Homilía del Obispo de Málaga, Mons. Catalá Ibáñez, con motivo de las ordenaciones de presbítero y de diáconos, en la S.I. Catedral de Málaga, el 25 de junio.
Lecturas: Gn18, 1-15; Sal: Lc 1, 46-50. 53-55; Ef 4, 1-7.11-13; Mt 8, 5-17.
1. La lectura del libro del Génesis nos ha narrado el diálogo entre Abrahán y Dios, que es representado por sus tres mensajeros: «El Señor se apareció a Abrahán junto a la encina de Mambré, mientras él estaba sentado a la puerta de la tienda en lo más caluroso del día» (Gn 18, 1). Al ver a los mensajeros Abrahán corrió a su encuentro y se postró en tierra (cf. Gn 18, 2), pidiéndoles que se detuvieran en su casa (cf. Gn 18, 3).
En un día de calor malagueño, como en Mambré con Abrahán, el Señor desea encontrarse hoy con vosotros, queridos candidatos al diaconado y al presbiterado; quiere entablar con vosotros un diálogo de fraternidad y de amor; quiere proponeros una misión. Espero que vuestros corazones estén dispuestos para este diálogo, que va a tener lugar hoy entre Dios y vosotros.
Abrahán se afanó en ofrecer las atenciones debidas a estos especiales huéspedes; les preparó agua para lavarse y sabrosa comida: pan recién hecho de flor de harina, leche para beber y un hermoso ternero guisado (cf. Gn 18, 4-8). Desconozco lo que le habéis preparado vosotros al Señor: ¿tal vez un corazón agradecido y dispuesto?, ¿una voz humana, la vuestra, para anunciar su Palabra?, ¿una voluntad sumisa al plan de Dios, ¿un deseo sincero de servir a la Iglesia? Os aseguro que Él os ha preparado el mejor banquete: su Palabra y su Cuerpo como comida, y su Sangre como bebida; y el regalo del ministerio a cada uno de vosotros.
2. En el encuentro de hoy el Señor quiere hacer fecunda vuestra vida, como hizo fecundo el seno, ya estéril, de Sara (cf. Gn 18, 11). Dios premia la hospitalidad de Abrahán con la promesa de un hijo, que le dará a su mujer. Aunque humanamente parecía imposible e hiciera reír a Sara, para Dios nada hay imposible; de hecho, el Señor la visitó y cumplió lo que le había prometido. A pesar de la vejez de ambos, Sara concibió y dio a Abrahán un hijo (cf. Gn 21, 1-2).
También María, la Virgen de Nazaret, ante el anuncio del ángel de Dios respondió: «He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra» (Lc 1, 38), y concibió por obra del Espíritu Santo, porque para Dios nada hay imposible.
A través de vuestro ministerio, diaconal o presbiteral, Dios quiere hacer maravillas en los hombres, porque para Él nada hay imposible, aunque nosotros, como humanos seamos estériles y estemos vacíos; pero Él nos llena con su gracia y con sus dones. Habéis sido elegidos para ser ministros de la Palabra de Dios; y ésta debe resonar en los oídos de vuestros coetáneos y paisanos con toda claridad.
3. Pero, para poder ser ministros de la Palabra, debéis antes ser oyentes de la misma. Dios ha querido entrar endiálogo con el hombre, para revelarle su amor y mostrarse tal cual es; por eso es necesario un encuentro personal con la Palabra divina.
Siguiendo la invitación del papa Benedicto XVI, en su exhortación apostólica Verbum Domini, os“exhorto a todos los fieles a reavivar el encuentro personal y comunitario con Cristo, Verbo de la Vida que se ha hecho visible, y a ser sus anunciadores para que el don de la vida divina, la comunión, se extienda cada vez más por todo el mundo. En efecto, participar en la vida de Dios, Trinidad de Amor, es alegría completa (cf. 1 Jn 1,4). Y comunicar la alegría que se produce en el encuentro con la Persona de Cristo, Palabra de Dios presente en medio de nosotros, es un don y una tarea imprescindible para la Iglesia. En un mundo que considera con frecuencia a Dios como algo superfluo o extraño, confesamos con Pedro que sólo Él tiene «palabras de vida eterna» (Jn 6,68). No hay prioridad más grande que esta: abrir de nuevo al hombre de hoy el acceso a Dios, al Dios que habla y nos comunica su amor para que tengamos vida abundante (cf. Jn 10,10)” (Benedicto XVI, Verbum Domini, 2).
Ésta es la tarea, queridos candidatos al ministerio diaconal y presbiteral, que el Señor quiere confiaros hoy. ¿Estáis dispuestos a asumirla, con responsabilidad y gozo?
4. La novedad de la revelación bíblica consiste en que Dios se da a conocer en el diálogo que desea tener con nosotros. El Concilio Vaticano II expresó esta realidad reconociendo que “Dios invisible habla a los hombres como amigos, movido por su gran amor y mora con ellos, para invitarlos a la comunicación consigo y recibirlos en su compañía” (Dei Verbum, 2).
Como ha dicho el papa Benedicto XVI, el hombre sólo puede entenderse a sí mismo acogiendo la Palabra revelada: “Dios se nos da a conocer como misterio de amor infinito en el que el Padre expresa desde la eternidad su Palabra en el Espíritu Santo. Por eso, el Verbo, que desde el principio está junto a Dios y es Dios, nos revela al mismo Dios en el diálogo de amor de las Personas divinas y nos invita a participar en él. Así pues, creados a imagen y semejanza de Dios amor, sólo podemos comprendernos a nosotros mismos en la acogida del Verbo y en la docilidad a la obra del Espíritu Santo” (Benedicto XVI, Verbum Domini, 6).
Queridos fieles, escuchando y acogiendo la Palabra de Dios es como crece y madura el hombre; de ese modo va identificándose cada vez más con la imagen divina que lleva inscrita en su corazón y puede profesar la fe invocando el nombre del Señor; esta invocación lleva a la salvación, como dice la carta a los Romanos: «Todo el que invoque el nombre del Señor se salvará» (Rm10, 13). Pero para ello es necesario que alguien anuncie esa Palabra. San Pablo plantea la cuestión del anuncio y de la escucha de la Palabra: «¿Cómo invocarán a aquel en quien no han creído? ¿Cómo creerán en aquel a quien no han oído? ¿Cómo oirán sin que se les predique? Y ¿cómo predicarán si no son enviados?» (Rm10, 14-15).
5. Querido Rafael, candidato al presbiterado, en tu tarjeta-recordatorio para este acontecimiento de tu Ordenación sacerdotal has escrito un texto del Salmo 16: «Me enseñarás el sendero de la vida, me saciarás de gozo en tu presencia» (Sal 16, 11). El Señor se ha hecho presente en tu vida y te invita a participar de la suya. Te muestra hoy el camino que debes seguir, para ser fiel a su plan sobre ti. Con la lectura y m
editación de su Palabra, irás saciándote de su Presencia benefactora durante tu caminar en esta vida, hasta que llegues a gozar de su Presencia plena en la eternidad.
Estimados Antonio-Miguel y Rafael, candidatos al diaconado permanente, habéis sido elegidos para ejercer este ministerio al servicio de la Iglesia malacitana; vais a ser enviados donde la Diócesis os necesite. Agradezco vuestra disponibilidad, que me habéis manifestado antes de vuestra ordenación.
6. Usando las palabras de san Pablo, que hemos escuchado hoy, a los tres «os ruego que andéis como pide la vocación a la que habéis sido convocados»(Ef 4, 1). El Señor os envía hoy a predicar su Palabra. ¡Leedla, escuchadla, meditadla, contempladla, rezadla! Vuestra vida debe estar determinada por la escucha atenta, es decir, por la “obediencia” a la Palabra. Obedecer (ob-audiencia; ob-audire) significa escuchar con atención la Palabra y aceptarla en el corazón; llevarla a la práctica y hacerla vida propia.
Imitad a la Virgen María, que fue la singular “oyente de la Palabra”. Como nos recuerda el papa Benedicto XVI: “Su fe obediente plasma cada instante de su existencia según la iniciativa de Dios. Virgen a la escucha, vive en plena sintonía con la Palabra divina; conserva en su corazón los acontecimientos de su Hijo, componiéndolos como en un único mosaico (cf.Lc 2,19.51). Es necesario ayudar a los fieles a descubrir de una manera más perfecta el vínculo entre María de Nazaret y la escucha creyente de la Palabra divina” (Verbum Domini, 27). María es figura de la Iglesia a la escucha de la Palabra de Dios; es símbolo de la apertura a Dios y a los demás; es modelo de escucha, que interioriza y asimila la Palabra divina, convirtiéndola en forma de vida.
7. La existencia del discípulo tiene su fundamento en la escucha de la Palabra del Maestro, en la que encuentra siempre novedad. La relación dialogal es siempre nueva; de manera que si termina la novedad, concluye la relación interpersonal. Esto sucede también entre enamorados: sus relaciones terminan al finalizar el diálogo humano, que se daba entre ellos y que les mantenía unidos, enriqueciéndoles. Procurad descubrir, queridos candidatos al ministerio, la infinita riqueza de la Persona de Cristo, que es manantial inagotable; en Él encontraréis toda la riqueza que pueda anhelar vuestro corazón.
Deseo haceros una confesión: Desde el inicio de mi ministerio diaconal y sacerdotal he tenido gran interés y preocupación por la preparación de las homilías. Al principio resultaba más fácil; pero temía que, con el transcurrir de los años, se iría terminando la frescura y la novedad de lo que debía predicar y que se agotarían en mí los recursos para ejercer este ministerio, al repetirse los mismos textos en las celebraciones periódicas y cíclicas; me preguntaba y me preocupaba qué predicaría cuando se repitiera ese mismo texto. Sin embargo, en la medida en que me he ido zambullendo en los textos bíblicos, he encontrado siempre nuevas vetas, mayor profundidad, mejores tesoros no sospechados por mí anteriormente; ya estaban presentes antes, pero no los había descubierto; Dios ya se ha revelado plenamente en Jesucristo; somos nosotros los que descubrimos, poco a poco, la inmensa riqueza contenida en la revelación. En el ejercicio de mi ministerio he vivido una gozosa experiencia: cuanto más meditaba la Palabra, mayor riqueza encontraba en ella; cuanto más predicaba la Palabra, más recursos encontraba para su exposición y mayor era mi alegría.
En la relación personal con el Maestro hay siempre alteridad y comunión, que configuran la existencia del discípulo. Nosotros escuchamos a un Tú infinito y absoluto, que nos enriquece siempre y nos diviniza. Como Abrahán, hemos de salir de la propia tierra, de las propias certezas, de las posiciones que cada uno mantiene, para acoger con amor una relación, que transciende nuestra vida e incluso nuestro ámbito cultural. Estamos invitados a vivir en una nueva dimensión, profunda e insospechada, que cada día se renueva. Os auguro una renovación diaria en esta relación interpersonal, con la escucha atenta de la Palaba de Dios.
8. Estimados fieles, hoy damos gracias a Dios por este hermoso regalo de tres nuevos ministros, que nos concede a la Iglesia particular de Málaga. Pedimos al Señor por estos candidatos al ministerio presbiteral y diaconal, para que vivan con fidelidad y con gozo la misión que hoy les confía la Iglesia.
En el evangelio de san Mateo, que ha sido proclamado, aparece Jesús curando a la suegra de Simón Pedro, que estaba inmovilizada en la cama por la fiebre y, tras su curación, se pone a servirlo (Mt 8, 14-15), como signo de seguimiento del Maestro.
Toda la Diócesis ora hoy por vosotros, para que, tras la curación que el Espíritu Santo opera en vuestros corazones, os pongáis a servir al Señor y a sus hermanos en el ministerio ordenado.
¡Que la Virgen de la Victoria, nuestra Patrona, os acompañe siempre en vuestro servicio a la Iglesia! Amén.
+ Jesús Catalá Ibáñez
Obispo de Málaga