Patricio Fuentes: «Cottolengo es una casa milagro»

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El nuevo director de Cottolengo habla a diocesismalaga.es

Desde su nombramiento al frente de Cottolengo, no deja pasar un día sin visitar el centro. Patricio Fuentes (Málaga, 1970) califica su nueva responsabilidad de «muy ilusionante», y esa ilusión la transmite cada vez que habla de ella. Este seglar, casado y padre de tres hijos, gestiona también el centro para mayores «Buen Samaritano» que Cáritas sostiene en Churriana, y coordina la labor de los centros sociosanitarios existentes en la Diócesis de Málaga.

–¿Cómo se decide encomendarle esta nueva responsabilidad?

–La comisión permanente fue consultada sobre la posibilidad de que fuese Cáritas la institución encargada de la gestión y la dirección de Cottolengo. Todos los miembros se mostraron favorables y comprometidos para ayudar a que fuese posible. En ese marco, todos estábamos dispuestos a colaborar en lo que pudiésemos y posteriormente y tras unos días, vimos que quizá yo era la persona que podía aportar experiencia en dirección y gestión de centros sociosanitarios, sobre todo por mi labor en la residencia El Buen Samaritano. Después me comunicaron que también lo vieron adecuado las personas responsables de la decisión final y, por supuesto, el Obispo. Como puede entenderse ha sido una decisión consensuada, ágil pero no exenta de reflexión y de oración.

–¿Qué realidad se encuentra al acercarse a Cottolengo?

–Encuentro una casa que atiende a personas que tienen muy difícil entrar en cualquier otro recurso asistencial, por un lado porque la actual situación está afectando a los recursos sociales de nuestra ciudad, nuestra comunidad y nuestro país, y por otro lado porque son personas que tienen unas dificultades que les impiden entrar en otros sitios por la falta de recursos para atender a todos. En el Cottolengo me he encontrado a personas muy necesitadas, y precisamente ese espíritu de dar respuesta a quienes no tienen sitio en ningún otro lugar es el que pretendemos que siga caracterizando a esta obra. Me encuentro también a un grupo de voluntarios muy implicado, y con la hermana Isabel, que ha estado cuarenta años en Cottolengo y que va a seguir como voluntaria (es toda una referencia en la casa) y cuento con todo su apoyo y con el de los voluntarios. Estoy muy agradecido porque va a ser una labor de continuidad. Y me encuentro con que es una casa que vive con una confianza muy grande en Dios, pensando que Dios nos da aquello que necesitamos antes de que se lo pidamos. No piden, no tienen subvenciones, pero reciben donaciones, voluntarios que vienen a hacer de comer cada día, a ayudar en lo que se necesita… Una casa que ha confiado plenamente en el corazón de Jesús y en la Providencia y en la que, durante cuarenta años, no ha faltado nunca nada de lo necesario. Es una «casa milagro» donde se hace patente la mano de Dios a través de las personas y de los corazones de la gente.

–De cada proyecto, de cada obra de la Iglesia, aprende algo ¿qué está aprendiendo de Cottolengo?

–Siempre hay oportunidades de aprendizaje y aquí estoy descubriendo una organización distinta de la que yo hasta ahora conocía. Es muy ilusionante. Y, al revés, podré llevar experiencias y conocimientos que hemos adquirido en otros centros a través de los años para poder suplir con la organización y los voluntarios, tras estos meses de incertidumbre, la ausencia de esta comunidad de religiosas. En la actualidad hay unas quince personas y nuestro deseo es que comience a llenarse y siga funcionando tan bien como hasta ahora atendiendo a los más pobres.

–¿Cómo pueden los malagueños colaborar?

–Como siempre han hecho. Esta obra es muy significativa en Málaga y se puede ayudar siendo voluntario o ayudando con víveres, económicamente o con lo que cada uno pueda. Cottolengo muestra, como otros muchos centros en Málaga, que como cristiano se puede colaborar allí donde se quiera, y ésta es una oportunidad preciosa de colaborar con los más pobres en un centro que vive precisamente de eso, de la llamada que Dios hace a las personas a colaborar, de la Providencia.

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