«La alegría en la vida consagrada procede de la fe»

Homilía del Obispo de Málaga, D. Jesús Catalá, en la fiesta de la Presentación del Señor.

1. En la fiesta de la Presentación del Señor en el templo celebramos, como cada 2 de febrero, la Jornada Mundial de la Vida Consagrada, instaurada en 1997 por el beato papa Juan Pablo II, que será canonizado junto con el papa Juan XXIII, el domingo 27 de abril de este año.

Queremos dar gracias a Dios por el don de la vida consagrada, que es un regalo del Espíritu a la Iglesia, a la que enriquece con sus carismas para embellecerla y hacerla semejante a su Esposo, Cristo. La vida consagrada es también un regalo para la humanidad entera, que recibe la donación desinteresada de tantas personas, que ofrecen su vida para anunciar el Evangelio, para ayudar a los más pobres, para elevar el nivel humano, cultural y espiritual de quienes viven en condiciones a veces infrahumanas.

En esta Jornada deseamos profundizar en el significado de la consagración especial basada en la profesión de los consejos evangélicos: pobreza, obediencia y virginidad. Con esta triple actitud evangélica el consagrado se identifica con Jesucristo pobre, obediente y casto, y ofrece su corazón, su mente y su trabajo a favor de los que más lo necesitan.

Deseamos que esta Jornada ayude a todo el pueblo de Dios a valorar con mayor objetividad la vida de especial consagración y a estimar a las personas que dedican su vida entera a esta vocación.

A las personas consagradas os animamos a celebrar las maravillas que el Señor realiza en vuestras vidas. Hoy al dar gracias a Dios por vosotros, os agradecemos vuestra generosidad y entrega en el carisma, que cada uno haya recibido de Dios.

2. Damos gracias a Dios por las diversas familias dedicadas a la vida contemplativa, a la primera evangelización, a la formación en la fe, al cuidado de los más débiles, pobres, necesitados y ancianos, a la tarea en el campo de la educación, al trabajo hospitalario; y a tantas y variadas formas de especial consagración.

El lema escogido para este año es: La alegría del Evangelio en la vida consagrada. Está en plena sintonía con la primera exhortación apostólica del papa Francisco, Evangelii gaudium, publicada en la solemnidad de Jesucristo Rey, en la clausura del Año de la fe (2013).

«La alegría del Evangelio llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús», dice el papa Francisco. Todo ser humano puede gozar de esta alegría del encuentro con Cristo. Los cristianos inician en el bautismo un proceso de relación personal con Jesucristo, que llena su corazón y da sentido a su vida. Y las personas de especial consagración vivís el encuentro con Él desde la radicalidad evangélica y la misión a la que sois llamados.

3. La alegría nace de Dios, que es la fuente del verdadero gozo. Esta alegría no proviene de éxitos humanos, ni de posiciones sociales relevantes, ni de los resultados del trabajo realizado. Es una alegría gratuita, que Dios concede a quien lo acoge en su corazón.

Queridas personas consagradas, no pongáis vuestra ilusión y vuestro esfuerzo en la obtención de gloria, prestigio o triunfo humano; no mendiguéis la estima de nadie, porque os basta el amor de Dios; vivid solamente pendientes del Señor, que os ha llamado. Buscad satisfacer los deseos de vuestro casto Esposo, Cristo, sin preocuparos de complacer a quienes os dan una migaja, pero os exigen fidelidad a su ideología. No dejéis a vuestro Esposo por otros «amantes»; y ya sabéis que me refiero con ello a quienes pretenden subyugaros con sus donaciones interesadas.

La alegría en la vida consagrada procede de la fe, de la confianza en el Señor, de sentirse y de ser amados por El de forma gratuita. Dios es quien toma siempre la iniciativa; a nosotros nos toca aceptar su ofrecimiento y corresponderle.

4. La alegría en la vida consagrada proviene de acoger con amor la Palabra de Dios. El papa Benedicto nos recordaba que «el anuncio de la Palabra crea comunión y es fuente de alegría. Una alegría profunda, que brota del corazón mismo de la vida trinitaria y que se nos comunica en el Hijo» (Benedicto XVI, Verbum Domini, 123).

El Verbo de Dios nos ha revelado la intimidad de la vida trinitaria y nos ha ofrecido la posibilidad de entrar en relación personal con cada una de las tres Personas divinas. Todo ello es fuente de alegría, que llena el corazón y da sentido a la vida.

«La alegría es fruto del Espíritu Santo (cf. Ga1 5,22), que nos permite entrar en la Palabra y hacer que la Palabra divina entre en nosotros trayendo frutos de vida eterna» (Ibid.). Si esponjamos nuestro corazón, como tierra sedienta que acoge la semilla, habrá abundantes frutos de vida. El Verbo de Dios hará germinar en vosotros manantiales de vida que saltan hasta la vida eterna, como le dijo Jesús a la mujer samaritana (cf. Jn 4, 13-14).

Queridos consagrados, sentaos en el brocal del pozo de Jacob; esto es, sentaos ante el Señor como María, la hermana de Marta, y responded a Jesús que ardéis en deseos de beber el agua que El os ofrece. María, sentada a los pies de Jesús, escuchaba embelesada al Maestro (cf. Lc 10,39). ¡Abrid vuestro oído y vuestro corazón, y escuchad con gozo a Jesús!

5. Las personas consagradas viven la alegría de su vocación desde su donación total al Señor. «Sólo Dios basta»: esta verdad necesitamos escucharla y apreciarla en la vida de los consagrados, para que nos ayude a encauzar nuestra vida a lo fundamental y a prescindir de lo superfluo.

La comunión fraterna es otra dimensión promotora de la alegría en la vida consagrada. La vida comunitaria no es encerramiento, sino apertura; no es esclavitud, sino expresión de libertad; no es limitación, sino potenciación; no es uniformidad, sino riqueza plural. En todo esto reside la verdadera alegría.

Y, naturalmente, la misión evangelizadora y la dedicación al apostolado propio, en profunda comunión con Jesucristo y con los hermanos, es fuente inagotable de alegría. Amar al estilo del Señor, abrazar al hermano necesitado, remediar las miserias humanas, curar las heridas, poner el bálsamo de la ternura y de la misericordia divina, es fuente de alegría auténtica.

Con todo no hay que olvidar que la alegría cristiana está siempre marcada por la cruz de Cristo; es una alegría crucificada. Como nos ha recordado el texto de la carta a los Hebreos, refiriéndose a Jesús: «Como él ha pasado por la prueba del dolor, puede auxiliar a los que se ahora pasan por ella» (Hb 2, 18).

Pero tenemos la certeza de que esta alegría crucificada culmina en la resurrección. A la alegría se opone la tristeza, pero no la cruz, que es signo de amor.

6. Para promover la estima y valoración de la vida consagrada, aduzco unas palabras del papa Juan Pablo II: «La vida consagrada – está en el corazón mismo de la Iglesia como elemento decisivo para su misión, ya que indica la naturaleza íntima de la vocación cristiana y la aspiración de toda la Iglesia Esposa hacia la unión con el único Esposo… es un don precioso y necesario también para el presente y el futuro del Pueblo de Dios, porque pertenece íntimamente a su vida, a su santidad y a su misión» (Vita consecrata, 3).

El anciano Simeón, exultante de gozo por haber contemplado al Salvador del mundo, exclama: «Ahora, Señor, según tu promesa, puedes dejar a tu siervo irse en paz» (Lc 2, 29). Este Salvador, gloria del pueblo de Israel, ha sido presentado ante todos los pueblos (cf. Lc 2, 31) «para alumbrar a las naciones» (Lc 2, 32).

La Iglesia nos llama a todos los fieles cristianos a llevar adelante la nueva evangelización. El papa Francisco, en la Jornada Mundial de la Juventud, nos animaba a salir de nuestros refugios para evangelizar: «No podemos quedarnos enclaustrados en la parroquia, en nuestra comunidad, en nuestra institución parroquial o en nuestra institución diocesana, cuando tantas personas están esperando el Evangelio. Salir, envia
dos. No es un simple abrir la puerta para que vengan, para acoger, sino salir por la puerta para buscar y encontrar» (A los obispos, sacerdotes, religiosos y seminaristas. Río de Janeiro-Catedral, 27 julio 2013). A esto estamos llamados todos los bautizados.

El día 31 de enero de 2014 se ha hecho pública la proclamación del Año de la Vida Consagrada para el 2015, que el papa Francisco ha convocado con ocasión de los cincuenta años del decreto conciliar sobre la vida consagrada «Perfectae caritatis». Este acontecimiento eclesial nos ayudará a profundizar en el significado y en la riqueza de la vida consagrada; y para vosotros, queridos consagrados, será un estímulo para vivir con mayor alegría y fidelidad vuestra vocación.

Pidamos a la Virgen María, Madre del Señor Jesús y madre de todos los consagrados, que nos ayude en la misión, que la Iglesia nos confía en este inicio del siglo XXI. Amén.

Audio de la homilía

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