Presentadas las Prioridades Pastorales para este curso

Diócesis de Málaga
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La diócesis de Málaga es una sede episcopal dependiente de la archidiócesis de Granada, en España. Su sede es la Catedral de la Encarnación de Málaga.

Este jueves 20 de septiembre han sido presentadas las Prioridades Pastorales Diocesanas para el curso 2018-2019. Su presentación al clero ha tenido lugar en el Seminario Diocesano, en el transcurso de la Jornada Sacerdotal Diocesana en la que los sacerdotes y diáconos comparten el inicio de curso en una convivencia fraterna. Las líneas que van a marcar el trabajo en este curso pastoral son revitalizar las parroquias como escuelas de santidad, profundizar en la pastoral de conjunto y promover la presencia evangelizadora del laicado en la vida pública. A los seglares, les serán presentadas el 29 de septiembre, dentro del Encuentro del Sr. Obispo con los Fieles Laicos que se celebrará en Casa Diocesana Málaga.

1. En una sociedad secularizada

En cada nuevo curso pastoral nos planteamos los retos más importantes y urgentes para afrontarlos con lucidez, valentía y gozo. Curso tras curso vamos asumiendo las tareas que consideramos más adecuadas, para responder a la misión que el Señor confió a su Iglesia de evangelizar a todas las gentes (cf. Mt 28, 19-20), animando al discipulado misionero. Agradecemos a Dios el camino recorrido y animamos a todos los fieles a seguir caminando en la dirección que el Espíritu Santo nos va indicando bajo la guía de los pastores de la Iglesia. Es necesario tomar conciencia de la importancia de revitalizar las parroquias como escuelas de santidad, creciendo en la pastoral de conjunto y redescubriendo la preciosa vocación del laicado en la Iglesia. Esta triple perspectiva marca la urdimbre pastoral del presente curso, teniendo siempre presente la sociedad en la que vivimos. El papa Juan Pablo II se planteaba hace dos décadas: «¿Cómo no hemos de pensar en la persistente difusión de la indiferencia religiosa y del ateísmo en sus más diversas formas (…). Embriagado por las prodigiosas conquistas de un irrefrenable desarrollo científico-técnico, y fascinado sobre todo por la más antigua y siempre nueva tentación de querer llegar a ser como Dios (cf. Gn 3, 5) mediante el uso de una libertad sin límites, el hombre arranca las raíces religiosas que están en su corazón: se olvida de Dios, lo considera sin significado para su propia existencia, lo rechaza poniéndose a adorar los más diversos “ídolos”» (Christifideles laici [ChL], 4).

No podemos olvidar, pues, que vivimos inmersos en una sociedad secularizada, que ha arrinconado a Dios y ha ensalzado al ser humano como dueño y señor. Este fenómeno del secularismo es grave y afecta tanto a individuos como a comunidades enteras y toca diversos aspectos de la vida humana: instituciones, leyes, modos de pensar, cultura, tal como ya lo describía el Concilio Vaticano II (cf. Gaudium et spes [GS], 7).

Sin embargo, persisten en el ser humano la aspiración y la necesidad de lo religioso que no pueden ser suprimidos totalmente. Los interrogantes profundos de la existencia humana (sentido de la vida, sufrimiento, muerte) siguen presentes en el corazón del hombre. Nuestro reto pastoral es ofrecer al hombre de hoy el sentido de la vida y la felicidad anhelada, que muchas veces es buscada por caminos equivocados. Por ello, sigue vigente la verdad que san Agustín proclamaba: «Nos has hecho, Señor, para Ti, y nuestro corazón está inquieto hasta que no descansa en Ti» (Confesiones, I, 1).

El papa Pablo VI, que será canonizado en octubre próximo, decía en la clausura del Concilio: «La Iglesia del Concilio sí se ha ocupado mucho, además de sí misma y de la relación que le une con Dios, del hombre tal cual hoy en realidad se presenta: del hombre vivo, del hombre enteramente ocupado de sí, del hombre que no sólo se hace el centro de su interés, sino que se atreve a llamarse principio y razón de toda realidad. (…) El humanismo laico y profano ha aparecido, finalmente, en toda su terrible estatura y, en un cierto sentido, ha desafiado al Concilio» (Discurso de clausura, 5). La antigua historia del samaritano ha sido la pauta de la espiritualidad del Concilio, que se ha ocupado de la religión del Dios que se ha hecho Hombre y se ha encontrado con la religión del hombre que se hace Dios.

Debemos afrontar la prioridad más grande en esta época, en palabras del papa Benedicto: «No hay prioridad más grande que esta: abrir de nuevo al hombre de hoy el acceso a Dios, al Dios que habla y nos comunica su amor para que tengamos vida abundante (cf. Jn 10,10)» (Verbum Domini, 2). El ser humano está abierto a la transcendencia y, aunque no sea consciente de ello, su corazón estará siempre inquieto hasta encontrarlo. Hay en el corazón del hombre de hoy un retorno al sentido de lo sacro, que debemos saber aprovechar.

En este ambiente queremos afrontar en el presente curso pastoral las siguientes tres prioridades: revitalizar las parroquias como escuelas de santidad; profundizar en la pastoral de conjunto; y promover la presencia evangelizadora del laicado en la vida pública.

2. Avanzar en la conversión pastoral, mediante la transformación misionera de las parroquias

En los últimos cursos pastorales hemos reflexionado y profundizado en la propuesta de conversión pastoral que el papa Francisco hace en su exhortación Evangelii gaudium [EG]; y lo hemos hecho desde diversas perspectivas. Sin duda, se trata de un desafío que necesita tiempo y no puede considerarse nunca totalmente alcanzado. En el presente curso queremos centrarnos en la transformación misionera de nuestras parroquias, células de la Iglesia diocesana (cf. Apostolicam actuositatem [AA], 10), para asegurar los cauces y espacios comunes en los que estamos llamados a llevar a cabo la misión evangelizadora de la Iglesia.

Asumir el reto de hacer de nuestras parroquias escuelas de santidad es el modo privilegiado para seguir ahondando en un aspecto fundamental del discernimiento eclesial y de la reforma que el Señor nos está pidiendo en este tiempo (cf. EG, 30). Al comienzo del tercer milenio, el papa san Juan Pablo II nos indicaba que «poner la programación pastoral bajo el signo de la santidad es una opción llena de consecuencias. Significa expresar la convicción, de que si el bautismo es una verdadera entrada en la santidad de Dios por medio de la inserción en Cristo y la inhabitación de su Espíritu, sería un contrasentido con una vida mediocre, vivida según una ética minimalista y una religiosidad superficial. Preguntar a un catecúmeno, “¿quieres recibir el Bautismo?” Significa al mismo tiempo preguntarle, “¿quieres ser santo?”. Significa ponerle en el camino del Sermón de la Montaña: “Sed perfectos como vuestro Padre celestial” (Mt 5, 48)» (Novo millenio ineunte [NMI], 31).

Contamos también con un precioso estímulo en la reciente exhortación apostólica Gaudete et exsultate [GE] sobre la llamada a la santidad en el mundo actual, donde encontramos una exposición clara de los compromisos concretos que la perfección cristiana implica en nuestro tiempo, así como claves muy útiles para orientar la misión de hacer de cada parroquia una manifestación de la Iglesia santa.

3. Urge progresar en una pastoral de conjunto

La eclesiología del Concilio Vaticano II ha puesto de relieve que la Iglesia universal, a la que todo bautizado pertenece, se concreta y se visibiliza en la Iglesia particular, de la que todos somos miembros activos (cf. Christus Dominus, 11). La porción de la Iglesia que peregrina en la diócesis de Málaga debe tomar conciencia con mayor decisión de la necesidad que tenemos de caminar y trabajar en una decidida pastoral de conjunto que aglutine a todo el pueblo de Dios: laicos, religiosos y sacerdotes; y, además, que promueva de un modo ilusionante y creativo, desde un misma orientación, el trabajo que se viene realizando en las parroquias, los arciprestazgos, las delegaciones diocesanas, los institutos de vida religiosa, los movimientos, las asociaciones y las demás instituciones educativas y pastorales de nuestra Diócesis. En este sentido se han dado ya algunos pasos, pero se hace necesario un nuevo empuje para consolidar esta andadura iniciada en los últimos años (cf. Remando juntos, 6-7).

4. Redescubrir y fortalecer la misión del laicado

El Concilio Vaticano II subrayaba la índole secular de su misión como lo propio y específico del laicado: «A los laicos pertenece por propia vocación buscar el reino de Dios tratando y ordenando, según Dios, los asuntos temporales. Viven en el siglo, es decir, en todas y cada una de las actividades y profesiones, así como en las condiciones ordinarias de la vida familiar y social con las que su existencia está como entretejida. Allí están llamados por Dios a cumplir su propio cometido, guiándose por el espíritu evangélico, de modo que, igual que la levadura, contribuyan desde dentro a la santificación del mundo y de este modo descubran a Cristo a los demás, brillando, ante todo, con el testimonio de su vida, fe, esperanza y caridad» (Lumen Gentium [LG], 31).

Los laicos, impregnados del Evangelio e impulsados por el Espíritu, deben asumir responsablemente las realidades sociales, políticas, culturales, para transformarlas a la luz del Evangelio, edificando así el Reino de Dios y haciendo presente en el mundo la salvación en Jesucristo (cf. Evangelii nuntiandi [EN], 70).

5. Vivir con esperanza la Asamblea sinodal de los Obispos sobre la juventud

Aunque la pastoral juvenil no forme parte explícita de las prioridades pastorales del presente curso, no podemos soslayar la Asamblea sinodal de los Obispos que tendrá lugar en octubre de 2018 sobre la juventud. Este tema ha sido objeto de reflexión y de trabajo durante varios cursos con motivo de la Jornadas mundial de la Juventud celebrada en Madrid (2011); y hemos dedicado mucho esfuerzo, sobre todo por parte de la Delegación diocesana de la Juventud, a la publicación de unos materiales para acompañar el proceso de formación y vivencia en la fe de los jóvenes.

No podemos olvidar que la Iglesia universal está empeñada en este hermoso objetivo. En preparación a tal evento eclesial el papa Francisco convocó una reunión presinodal con jóvenes de todo el mundo y una jornada celebrativa en Roma con la participación de más de noventa mil jóvenes de toda Italia. Conviene estar atentos a estos acontecimientos que van marcando el camino de la Iglesia. Los jóvenes expresan con gran claridad y contundencia que la Iglesia debe ser coherente, dando respuestas adecuadas a las cuestiones que ellos plantean y dando testimonio verdadero de la fe que profesa. Habrá otros eventos eclesiales que debemos tener presente, como la canonización del papa Pablo VI (Vaticano, 14 octubre 2018), y algunas beatificaciones de personas vinculadas a nuestra Diócesis como el P. Tiburcio Arnáiz, jesuita (Málaga, 20 octubre 2018), y Sor Carlota de la Visitación, religiosa de las Hermanas Franciscanas de los Sagrados Corazones (Barcelona, 10 noviembre 2018).

6. Las prioridades pastorales: expresión de corresponsabilidad eclesial

Como en los cursos pastorales anteriores, hemos elegido las prioridades en un proceso de participación y discernimiento en el que hemos tenido en cuenta a la Iglesia universal, a la Iglesia que peregrina en España y las urgencias pastorales de nuestra Diócesis.

En este proceso han participado los diversos organismos diocesanos: Equipo de Arciprestes, Consejo de Presbiterio, Consejo Diocesano de Pastoral… Diversas personas se han encargado de hacer una primera redacción de las prioridades, a las que posteriormente el obispo con el consejo episcopal han realizado la redacción definitiva.

Agradecemos la colaboración de todos aquellos que han tomado parte en la confección de estas prioridades. Este proceso es expresión del trabajo en equipo, de la pastoral de conjunto y del deseo de «remar juntos» en la misma dirección, bajo la acción del Espíritu Santo, que sopla en las velas de la Iglesia.

Lee aquí íntegras las Prioridades Pastorales 2018-2019.

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