Virgen de la Victoria

Homilía pronunciada por el Obispo de Málaga, D. Jesús Catalá, en la Misa Estacional con motivo de la festividad de Santa María de la Victoria, patrona de la diócesis celebrada en la Catedral de Málaga el 8 de septiembre de 2021.

VIRGEN DE LA VICTORIA

(Catedral-Málaga, 8 septiembre 2021)
Lecturas: Miq 5,1-4a; Rm 8,28-30; Sal 12,6; Mt 1,1-16.18-23.
Santa María de la Victoria, aurora del Sol invicto

1.- El profeta Miqueas, al referirse al pequeño pueblo de Belén de Efratá, anuncia el alumbramiento del Mesías (cf. Miq 5,2), que pastoreará con la fuerza del Señor y gobernará con brazo firme (cf. Miq 5,3). Y ciertamente, en Belén nació de la Virgen María el Mesías esperado de las naciones.

Y el evangelista Mateo retoma la profecía: «Mirad: la Virgen concebirá y dará a luz un hijo y le pondrán por nombre Enmanuel, que significa “Dios-con-nosotros”» (Mt 1,23). El Hijo de Dios entra en la historia humana.

La mujer que colabora en esta hermosa gesta, única en la historia, es Santa María de la Victoria, la Virgen de Nazaret. Su aceptación de la voluntad divina, su “sí”, su “hágase”, ha hecho posible la encarnación y el nacimiento del Hijo de Dios entre los hombres, el Sol victorioso que no conoce el ocaso.

2.- La festividad que hoy celebramos del nacimiento de la Virgen María proyecta su luz sobre nosotros. Como dijo el papa Francisco: “María es el primer resplandor que anuncia el final de la noche y, sobre todo, la cercanía del día. Su nacimiento nos hace intuir la iniciativa amorosa, tierna, compasiva, del amor con que Dios se inclina hasta nosotros y nos llama a una maravillosa alianza con Él, que nada ni nadie podrá romper. María ha sabido ser transparencia de la luz de Dios y ha reflejado los destellos de esa luz en su casa, la que compartió con José y Jesús, y también en su pueblo, su nación y en esa casa común a toda la humanidad que es la creación” (Papa Francisco, Homilía en la santa misa. Villavicencio-Colombia, 8.09.2017).

La humanidad ha vivido siempre en sombras de muerte, como dice el cántico del Benedictus. La noche con sus terrores y oscuridad está presente en nuestra sociedad. Queridos fieles y devotos, queridos sacerdotes, queridos miembros de la Hermandad de la Victoria, cofrades de otras hermandades, queridos políticos, ¡cuánta oscuridad y cuánto mal existe en nuestra sociedad!; sin ser negativos, sino muy realistas. ¡Bien lo sabéis!

3.- Cada uno de nosotros en su tarea propia, como padres de familia, enseñantes, educadores, políticos, hermanos de cofradías, sacerdotes, puede hacer esta sociedad mejor. Podemos poner un poco de la Luz del Evangelio, de la Luz del Sol de Jesucristo, que es Sol de justicia. Pedimos a Santa María de la Victoria que nos ayude en esta tarea. Una sociedad que no tiene la luz de Dios va dando tumbos y hace mucho daño a las personas. ¡Hagamos un mundo mejor desde nuestra fe, desde nuestro amor y desde la esperanza cristiana!

Cuando el ser humano vive y actúa sin la luz de Dios, comete actos que degradan su dignidad. Por desgracia no podemos decir que las sociedades actuales estén iluminadas por el Sol de justicia, que es Jesucristo.

4.- Las noticias de cada día informan de muchas acciones propias del mal y de la oscuridad. Como estamos retransmitiendo esta celebración a través de los medios de comunicación, animo a los profesionales que realizan esta hermosa tarea que no nos hablen solo del mal y de las tinieblas; que no sea noticia solo “lo malo”, porque eso repercute psicológicamente en las personas; sino que se hable de tanto bien que hay. Os animo a hablar de lo bueno que existe y que se hace; incluso del bien que hace el que no piensa como uno, el que está en oposición. ¡Que la Virgen de la Victoria nos ayude a todos a poner el granito de arena para mejorar nuestra sociedad!

San Pablo nos invita a salir de la noche de las tinieblas: «La noche está avanzada. El día se avecina. Despojémonos, pues, de las obras de las tinieblas y revistámonos de las armas de la luz» (Rm 13, 12). Estamos llamados, queridos hermanos, a caminar a la luz de Cristo y a dar testimonio de la misma a quienes viven en la tiniebla.

5.- La figura de María es el resplandor que anuncia el final de la noche; la aurora que pregona la presencia del Sol, cuya luz disipa las tinieblas del corazón humano. El nacimiento del Hijo de Dios manifiesta su iniciativa amorosa, su ternura, su compasión y su amor, invitándonos a una maravillosa alianza con Él.

El tema de la luz recurre constantemente en liturgia de la fiesta de la Natividad de la Santa María de la Victoria. Escuchamos frases como ésta: “Por su vida gloriosa todo el orbe quedó iluminado” (segundo responsorio de las lecturas del oficio). “Cuando nació la santísima Virgen, el mundo se iluminó” (segunda antífona de laudes). “De ti nació el sol de la justicia” (antif. del Benedictus).

En uno de los himnos de la liturgia decimos: “Hoy nace una clara estrella, / tan divina y celestial, / que, con ser estrella, es tal, / que el mismo sol nace de ella”.

Por ello debemos alegrarnos en esta hermosa fiesta de nuestra Patrona: “Que toda la creación… rebose de contento y contribuya a su modo a la alegría propia de este día” (segunda lectura del oficio). “Celebremos con gozo el nacimiento de María” (tercera ant. de laudes). Querida Madre, Santa María de la Victoria: “Tu nacimiento… anunció la alegría a todo el mundo» (ant. del Benedictus). Que nosotros seamos transmisores y testigos de esa alegría.

6.- Hoy venimos a venerarla, a honrarla y a darle gracias por su poderosa intercesión. Ella nos acompaña siempre en nuestro caminar peregrinante hacia la victoria final. En ella encontramos luz en medio de nuestras tinieblas, ayuda en nuestras preocupaciones, aliento en nuestro cansancio y esperanza en nuestro abatimiento.

En la Virgen de la Victoria, aurora del Sol invicto, encontramos el modelo perfecto de obediencia a la voluntad de Dios, en una vida sencilla y humilde, orientada a lo que es verdaderamente esencial en la vida. ¡Cuánto tiempo perdemos en cosas fútiles y banales, que no son fecundas! Y, sin embargo, olvidamos lo esencial: la fraternidad entre los hombres, el destino eterno y feliz.

Los cristianos debemos ser como María “aurora” que anuncie la luz de sol; gente con esperanza y alegría; que se deje iluminar por su luz, para poder reflejarla. Para ser aurora, como María, y reflejar la luz del Sol, hemos de quedar iluminados antes por la luz de Cristo; sólo entonces podremos anunciar su presencia iluminante.

María, la Iglesia y los cristianos somos como la luna, que refleja la luz del sol. Al final de esta Eucaristía bendeciremos la media-luna que la Hermandad de la Victoria ha colocado a los pies de la imagen de la Virgen.

La luna refleja la luz del sol; y como dicen los santos padres la Iglesia es también como la luna. Y nosotros debemos reflejar la luz del sol, sin interponernos entre éste y la tierra para no producir eclipse y tiniebla.

7.- Queridos devotos de Santa María de Victoria, Ella es la aurora del gran día que anuncia la salvación cercana. En Ella, la “llena de gracia” (cf. Lc 1, 28), se vislumbra al sol naciente, que llega desde oriente, para iluminar a los que viven en tinieblas y en sombras de muerte (cf. Lc 1, 79); para redimir a la humanidad cautiva; para guiar los pasos de todos los hombres por el camino de la paz.

Pidamos a Santa María de la Victoria quedar iluminados por el Sol invicto, que se ha encarnado en su seno y obtener con Él la victoria final, que nos da la inmortalidad. En compañía de María, aurora de tiempos nuevos, permitamos que la Luz de Cristo penetre en nuestras almas y las ilumine. Amén.

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