Fiesta litúrgica del beato P. Tiburcio Arnaiz

Homilía pronunciada por D. Jesús Catalá, obispo de Málaga, en la primera fiesta litúrgica del beato P. Tiburcio Arnaiz, en la iglesia del Sagrado Corazón de Jesús, el 18 de julio de 2019.

(Iglesia del Sagrado Corazón-Málaga, 18 julio 2019)

Lecturas: Flp 3,8-14; Sal 33,2-11; Lc 12,32-34.

1.- La fiesta litúrgica del beato Tiburcio Arnáiz.

Esta es la primera vez que celebramos la Eucaristía en la fiesta litúrgica del beato Tiburcio Arnáiz. Lo hacemos en la iglesia del Sagrado Corazón donde reposan sus restos mortales. El Señor nos concedió la gracia de celebrar su beatificación en la Catedral de Málaga en octubre de 2018.

Damos gracias a Dios por este hermoso regalo. Uniéndonos al Salmo decimos: «Bendigo al Señor en todo momento, su alabanza está siempre en mi boca» (Sal 33,2). ¡Bendigamos al Señor!

Tras un largo proceso pudimos celebrar con gozo la beatificación, que estuvo acompañada de lluvia; pero ésta no impidió la solemnidad, la alegría y el don que el Señor nos regalaba del nuevo beato.

Hoy proclamamos la grandeza del Señor y ensalzamos juntos su nombre (cf. Sal 33,4). El P. Arnáiz, amigo de Dios, intercede ahora por nosotros ante el Señor. También nosotros estamos llamados a ser “amigos de Dios”.

2.- El anhelo de Jesucristo

San Pablo, en su carta a los Filipenses, nos ha recordado la importancia de la fe y la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús: «Por él lo perdí todo, y todo lo considero basura con tal de ganar a Cristo» (Flp 3,8). Él es lo más grande que tenemos, sin comparación con otra cosa; porque Él es nuestro Salvador (cf. Lc 2,11; Hch 5,31; Flp 3,20; 2 Tim 1,10) y Mediador entre Dios y los hombres (cf. 1 Tim 2,5; Heb 12,24).

La vida del P. Arnáiz estuvo centrada plenamente en Cristo; y no buscaba otra cosa que amarlo y servirlo. Para el himno de la beatificación se tomó una frase suya, que expresaba su espiritualidad: “Buscad no vuestros intereses, sino los de Jesucristo”. Al igual que san Pablo, solo quería agradar a Cristo y buscar su gloria; lo demás no le importaba.

Decía el beato Arnáiz: “A Dios le debo amar más que a todas las cosas por ser el bien sumo, en cuya comparación todas las cosas son nada” (Sermón sobre la importancia de la salvación). Nosotros, en cambio, anteponemos muchas cosas al Señor. El monje Benito de Nursia decía ya en el siglo VI: “No anteponer nada al amor de Cristo” (Regla IV, 21).

El afán del P. Tiburcio era conocer a Jesucristo y unirse en comunión con Él, asociándose a sus padecimientos (cf. Flp 3,10), «con la esperanza de llegar a la resurrección de entre los muertos» (Flp 3,11), que ese es el objetivo de nuestro peregrinar aquí en la tierra. No cabe detenernos en el viaje, sino que hemos de pensar en el final del viaje.

Sabiendo que la vida del cristiano es un proceso de maduración en la fe, en la esperanza y en de amor, el P. Tiburcio vivía con el anhelo de alcanzar a Cristo, animado por haber sido alcanzado por Cristo (cf. Flp 3,12).

El P. Arnáiz corría «hacia la meta, hacia el premio, al cual me llama Dios desde arriba en Cristo Jesús» (Flp 3,14).

Imitemos al beato Arnáiz en el camino hacia la santidad, deseando unirnos en plena comunión con Cristo y no buscando otra cosa que ser ganados por Él.

3.- La búsqueda del tesoro celeste

El evangelio de san Lucas nos exhorta a buscar el tesoro celeste: «Vended vuestros bienes y dad limosna; haceos bolsas que no se estropeen, y un tesoro inagotable en el cielo, adonde no se acercan los ladrones ni roe la polilla» (Lc 12,33).

Ese tesoro es el reino de los cielos, que Dios nos ha regalado en Cristo Jesús (cf. Lc 12,32). Ese tesoro ya lo tenemos y gozamos de él, aunque sea en prenda; el Señor ya nos lo ha regalado y no existe otro tesoro más importante. Y el corazón del ser humano está donde se encuentra su tesoro. Como dice el Señor: «Porque donde está vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón» (Lc 12,34). ¿Y dónde ponemos nuestro corazón? Si tenemos puesto nuestro corazón en Jesucristo, Él será realmente nuestro tesoro.

En uno de sus sermones decía el P. Arnáiz: “¿Qué quiere Dios de mí? Hacerte feliz para siempre, porque te ama. Ese es tu fin; para eso te crió. Luego esto es lo único que a mí me interesa, lo único necesario, lo único importante. Conocer nuestro fin y alcanzarle es la gracia y bien mayor que podemos pedir al Señor por mediación de su Santísima Madre” (Sermón sobre la importancia de la salvación).

4.- La devoción al Corazón de Jesús

El beato Tiburcio Arnáiz vivió y fomentó la devoción al Sagrado Corazón de Jesús. Podemos recordar la procesión que inició en el año 1915 por las calles de la ciudad de Málaga con la imagen del Corazón de Jesús, a pesar de todas las opiniones contrarias y del ambiente hostil. Pero él salió con la imagen haciendo un gran bien a los malagueños.

Predicó muchas veces la Novena al Corazón de Jesús y fomentó el Apostolado de la Oración, que tiene como centro esta devoción. Mª Isabel González del Valle, su gran colaboradora y primera consagrada de las Hermanas de las Doctrinas Rurales, de la que hemos iniciado ya su proceso de beatificación, contó después de la muerte del P. Tiburcio lo siguiente: «Me había dicho el Padre en cierta ocasión que él tenía hecho un pacto con el Corazón de Jesús, de que si le concedía diez años de vida los iba a emplear en matarse por su gloria, trabajando sin descanso y sin atender para nada a

su salud; que el Señor se cuidase de ella y él se cuidaría de trabajar por su gloria”. Fue una apuesta atrevida; tal vez nosotros no nos atreveríamos a decirle al Señor: “Si me concedes diez años de vida, voy a trabajar solo por Ti, sin preocuparme nada de mí”. No sé si nuestra fe y nuestra confianza en el Corazón de Cristo llega a tal extremo como llegó el P. Arnáiz.

En el presente año celebramos el centenario de la consagración de España al Sagrado Corazón de Jesús, que tuvo lugar en el Cerro de los Ángeles, en Getafe. San Manuel González, obispo de Málaga en aquellos años, y su fiel e insigne colaborador, el beato Tiburcio Arnáiz, vivieron y propagaron la devoción al Sagrado Corazón de Jesús. En esa época se vivía el auge de esta espiritualidad. Esta coincidencia del centenario de la consagración con la primera fiesta litúrgica del beato Arnáiz es providencial y nos debe animar a vivir al amor al Corazón de Cristo.

Nosotros somos la generación del centenario de la consagración de España al Corazón de Jesús y la del inicio del culto litúrgico al P.Arnáiz. Estamos haciendo historia: dentro de cien años estaremos en el balcón del cielo contemplando a las generaciones venideras, que celebrarán el primer centenario de la fiesta del P. Arnáiz. Por ello, no debe decaer nuestra devoción al Corazón de Cristo.

La oración colecta al inicio de la Misa dice que Dios constituyó al beato Tiburcio en “apóstol de las insondables riquezas del Corazón de tu Hijo”. En esta celebración pedimos mediante su intercesión que Dios nos conceda ser también apóstoles del Corazón de Jesús y que podamos amarlo sobre todas las cosas y servirlo incansablemente en nuestros hermanos. Amén.

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