Miguel Cristóbal Rueda es el director del colegio Padre Jacobo, de la Fundación Victoria. Del 2 al 5 de febrero participará en el IV Congreso de la red mundial de escuelas impulsada por el papa Francisco, presentando uno de los proyectos del centro, el hermanamiento entre alumnos.
¿Cómo acogieron la noticia de la selección de su proyecto para ser presentado en el Congreso Mundial?
– Fue una grata sorpresa. A principios de este curso, al igual que todos los coles de la Fundación, pasamos a formar parte de la Red Mundial de Scholas Ocurrentes liderada por el papa Francisco, una red compuesta por 375.000 centros de los cinco continentes. Y decidimos compartir uno de nuestros proyectos, el que más satisfacciones nos da y del que estamos más orgullosos, que es el de «Hermanamiento entre Alumnos». La sorpresa fue cuando recibimos un correo en el que nos comunicaban que estábamos seleccionados para exponer nuestro proyecto en el IV Congreso Mundial de la red Scholas que se va a celebrar en el Vaticano y que clausurará el Papa en persona. Una satisfacción enorme y un orgullo.
¿En qué consiste este proyecto?
– Todos nuestros alumnos están hermanados entre sí. Desde los 3 años hasta los 17, incluso los de aula específica, todos tienen un «hermano», ya sea mayor o pequeño. Cada una de nuestras actividades las realizamos a partir de este hermanamiento. Desde desayunos que se organizan juntos, actividades dentro del aula en las que los mayores introducen unidades didácticas a los pequeños, clases conjuntas de Educación Física, certamen de villancicos y hasta en la imposición de la ceniza en la Cuaresma, pues así los pequeños van más confiados.
¿Cuáles son los frutos de esta iniciativa?
– El mayor fruto es que, aunque en nuestro colegio siempre se ha respirado un ambiente familiar y cercano, ahora lo vemos mucho más patente. En los pasillos, en las aulas… Vemos la satisfacción en las familias y en los propios alumnos. Hay gestos y detalles preciosos como el que protagonizó el otro día una niña de tres años al traer un regalo que los Reyes habían dejado para su «hermano mayor»; o la sorpresa que los pequeños dieron a sus «hermanos mayores» apareciendo en su fiesta de graduación al final del curso pasado y que hizo que todos rompiéramos a llorar. Nos aporta mucho. A veces, nos faltan palabras para explicar cómo nos sentimos por esta actividad.
Antonio Moreno Ruiz