Eucaristía en la iglesia del Santo Cristo de la Salud con motivo de la restauración

Homilía pronunciada por el Obispo de Málaga, Jesús Catalá, en la Eucaristía celebrada el 8 de enero de 2016 en la iglesia del Santo Cristo de la Salud (Málaga), con motivo de la restauración.

Lecturas: 1 Jn 4, 7-10; Sal 71, 1-4.7-8; Mc 6, 34-44.

1. Nos encontramos en el marco de las fiestas Navideñas, en las que adoramos a Jesucristo, el Hijo de Dios, que se encarnó en el seno de la Virgen María. Jesús de Nazaret es la revelación plena y la expresión máxima del amor de Dios a los hombres. En la primera carta de san Juan hemos escuchado: «En esto se manifestó el amor que Dios nos tiene: en que Dios envió al mundo a su Unigénito, para que vivamos por medio de él» (1 Jn 4, 9).

El amor no consiste en que hayamos amado a Dios, «sino en que él nos amó y nos envió a su Hijo como víctima de propiciación por nuestros pecados» (1 Jn 4, 10). La iniciativa, queridos fieles, la toma siempre Dios; al hombre le toca corresponder a ese amor.

El evangelista Juan explica que Dios es amor y quien ama conoce a Dios y llega a ser hijo de Dios: «El amor es de Dios, y todo el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios» (1 Jn 4, 7). Contrasta también la actitud contraria: quien no ama no conoce a Dios, «porque Dios es amor» (1 Jn 4, 8).

Tal vez no hemos profundizado aún el sentido más genuino y pleno de lo que significa «creer». Para san Juan los términos «creer» y «amar» tienen una base común. A veces se considera que la fe consiste en «conocer cosas»; pero la fe es fiarse de Dios, confiar en Él, amarlo, aceptarlo en nuestra vida.

2. La Eucaristía que hoy celebramos en esta Iglesia del Santo Cristo de la Salud es, ante todo, como el término indica, una acción de gracias a Dios por su amor inefable hacia todos los hombres. Pero quiere expresar también nuestra gratitud por la restauración de este hermoso templo, que deseamos dedicarlo a la adoración eucarística.

La adoración cristiana implica un culto nuevo, instaurado por Jesucristo con el misterio de su Encarnación. Hay una radical novedad en el cristianismo; y hay una radical novedad en el culto cristiano, que Jesucristo inicia. En el diálogo que mantuvo con la mujer samaritana, junto al pozo de Jacob, Jesús le explicó el sentido de la verdadera adoración: «Se acerca la hora, ya está aquí, en que los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y verdad, porque el Padre desea que lo adoren así» (Jn 4, 23).

La discusión entre judíos y samaritanos versaba sobre el lugar donde debía ser adorado Dios: en Jerusalén o en Garizím (cf. Jn 4, 20). Jesús le responde que no se trata de un «lugar», sino de un estilo nuevo: en el espíritu nuevo, que Jesús trae y en la verdad que es el mismo Cristo (cf. Jn 14, 6). A veces resolveríamos algunas discusiones, si profundizáramos en el verdadero sentido de la Palabra de Dios.

El Espíritu Santo, que hace nacer a la vida nueva (cf. Jn 3, 5), es también el principio de este nuevo culto, inaugurado por el Verbo encarnado; será a partir de Él una adoración trinitaria: adoración al Padre, creyendo en la revelación de Cristo-Verdad, impulsada y movida desde dentro por el Espíritu. Quienes adoran así, son los verdaderos adoradores que busca el Padre, los adoradores de los tiempos mesiánicos, inaugurados con la venida de Cristo Jesús.

La mujer samaritana se convertirá desde este momento en la primera evangelizadora de su pueblo, anunciando que el Mesías ya ha llegado y que se inaugura la hora mesiánica, un tiempo nuevo. Cada cristiano, hijo de Dios por el bautismo, está también llamado a seguir, como buen discípulo, al Maestro de Nazaret. Y cada uno de nosotros, al ser bautizados y confirmados en el Espíritu, entramos en una relación de adoración e invocación al Padre; ésta es la característica fundamental del culto cristiano.

3. En el evangelio de san Marcos, que hemos escuchado, se nos narra la multiplicación de los panes y los peces, para dar de comer a una multitud, que «andaban como ovejas que no tienen pastor» (Mc 6, 34).

El Señor invitó a sus discípulos a dar de comer a la numerosa gente; pero ellos no encontraban solución, porque solo tenían cinco panes y dos peces (cf. Mc 6, 38). Pero el Maestro multiplicó la generosidad y la fraternidad, saciando a mucha gente (cf. Mc 6, 42).

Con poco que aportemos de cada uno de nosotros pueden resolverse muchos problemas de penuria y cubrir necesidades básicas de muchos hermanos nuestros, que no disponen de lo necesario para vivir. De lo que sobra en el llamado «primer mundo», podrían comer «otros mundos». El Señor multiplica lo poco que compartimos y alcanza para todos.

La Eucaristía es fuente de amor. En esta Iglesia del Santo Cristo permanecerá el Santísimo Sacramento, presencia real de Cristo resucitado, para ser adorado. ¡Venid a darle gracias! ¡Venid a adorar al Señor del mundo, a nuestro Salvador! ¡Venid a expresar vuestro amor a quien ha ofrecido su vida por todos nosotros y por todos los hombres! ¡Venid a encender vuestro corazón con el fuego del amor de Dios!

4. Los inicios de este templo se remontan al año 1572, con una cesión a la Compañía de Jesús de la antigua ermita de San Sebastián. Tras diversos proyectos se consagró la iglesia del noviciado de la Compañía en 1630. Posteriormente se añadieron ornamentaciones y se realizan algunas reformas.

En el siglo XIX se trasladó la imagen del Cristo de la Salud, dando el nombre actual a la iglesia. Durante el siglo XX se realizaron diversas reparaciones de estructura, fachada, cubiertas y pinturas murales. Ahora hemos hecho la última restauración, más integral y profunda.

Se trata de una Iglesia representativa de la arquitectura manierista en España, con gran valor documental, construida desde los principios teológicos de la contrarreforma religiosa a finales del siglo XVI. Es importante, además, por su programa iconográfico sobre el martirologio, planificado para la iglesia del colegio-noviciado de la Compañía de Jesús, apenas treinta y ochos años después de su fundación. Esta iglesia es un contraste respecto al templo del Gesú en Roma, que era considerado el modelo para los demás templos que los jesuitas construían en todo el mundo.

Su valor histórico y su situación geográfica en el centro de la ciudad de Málaga nos han impulsado a dedicarla a la adoración eucarística.

5. Deseo agradecer a las instituciones que han realizado las obras de rehabilitación de esta Iglesia del Santo Cristo de la Salud y a todas las personas que ha participado. En el año 2009 se firmó un Convenio de colaboración entre la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía, el Instituto Andaluz del patrimonio histórico, la Fundación Caja Madrid y el Obispado de la Diócesis de Málaga para la restauración de esta iglesia. La Fundación Montemadrid (sucesora de la Fundación Caja Madrid) y la Junta de Andalucía han hecho posible la restauración del templo, que ha quedado embellecido y apto de nuevo para el culto eucarístico.

Ahora la ciudad y la diócesis de Málaga pueden disfrutar de este hermoso espacio sagrado, dedicado desde hoy a la adoración eucarística, cuyo significado hemos comentado en esta reflexión homilética.

Pedimos a la Santísima Virgen de la Victoria, patrona de nuestra Diócesis, que bendiga y acompañe a los adoradores que se postrarán aquí ante el Santísimo Sacramento del altar, para que sean verdaderos adoradores de Dios en espíritu y verdad. Amén.

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