Ordenación de presbíteros (Catedral-Málaga)

Diócesis de Málaga
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La diócesis de Málaga es una sede episcopal dependiente de la archidiócesis de Granada, en España. Su sede es la Catedral de la Encarnación de Málaga.

Homilía de Mons. Jesús Catalá durante la ordenación de presbíteros celebrada en la Catedral de Málaga el sábado 21 de junio de 2025.

ORDENACIÓN DE PRESBÍTEROS

(Málaga, 21 junio 2025)

Lecturas: Hch 20, 17-18a.28-32.36; Sal 22, 1-6; 2 Co 5,14-20; Lc 10, 1-9.

Audio de la homilía



Servidores de la misericordia de Dios

1.- El Señor nos regala hoy dos nuevos presbíteros, llamados a ser instrumentos y servidores de la misericordia de Dios. Queridos José-Ignacio y Antonio, vais a ser ordenados en el año Jubilar 2025, cuyo lema es “Peregrinos de la Esperanza”. 

Vuestro ministerio va a estar enmarcado en esta celebración jubilar y estáis llamados a ser sacerdotes que vivan y transmitan la Esperanza teologal; no cualquier esperanza. Así lo habéis dicho vosotros mismos en los medios de comunicación. ¡Sed fieles a la voluntad de Dios y dóciles al Espíritu Santo! Vais a ser instrumentos de la misericordia de Dios.

2.- En el marco del Jubileo 2025 el Señor os encarga el ministerio de la reconciliación de una manera especial, para ofrecer su perdón y su misericordia infinita, necesarias para vivir y caminar en esperanza. 

San Pablo nos recuerda que «todo procede de Dios, que nos reconcilió consigo por medio de Cristo y nos encargó el ministerio de la reconciliación» (2 Co 5,18); y para eso hacen falta ministros de la reconciliación. 

Por eso pido a todos los sacerdotes que os toméis más en serio este ministerio de la administración de la penitencia. Porque Dios ha reconciliado al mundo consigo por medio de su Hijo, Jesucristo, «y ha puesto en nosotros el mensaje de la reconciliación» (2 Co 5,19). Y a los sacerdotes nos encarga el ministerio sacramental de la reconciliación.

Ofreced de manera habitual el sacramento de la penitencia, sin que tengan que pedirlo los fieles. Debéis facilitar el encuentro amoroso de Dios, que quiere reconciliarse con el hombre necesitado de perdón. 

3.- San Pablo exhorta a los presbíteros a cuidar de la grey que el Señor les ha confiado: «Tened cuidado de vosotros y de todo el rebaño sobre el que el Espíritu Santo os ha puesto como guardianes para pastorear la Iglesia de Dios, que él se adquirió con la sangre de su propio Hijo» (Hch 20, 28). 

Tened cuidado de vosotros, en primer lugar, porque si se corrompe el sujeto, no puede hacer nada; si se quema el cura, no puede haber ministerio. 

Y tened cuidado del rebaño; la tarea no es fácil, porque hay lobos feroces que atentan contra las ovejas y no tienen piedad del rebaño (cf. Hch 20, 29). Las ideologías contrarias al evangelio y a la doctrina de la Iglesia penetran en las comunidades cristianas y dentro de nosotros mismos por ósmosis, de manera casi imperceptible, y se hace necesario descubrir y curar.

Más aún, el apóstol advierte que «incluso de entre vosotros mismos surgirán algunos que hablarán cosas perversas para arrastrar a los discípulos en pos de sí» (Hch 20, 30). ¡Ojalá esto no se dé entre nosotros!

4.- Por eso tan importante el encuentro con los hermanos sacerdotes, para promover la comunión, la fraternidad, la ayuda mutua y el gozo en el ministerio. Es más importante la unidad del presbiterio que realizar solo la tarea pastoral.

El Concilio Vaticano II remarca la necesidad de estrechar lazos entre los sacerdotes de caridad apostólica, ministerio y fraternidad (cf. Presbyterorum ordinis, 7-8); y también con los fieles (cf. Ibid., 9).

5.- Es necesario también salir de la mentalidad mundana, como tantas veces nos advirtió el papa Francisco, donde todo se mide por el resultado y el éxito. Sin embargo, en la Iglesia la ausencia de resultados no significa ausencia de fecundidad. La Iglesia no busca la productividad, sino la fecundidad; no es una empresa que necesita producir y tener éxito. Y a veces tenemos la tentación de valorar el éxito y los resultados: ¿cuántos tengo?; ¿cuántos han recibido tal sacramento?; ¿cuántos vienen a la celebración?

La fecundidad no depende solo de la voluntad, la inteligencia o la creatividad del pastor, sino que depende, sobre todo, del Señor. Es más importante “vivir” como presbítero y serlo, que ejercer y “actuar” como presbítero. Cada cual vea cómo realizar su misión: “ser” mejor que “actuar”.

En la parábola del sembrador (cf. Mt 13, 3-9) la semilla cae en el camino, entre las piedras, en las zarzas y en tierra buena. Solo una parte cae en tierra buena y produce frutos; aquí no hay fracaso, sino fecundidad modesta. Si sembramos y se pierde una gran parte de la semilla, el Espíritu fecundará otra parte de la semilla.

El Señor os dará su gracia y la fuerza de su Espíritu, para que podáis llevar a cabo vuestra misión y aportar buenos frutos. Pero no hay que dormirse; hay que estar en actitud vigilante y cuidar del rebaño.

Hoy la Iglesia reza por vosotros, queridos candidatos al presbiterado, para que seáis fieles a la tarea que os encomienda.

6.- El Señor os hace instrumentos suyos para servir. Ya no os llama siervos; os llama amigos, porque lo que ha oído al Padre os lo ha dado a conocer (cf. Jn 15, 15). El Señor os hace sus amigos y os encomienda nada menos que a sí mismo; se pone en vuestras manos sacramentalmente, de forma que podáis actuar en representación suya, «in persona Christi capitis». 

Ser amigo de Jesús para todo cristiano y sobre todo para el sacerdote significa ser hombre de oración. La amistad con Jesús es siempre amistad con los suyos. En palabras del papa Benedicto dirigidas a sacerdotes: “Ser sacerdote significa convertirse en amigo de Jesucristo, y esto cada vez más con toda nuestra existencia. El mundo tiene necesidad de Dios, no de un dios cualquiera, sino del Dios de Jesucristo, del Dios que se hizo carne y sangre, que nos amó hasta morir por nosotros, que resucitó y creó en sí mismo un espacio para el hombre. Este Dios debe vivir en nosotros y nosotros en él. Ésta es nuestra vocación sacerdotal: sólo así nuestro ministerio sacerdotal puede dar fruto” (Benedicto, Misa Crismal, 13.04.2006).

7.- Queridos José-Ignacio y Antonio, candidatos hoy al presbiterado, vuestras manos van a ser ungidas con el crisma, que como sabéis es óleo perfumado bendecido por el obispo con su presbiterio en la Misa Crismal. Este crisma es signo del Espíritu Santo y de su fuerza. ¡Dejad que los fieles se impregnen de la fragancia de vuestra “unción sacerdotal”! Desearía que meditarais esta frase a lo largo de vuestra vida sacerdotal.

Estimados fieles, damos gracias a Dios por el regalo de dos nuevos presbíteros, pero debemos seguir pidiendo que envíe obreros a su mies, porque «la mies es abundante y los obreros pocos» (Lc 10, 2). Os confío a los nuevos presbíteros, para que donde les corresponda ejercer el ministerio los acojáis con cariño y les ayudéis en su misión.

Pedimos a la Santa María de la Victoria que cuide con su amor maternal de estos dos nuevos presbíteros, José-Ignacio y Antonio, para que sean fieles al ministerio que hoy se les encomienda. Amén. 

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