Jornada de la vida consagrada en la fiesta de la Presentación del Señor

Homilía del obispo de Málaga, Mons. Jesús Catalá con motivo de la Jornada de la Vida Consagrada

Lecturas: Ml 3,1-4; Sal 23,7-10; Hb 2,14-18; Lc 2,22-40.

Testigos de la esperanza y de la alegría

1.- En la fiesta de la Presentación del Señor recordamos el gran amor que Dios nos tiene, al haber enviado a su Hijo al mundo para redimirlo del pecado y otorgarle la salvación eterna.
Hoy celebramos la Jornada de la Vida Consagrada con el lema: «Testigos de la esperanza y la alegría». El papa Francisco, en su carta apostólica a todos los consagrados con ocasión del Año de la Vida Consagrada, proponía como uno de los objetivos “abrazar el futuro con esperanza”.

El Papa es consciente de las dificultades que afronta la vida consagrada: la disminución de vocaciones, el envejecimiento de sus miembros, los problemas económicos, los retos de la internacionalidad y la globalización, el relativismo, la marginación y la irrelevancia social. Pero en medio de estas incertidumbres se levanta nuestra esperanza, fruto de la fe en el Señor de la historia, que sigue repitiendo: «No tengas miedo, que yo estoy contigo» (Jr 1,8).

“La esperanza de la que hablamos no se basa en los números o en las obras, sino en aquel en quien hemos puesto nuestra confianza (cf. 2 Tm 1,12) y para quien «nada es imposible» (Lc 1,37). Esta es la esperanza que no defrauda y que permitirá a la vida consagrada seguir escribiendo una gran historia en el futuro, al que debemos seguir mirando, conscientes de que hacia él es donde nos conduce el Espíritu Santo para continuar haciendo cosas grandes con nosotros” (Carta a todos los consagrados con ocasión del año de la vida consagrada, 3. Vaticano, 21.XI.2014). No podemos, queridos hermanos, confiar en las propias fuerzas. Nuestra fe y nuestra confianza está puesta en el Señor; y hemos de mirar el futuro con esperanza.

2.- Las personas de especial consagración sois un signo de esperanza en nuestra sociedad, tanto en ambientes secularizados como en contextos de primer anuncio evangelizador. Pero, como dice el papa Francisco, es necesario vivir una renovación y dar respuestas adecuadas a los retos de hoy: “Hay toda una humanidad que espera: personas que han perdido toda esperanza, familias en dificultad, niños abandonados, jóvenes sin futuro alguno, enfermos y ancianos abandonados, ricos hartos de bienes y con el corazón vacío, hombres y mujeres en busca del sentido de la vida, sedientos de lo divino” (Ibid., 4).

En todos esos campos estáis presentes vosotros, queridos consagrados, con vuestra entrega diaria, con vuestra oración y también con vuestro silencio contemplativo. ¡Muchas gracias por vuestra consagración oblativa al Señor y por vuestra entrega a los demás!

3.- En cuanto a la alegría, que es el segundo binomio del lema de este año, estamos llamados a ser portadores de alegría, fruto del encuentro con el Señor: “La alegría del Evangelio llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús. Con Jesucristo siempre nace y renace la alegría” (Evangelii gaudium, 1).

La vida religiosa es portadora de alegría. El papa Francisco decía: “Estamos llamados a experimentar y demostrar que Dios es capaz de colmar nuestros corazones y hacernos felices, sin necesidad de buscar nuestra felicidad en otro lado; que la auténtica fraternidad vivida en nuestras comunidades alimenta nuestra alegría; que nuestra entrega total al servicio de la Iglesia, las familias, los jóvenes, los ancianos, los pobres, nos realiza como personas y da plenitud a nuestra vida. Que entre nosotros no se vean caras tristes, personas descontentas, porque «un seguimiento triste es un triste seguimiento»” (Carta a todos los consagrados con ocasión del año de la vida consagrada, II, 1).

Hacen, queridos amigos, falta personas consagradas que vivan la alegría profunda y verdadera, que nace de la entrega total al Señor y de la relación personal con Él en la oración. San Pablo une alegría y oración: «Estad siempre alegres. Orad constantemente» (1 Tes 5,16-17).

Los consagrados vivís la fidelidad a vuestro carisma dando razón de vuestra alegría, siendo testigos gozosos, evangelizadores valientes, hermanos y compañeros de camino de los hombres de nuestro tiempo.

La alegría es el don mesiánico por excelencia, como Jesús mismo promete: «para que mi alegría esté en vosotros y vuestra alegría sea colmada» (Jn 15,11; 16,24; 17,13).

La esperanza y la alegría van de la mano. La esperanza otorga a la alegría autenticidad cristiana; hace de la alegría una pascua permanente hasta la pascua definitiva. A su vez, la alegría da a la esperanza su verdad, porque le permite experimentar el fin al que tiende.

4.- El evangelio de hoy nos narra la presentación de Jesús en el templo, llevado por sus padres, para cumplir la ley mosaica (Lc 2,22-23).

El anciano Simeón, que lo recibió en el templo de Jerusalén, al ver a Jesús exclamó por inspiración del Espíritu Santo: «Mis ojos han visto a tu Salvador, a quien has presentado ante todos los pueblos: luz para alumbrar a las naciones y gloria de tu pueblo Israel» (Lc 2,31-32).

Nosotros también podemos exclamar hoy, llenos esperanza y de alegría, que hemos visto al Salvador, luz de los hombres, Señor de la historia y centro de nuestra vida de files laicos y de personas de especial consagración.

Queremos agradecerle su llamada a vivir en fidelidad el carisma recibido. Cada uno de vosotros pertenece a una familia religiosa distinta, con un carisma que el Espíritu otorgó a vuestros fundadores. Vosotros encarnáis y hacéis presente hoy ese carisma fundacional. Queremos ser esperanza y alegría para los hombres de nuestro tiempo; queremos mantener viva la llama de amor que encendió un día en nuestro corazón.

Deseo expresaros mi gratitud por vuestra presencia en esta iglesia particular y la presencia de vuestros carismas; sobre todo vuestra presencia como personas de especial consagración, que intentáis vivir en fidelidad a la llamada del Señor. No resulta fácil a veces, pero es el Espíritu quien nos llena el corazón, quien nos empuja a la misión y nos da la fuerza para llevarla a cabo, viviéndolo con esperanza y con alegría.

Gracias por “ser” consagrados y “estar” entre nosotros; por vuestro servicio a tantas personas, sobre todo a los más pobres y necesitados de cuerpo y de espíritu; como decía el Papa: hay ricos vacíos de espíritu que necesitan una palabra sanadora y un anuncio del Evangelio.

La santísima Virgen María, Mujer consagrada a Dios, es Madre de nuestra esperanza y causa de nuestra alegría. Ella nos enseña a vivir con alegre esperanza el discipulado del Señor. Le pedimos que sostenga y acompañe a todas las personas de especial consagración en su vocación, consagración y misión y en su fidelidad gozosa al carisma fundacional. Amén.

 

+ Mons. Jesús Catalá

Obispo de Málaga

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