresionismo a la pintura religiosa?

-Yo soy un pintor de ciclos, no dejo nunca los temas. Entre mis obras hay pinturas del continente africano, un tema que me impactó muchísimo, donde veo otra pasión, como la de Cristo. También está la pasión de la prostitución. Son temas que seguirán siempre, porque por lo visto no los queremos arreglar. El expresionismo, que rebrota de los horrores del siglo XX, no pretende denunciar, sino mostrar y decir «Oye, que esto está ocurriendo. Hagamos algo». Por eso en mi pintura hay un continuo decir «No crucifiquemos más a Dios», y en mi ciclo de la pasión de Cristo, el Resucitado se queda con nosotros y abraza a la humanidad.

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