Navidad

Homilía pronunciada por el obispo de Málaga, D. Jesús Catalá, en la Eucaristía de Navidad.

NAVIDAD

(Catedral-Málaga, 25 diciembre 2019)

Lecturas: Is 52,7-10; Sal 97,1-6; Hb 1,1-6; Jn 1,1-18.

La Luz de la Navidad y las otras luces

1.- Hoy es Navidad, hermosa fiesta para vivirla con alegría, esperanza y agradecimiento. Porque Dios ha venido para iluminar nuestras vidas, cegadas por el egoísmo; para restañar las heridas provocadas por los odios y el desamor entre las personas; para rescatarnos de las tinieblas, que nos impiden caminar hacia nuestro verdadero destino; para liberarnos de las cadenas que nos esclavizan.

Seamos realistas y digamos las cosas por su nombre. El ser humano vive hoy con desesperanza, desconsuelo, pobreza, rechazo, sufrimiento, desilusión, abandono, marginación, ruptura de relaciones personales; cada día son noticia las estafas, mentiras, robos y asesinatos.

Nuestra sociedad intenta atraer nuestra atención con reclamos para animarnos al consumo desenfrenado, para hipnotizar y dominar de ese modo a los ciudadanos, ofreciendo una felicidad que no llena el corazón del ser humano. Con ello pretende distraer de lo que es más importante en la vida humana: su fin último, el sentido de su vida, la transcendencia, en definitiva, Dios.

Esos estímulos o falsas luces de nuestra sociedad no iluminan el corazón del ser humano; no le ofrecen la verdadera luz; no le proporcionan alegría; no le dan el sentido profundo que necesita.

Por ello es necesaria la Luz de Dios, que ilumine al hombre. La Navidad es la fiesta de la Luz.

2.- El profeta Isaías, varios siglos antes del Nacimiento de Jesús en Belén, anuncia su llegada como una luz: «El pueblo que caminaba en tinieblas vio una luz grande; habitaba en tierra y sombras de muerte, y una luz les brilló» (Is 9,1).

Esta luz nueva es la luz de Belén; es la Luz del Niño-Dios, recostado en un pesebre y arropado en los brazos de su madre. En este escenario, tan pobre y humilde, Dios se hace hombre para darnos lo que realmente necesitamos. Jesús es la Luz eterna, que disipa nuestras tinieblas y nos regala la luz de un nuevo día.

En Belén la noche oscura se hace día radiante y la fragilidad del Niño recién nacido se convierte en fuerza de todos los débiles y esperanza para todos los hombres.

3.- El evangelista Juan nos ha dicho: «El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros, y hemos contemplado su gloria: gloria como del Unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad» (Jn 1,14).

El Hijo de Dios, preexistente y eterno junto a Dios (cf. Jn 1,2), entra en la historia humana. La encarnación del Hijo de Dios en la más radical pobreza ha sido un derroche de Amor. Dios se ha acercado al hombre de manera extraordinaria; se ha hecho uno de los nuestros para compartir su divinidad con nosotros, para sanar nuestra naturaleza caída, para liberarnos y para elevar nuestra dignidad perdida.

La gente que camina hoy en tinieblas puede ser iluminada por la luz de Jesucristo; su noche se puede transformar en día radiante y su tiniebla en claridad.

La Navidad nos ofrece el Sol que viene de lo alto: «El Verbo era la luz verdadera, que alumbra a todo hombre, viniendo al mundo» (Jn 1,9). Cristo es la Luz de Dios; y todo adquiere sentido en él, porque él es la esperanza de todo hombre; él es nuestra esperanza.

4.- Sin embargo, no todos los hombres acogen la Luz verdadera: «La luz brilla en la tiniebla, y la tiniebla no lo recibió» (Jn 1,5). «Vino a su casa, y los suyos no lo recibieron. Pero a cuantos lo recibieron, les dio poder de ser hijos de Dios» (Jn 1,11-12). Estamos invitados, queridos hermanos, a recibir la Luz de Dios y a ser hijos adoptivos suyos en el Hijo Jesús.

El precursor del Mesías, Juan el Bautista, fue enviado por Dios «como testigo, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por medio de él» (Jn 1,6-7). Y Juan dio testimonio de la verdad y de la luz (cf. Jn 1,8).

Jesús, nacido en Belén, nos invita a acogerle en nuestro corazón, a ser testigos y mensajeros de esa luz, para iluminar la sociedad y las relaciones humanas, tan deterioradas. La Luz de Belén no se puede esconder, sino que debe alumbrar; esa Luz hay que ponerla en sitio visible, para que brille y alumbre a todo el mundo.

5.- La Virgen María, la Madre del Señor, nos enseña cómo hemos de vivir la Navidad. Ella es modelo de fe, de acogida de la Luz, de silencio ante el misterio, de interioridad y de oración. Ella nos invita a acoger a su Hijo en nuestro corazón y a darlo a los demás.

Os deseo a todos, creyentes y no creyentes, y hombres de buena voluntad, una feliz Navidad. Pido a Dios que el Nacimiento del Señor ilumine vuestras vidas y las llene de alegría, de paz, de ilusión y de esperanza. ¡Feliz Navidad! Amén.

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