Fiesta de la Virgen del Carmen

Homilía pronunciada por el Obispo de Málaga, Jesús Catalá, el 17 de julio, en la Catedral de Málaga, con motivo de la Festividad de la Virgen del Carmen.

FIESTA DE LA VIRGEN DEL CARMEN
(Catedral-Málaga, 17 julio 2016)
Lecturas: Gn 18,1-10; Sal 14,2-5; Col 1,24-28; Lc 10,38-42.
(Domingo Ordinario XVI-C)

1.- Abrahán hospedó al Señor

Queridos sacerdotes, Hermano Mayor y Junta de la Hermandad de la Virgen del Carmen, autoridades y representantes de la Marina, gentes del mar y devotos todos. Hoy celebramos con gozo esta hermosa fiesta de la Virgen del Carmen.

En la lectura del libro de Génesis vemos a Abrahán como protagonista, al que el Señor se le aparece a través de unos mensajeros. Él estaba junto a la encina de Mambré; en un día de calor descansaba a la puerta de su tienda (cf. Gn 18,1). Algo parecido al día de hoy.

Abrahán, al ver a los mensajeros del Señor, los acogió como al mismo Señor que se acercaba a él; y le dijo: «Señor mío, si he alcanzado tu favor, no pases de largo junto a tu siervo» (Gn 18,3). El tema de la hospitalidad es vital en el pueblo de Israel; en todos los pueblos orientales y también debe ser en nuestra cultura.

Abrahán ofreció a sus huéspedes agua para lavarse los pies (cf. Gn 18,4) y comida (cf. Gn 18,5): panes y un ternero guisado (cf. Gn 18,6-7).

2.- El Señor bendijo a Abrahán con un hijo

¿Qué ocurrió a cambio? Abrahán acoge al Señor en su tienda, en su casa, en su vida y le ofrece lo que tiene. El Señor responde a través de uno de los huéspedes: «Cuando yo vuelva a verte, dentro del tiempo de costumbre, Sara habrá tenido un hijo. Sara estaba escuchando detrás de la entrada de la tienda» (Gn 18,10).

Abrahán y Sara eran ancianos, fuera de la edad de la fertilidad, y encima Sara era estéril. Pero el Señor recompensa la acogida de Abrahán con la descendencia.

3.- La Virgen María acogió a Dios en su corazón

La Virgen María, cuya fiesta del Carmelo hoy celebramos, es también modelo, ejemplo y tipo de lo fue Abrahán. La Virgen hizo algo similar, a mayor escala.

María acogió la Palabra de Dios en su corazón. Antes de engendrar a Jesús, María escuchó a Dios, escuchó el mensaje del ángel y lo acogió. Después engendró en su seno virginal al Verbo eterno de Dios, Jesucristo.
Ella es la “Virgen-Madre”, que “por su fe y obediencia engendró en la tierra al mismo Hijo del Padre, sin contacto con hombre, sino cubierta por la sombra del Espíritu Santo” (Concilio Vaticano II, Lumen gentium, 63).

María acoge y Dios le regala al Hijo. Abrahán acogió y Dios le regaló a su hijo.

La prodigiosa maternidad de María es ejemplo de la fecundidad de la Iglesia-Madre, que “se convierte ella misma en Madre, porque con la predicación y el bautismo engendra a una vida nueva e inmortal a los hijos, concebidos por obra del Espíritu Santo, y nacidos de Dios» (Lumen gentium, 64). La Iglesia, como María, también es Madre que acoge y engendra. Los santos padres enseñaron que la Iglesia prolonga en el sacramento del bautismo la Maternidad virginal de María.

La Virgen del Carmen nos invita hoy a acoger con amor la presencia de Cristo en nuestras vidas; nos invita a conocerlo cada día más; nos anima a ser configurados por la imagen de su Hijo en nuestras almas. Y también acogerla a Ella; es como la imagen de la madre en una familia. Ella acogió a Dios, acogió a su Palabra, acogió al Hijo en su seno y nos lo regaló. Nosotros acogemos al Hijo que ella nos regala y la acogemos a Ella como Madre.

4.- Saber acoger al Salvador

El relato evangélico nos presenta a Jesús que se hospeda en casa de sus amigos (cf. Lc 10,38). Marta lo acogió en su casa y le ofreció hospitalidad.

Fijaros la coherencia de los tres personajes que acogen a Dios: Abrahán, María –nuestra Madre, la Virgen del Carmelo–, y Marta.

Pero Marta andaba muy afanada con los muchos servicios y protestó al Señor, para que su hermana María le ayudara en las tareas de la casa (cf. Lc 10,40).

Su hermana María «sentada junto a los pies del Señor, escuchaba su palabra» (Lc 10,39); y disfrutaba de la presencia salvadora de Jesús. El Señor alabó la actitud de María, respondiendo: «María, pues, ha escogido la parte mejor, y no le será quitada» (Lc 10,42).

Queridos cofrades y devotos de la Virgen andamos muy atareados, como Marta, haciendo mil servicios; pero podemos descuidar lo que es más esencial: acoger a Jesús en nuestro corazón, contemplar su divinidad y configurarnos a Él. Esto es lo principal, que durará en la vida eterna.

María es nuestra Madre en la casa, en la familia. Podemos pensar en la presencia de una madre en la familia: los hijos se sientan junto a su madre, para estar con ella, para dialogar con ella, para contarle las cosas, para contemplarla, para agradecer su amor. Eso que hacemos en casa con nuestra madre y que nos ha hecho tanto bien es lo que debemos de hacer con la Virgen: contemplarla, mirarla, darle gracias, pedirle, contarle nuestras cosas. ¿Por qué no dedicar parte del tiempo que el Señor nos regala, a rezar el Rosario, a estar con Ella, a contarle nuestras cosas, a pedir por la humanidad, por las familias, por los problemas de nuestra sociedad? Ella sabe escucharnos como una buena Madre. Ella sabe atendernos, sabe interceder ante su Hijo por nosotros.

La oración y la devoción son mucho más importantes, como ha dicho Jesús, que muchos servicios: «Marta, Marta, andas inquieta y preocupada con muchas cosas; solo una es necesaria. María, pues, ha escogido la parte mejor, y no le será quitada» (Lc 10, 41-42). Es una invitación que la Virgen del Carmen hoy nos hace en su fiesta: acoger al Señor en nuestra vida y darle un tiempo tanto al Señor como a Ella.

5.- Expansión de la devoción de la Virgen del Carmen

La expansión de la devoción a la Virgen del Carmen a través de la historia ha sido una cosa providencial y llena de avatares.

Durante la Edad Media, siglos XI-XII, fueron llegando peregrinos europeos a Tierra Santa y algunos se unieron a la pequeña comunidad de cenobitas del Monte Carmelo, donde siglos antes de la venida de Jesús el profeta Elías se refugió huyendo de la reina Jezabel que quería matarlo, porque él había luchado por la verdadera religión, por la pureza de la fe del pueblo de Israel. Había más de cuatrocientos falsos profetas capitaneados por la reina Jezabel que llevaron al pueblo de Israel a la idolatría, a adorar a falsos dioses, a los baales. Elías degolló a esos falsos profetas; y la reina Jezabel juró quitarle la vida a Elías.

Pasados más de diez siglos de cristianismo, llegaron cristianos europeos a vivir una vida de fe en el Monte Carmelo de Palestina; vivían en cuevas, pero compartían momentos de oración comunitaria en una pequeña Ermita que dedicaron a María, en quien reconocían la tradición bíblica de la M
ater et Decor Carmeli, la Madre y Hermosura del Carmelo.

Sin embargo, la victoria de las tropas musulmanas del sultán Saladino sobre los cruzados cristianos, a orillas del lago de Tiberíades, cambió todo. En el año 1187 el ejército musulmán aplastó a los cristianos y comenzó a hostigar a muerte a todo el que perteneciese al pueblo de la cruz; es decir, los cristianos. Los ermitaños del Monte Carmelo tuvieron que huir y regresar a sus países.

De ese modo se establecieron los primeros Carmelos en Chipre, Sicilia, Inglaterra, Francia y España. La Orden del Monte Carmelo sufrió varios avatares. Cuando en el siglo XIII los carmelitas estaban a punto de perder su carisma inicial, la Virgen del Carmen entregó su escapulario a san Simón Stock en un convento cerca de Londres, para ratificar su misión contemplativa y mariana. Y san Simón Stock promovió la devoción a la Virgen del Carmen.

La advocación carmelitana, que sólo se conocía en un pequeño cenobio de Tierra Santa, se expandió, a causa de Saladino y su “yihad” (guerra santa), por toda Europa.

En los siglos siguientes, sobre todo en el XVI y en el XVII, los misioneros y navegantes españoles, ingleses y franceses llevaron la devoción a la Virgen del Carmen hasta las Indias y el Nuevo Mundo, Asia y América, y más tarde a África y a Oceanía. Así la devoción a la Virgen del Carmen se extendió por todo el mundo.

Llevamos varios años escuchado noticias de cristianos asesinados por musulmanes radicales y fanáticos; y, por desgracia, se siguen cometiendo estas atrocidades en nombre de la “yihad” o guerra santa islámica.
Pedimos a la Virgen del Carmen en su fiesta, que nos sostenga en el testimonio de la fe cristiana y que nos haga valientes discípulos misioneros, como nos invita el papa Francisco (cf. Evangelii gaudium, 120).
Le pedimos también a la Virgen que abra los ojos de los musulmanes extremistas y que la Luz del Evangelio ilumine su corazón, para que no hagan más atrocidades; para que traten a todas las personas como verdaderos hermanos, hijos del mismo Padre celestial.

¡Virgen del Carmen, ruega por nosotros! Amén.

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