Irene Padilla, Proyecto Hombre.
Este mes, traemos a nuestros voluntarios la historia de Irene, voluntaria y psicóloga… o psicóloga y voluntaria, lo mismo da el orden, porque gracias al voluntariado de otros tuvo claro qué quería llegar a ser y para qué. Así que estudió psicología y además hizo lo que le gustaba, ayudar, y poner al servicio de una comunidad como Proyecto Hombre su profesionalidad. Porque siempre quiso dedicarse a eso.
Actualmente desarrolla su labor dentro del Programa de Prevención de Menores, ayudando a padres y jóvenes que se inician en el oscuro mundo de las adicciones. Reconoce que quienes más ayuda necesitan son los padres y la finalidad de este grupo terapéutico es enseñarles a tratar la problemática y mostrarles que han de marcarse unos límites.
Como voluntaria, el trabajo le aporta todo porque le encanta ayudar a los demás a través de los conocimientos que ha adquirido, sobre todo a los que se encuentran perdidos, y profesionalmente reconoce que le encanta trabajar con grupos porque le aportan mucho más, aseverando que en su persona se cumple el tópico de aprender mucho más ella, de los que necesitan su ayuda.
Cree en este voluntariado tanto que asume que ya se ha convertido en una obligación escogida. Alaba la actitud de la Iglesia de estar detrás de un gran número de asociaciones que se encargan de llegar donde no alcanzan las instituciones, desarrollando una labor imprescindible en el campo de las adicciones.
Recomienda el voluntariado a todas aquellas personas que teniendo tiempo libre no saben cómo ocuparlo y qué mejor manera que ayudar. Convencida de que el voluntariado es necesario como persona y partiendo de que la base de su vida es el positivismo, el altruismo y la bondad, cree que convertirse en voluntario es un buen modo de vivir ya que el mundo se puede cambiar con pequeñas cosas y pequeños gestos. Gestos pequeños que unidos convierten un hecho en algo grande. Para muestra, un botón: Proyecto Hombre. Algo grande.