«Apóstoles para la nueva evangelización»

Homilía del Obispo de Málaga en la Solemnidad de Pentecostés celebrada en la Catedral de Málaga en 2012.

Lecturas: Hch 2, 1-11; Sal 103; Gál 5, 16-25; Jn 15,26-27; 16, 12-15.

Apóstoles para la nueva evangelización

1. El día de Pentecostés, según narra el libro de los Hechos de los Apóstoles, el Espíritu Santo irrumpió en la casa, donde estaban los apóstoles reunidos, como un viento huracanado (cf. Hch 2, 1-2). En los inicios de la creación, el viento divino aleteaba sobre las aguas (cf. Gn 1, 2) e iba plasmando la obra maravillosa, que iba emergiendo de las manos de Dios.

Este mismo Espíritu de la creación sopla ahora fuerte en la re-creación de la humanidad y hace hombres nuevos; los apóstoles son transformados desde dentro y se convierten en testigos audaces de la resurrección de Jesús.

Junto con María, la Madre del Señor, perseveraban en oración (cf. Hch 1, 14). Esta imagen nos invita a revivir aquellos momentos del primer Pentecostés y a convertir nuestra vida, personal y comunitaria en un nuevo Pentecostés.

El viento del Espíritu lleva la semilla de la Palabra de Dios hasta los confines de la tierra. No hay barrera humana que se le resista: ni geográfica, ni cultural, ni lingüística, ni económica, ni ideológica. Nadie puede detener el huracán del Espíritu, que a su paso barre todo lo que estorba a la implantación del Reino de Dios. Abramos nuestro corazón a su acción, para que renueve en nosotros por dentro lo que está árido e infecundo.

2. La fuerza del Espíritu en Pentecostés convirtió a los discípulos del Señor en valientes pregoneros del Evangelio y llevaron a cabo el mandato misionero: «Id, pues, y haced discípulos a todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; y enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado» (Mt 28, 19‐20).

Recibida la unción del Espíritu, san Pedro, y los Apóstoles, comenzaron a anunciar la resurrección de Jesucristo y el mensaje de salvación; los demás discípulos, que iban incorporándose a la Iglesia, continuaron esta tarea.

En el Evangelio de hoy hemos escuchado las palabras de Jesús sobre el testimonio: «Cuando venga el Paráclito, que yo os enviaré de junto al Padre, el Espíritu de la verdad, que procede del Padre, él dará testimonio de mí» (Jn 15, 26).

«Pero también vosotros daréis testimonio, porque estáis conmigo desde el principio» (Jn 15, 27).

3. La Iglesia nunca ha interrumpido el anuncio de la evangelización. «Son muchos los que a lo largo de la historia han conocido y experimentado el amor de Dios como fruto de esta evangelización. Pero hoy en día somos conscientes de que muchos de nuestros contemporáneos no encuentran en esta evangelización permanente de la Iglesia la respuesta a sus preguntas y, en ocasiones, ni siquiera se las formulan. Por eso hablamos de Nueva Evangelización que, sin interrumpir la evangelización permanente, proponga nuevos caminos, para que todos tengan acceso al Evangelio» (Comisión episcopal de Apostolado Seglar, Mensaje con ocasión del Día de la Acción Católica y del Apostolado seglar, Madrid, 27.05.2012).

La nueva evangelización pasa por reavivar en los apóstoles de hoy aquel impulso evangelizador de los orígenes de la Iglesia para hacer nuestra, de modo renovado, la expresión paulina: «¡ay de mí si no anuncio el Evangelio! » (1 Co 9, 16).

Pero la Nueva Evangelización no se diferencia de la primera; es la misma, pero en un mundo distinto, en unas circunstancias históricas, sociales, culturales distintas. El Evangelio es el mismo: «Ayer como hoy, Jesucristo es el mismo, y lo será siempre» (Hb 13, 8).

El Concilio Vaticano II, del que en el próximo octubre celebraremos el cincuentenario de su apertura, en el decreto Apostolicam actuositatem, urge a los laicos a mantener el celo evangelizador; la Iglesia tiene una tarea ingente en este inicio del tercer milenio. El cumplimiento de la misión de la Iglesia de anunciar el Evangelio corresponde a todos sus miembros, que deben ser fermento en medio del mundo (cf. 2).

4. Estamos celebrando el día de la Acción Católica y del Apostolado Seglar, cuyo lema para este año dice: «Apóstoles para la Nueva Evangelización». La nueva evangelización necesita de evangelizadores llenos del Espíritu de Dios, testigos auténticos del Evangelio: «Cualquier proyecto de «nueva evangelización», cualquier proyecto de anuncio y de transmisión de la fe no puede prescindir de esta necesidad: disponer de hombres y mujeres que con la propia conducta de vida sostengan el empeño evangelizador que viven. Precisamente esta ejemplaridad es el valor agregado que confirma la verdad de la donación, del contenido de lo que enseñan y de lo que proponen como estilo de vida. La actual emergencia educativa acrecienta la demanda de educadores que sepan ser testigos creíbles de aquellas realidades y de aquellos valores sobre los cuales es posible fundar tanto la existencia personal de cada ser humano, como los proyectos compartidos de la vida social» (Lineamenta para la Asamblea del Sínodo de los Obispos de 2012, n. 22).

La Solemnidad de Pentecostés nos invita a implorar el don del Espíritu para que la Acción Católica y los movimientos del apostolado seglar sean renovados y puedan dar hermosos frutos de testimonio. Hemos de tomar conciencia de la urgencia evangelizadora ante la que nos encontramos y del papel de los laicos en la misma.

Pedimos al Señor que sople su aliento sobre nosotros y nos confiera la sabiduría, la fortaleza, la alegría, la paz, la generosidad y la valentía necesarias, para poder anunciar la presencia salvadora del Resucitado entre nosotros.

5. En esta fiesta de Pentecostés, en la que celebramos el día de la Acción Católica y del Apostolado Seglar, damos gracias a Dios por tantos fieles laicos, que estáis empeñados en ser, como dice el lema de la jornada de este año: «Apóstoles para la Nueva Evangelización».

Quiero agradecer vuestra firmeza en la fe, vuestra constancia en el amor y vuestro afán apostólico; y pido al Señor que os mantenga en vuestro compromiso con el anuncio del Evangelio.

El papa Benedicto XVI convoca a toda la Iglesia a redescubrir la fe, a robustecerla, a dar testimonio de ella, en este mundo que rechaza a Dios: «La puerta de la fe (cf. Hch 14, 27), que introduce en la vida de comunión con Dios y permite la entrada en su Iglesia, está siempre abierta para nosotros. Se cruza ese umbral cuando la Palabra de Dios se anuncia y el corazón se deja plasmar por la gracia que transforma. Atravesar esa puerta supone emprender un camino que dura toda la vida» (Porta fidei, 1).

+ Jesús Catalá Ibáñez

Obispo de Málga

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