Apertura del curso máster en pastoral familiar

Homilía del Obispo de Málaga, Mons. Jesús Catalá Ibáñez, el 29 de julio de 2012 en la Casa Diocesana.

Lecturas:2 R4, 42-44; Sal 144; Ef 4, 1-6; Jn 6, 1-15.

1. El Evangelio de hoy, perteneciente al capítulo sexto de san Juan, está enmarcado en varios domingos, en los que la liturgia nos presenta el discurso de Jesús sobre el pan de la vida, referido a la Eucaristía. Jesús es el Pan de Vida.

Tanto en el libro de los Reyes como en el Evangelio alguien ofrece panes de cebada. El evangelista sitúa este hecho en la primavera, próxima ya la Pascua; en este tiempo aún no se ha segado el trigo. El pan de cebada es un pan de primicia; es un pan pobre, que no tiene el mismo valor nutritivo que el trigo; algunos hablan incluso de pan de los pobres.

En tiempos de Eliseo le presentaron veinte panes de cebada y el profeta ordenó a su criado que lo diese a la gente para comer (cf. 2 Re 4, 42). En tiempos de Jesús le presentaron cinco panes y dos peces y el Maestro ordenó que lo distribuyesen entre la gente (cf. Jn 6, 9-10) y comieron todos.

2. Siempre hay alguien que, en su pobreza, ofrece lo que tiene. El milagro lo realiza Dios, después que hay alguien que ofrece lo poco que tiene; ésa es la primera enseñanza que debemos sacar.

El Señor no nos pide hoy, ni pidió entonces a sus discípulos, que demos de comer a toda la gente necesitada; nos resulta imposible. En estos momentos de crisis económica, todos estamos haciendo un gran esfuerzo: las Caritas parroquiales, las comunidades cristianas, los fieles; todos estamos haciendo un esfuerzo por compartir lo poco que tenemos. Pero no podemos resolver el problema social de la crisis. Más bien lo pueden resolver los que mandan, los políticos, los dirigentes; podrían resolverlo, si quisieran, pero no quieren, porque tienen otros intereses. Por tanto, no estamos llamados nosotros a resolver los problemas económicos, ni los problemas del hambre; no podemos hacerlo.

El Señor nos pide sólo un poco de colaboración; nos pide que ofrezcamos el pan de cebada, que ni siquiera es de trigo. La acción multiplicadora la hará Él, no nosotros. A nosotros nos toca ofrecer cada día lo que tenemos; nada más.

3. A los niños, aquí presentes, les preguntaría: Si vuestros padres os dieran algo que os gusta mucho (juguetes, chucherías, etc.), ¿qué es lo primero que haríais? Si vuestros padres os regalan hoy, al salir de la celebración, algo que os gusta mucho, ¿qué es lo primero que haríais? Si fuera comida, posiblemente comerlo; y si fueran juguetes, jugar. Pero si el Señor os pide que primero lo compartáis con otros niños, ¿qué haríais?

Cuenta la madre Teresa de Calcuta que un día fue a una familia con muchos hijos, que llevaban varios días sin comer, y les ofreció un poco de arroz. Cuando se lo entregó a la mujer, se quedó hablando con los niños, mientras la mujer hizo dos partes, cogió la mitad y salió de casa. Madre Teresa preguntó a los niños ¿dónde ha ido vuestra madre?, a lo que contestaron que no lo sabían. Al cabo de un rato, regresó la mujer a casa y Madre Teresa le preguntó dónde había ido; ella le respondió que había ido a compartir lo que le había traído, porque había otras personas que hacía más días que ellos que no comían; la mujer pensó en alguien que estaba igual o peor que ellos. Cuando recibimos algo, tiene gran valor la prontitud en el compartir.

4. El Evangelio dicen que recogieron doce cestos de sobras; siempre sobran alimentos. Como decía un profesor, estamos en la «sociedad del desperdicio». Según estudios realizados, una cuarta parte de la alimentación va a la basura: Unos alimentos se tiran porque han caducado y no se han podido vender; y otros alimentos se tiran o se queman antes de venderlos, para que su precio no baje. Y después hay millones de personas con necesidades básicas. Esto es incomprensible. Decimos que hay problemas de hambre y, por otra parte, sobran alimentos, que son desechados. ¿Qué nos corresponde hacer a nosotros? Sencillamente dar el testimonio en lo pequeño. No vamos a resolver el problema de los millones de personas, que no tienen para comer; tampoco está en nuestras manos resolver esa cuarta parte de alimentación, que se tira a la basura; pero tal vez podamos economizar en casa, sin necesidad de desperdiciar alimentos. Las madres, que tenéis mucha imaginación, podríais gestionar mejor los alimentos y educar a los hijos en el uso adecuado, sin desperdiciar.

5. Los panes, de que nos habla el Evangelio, son un signo de lo que significa Jesús para la humanidad. El pan, sea de cebada o de trigo, es signo de Cristo, que se hace pan y alimento para el cristiano en la Eucaristía. Antes decíamos que teníamos que compartir lo poco que tenemos, aunque ese pan sea de cebada y pobre. Eso significa que, del mismo modo, que compartimos las primicias del alimento del cuerpo, debemos compartir la fe en Cristo. Hacemos el mismo razonamiento anterior: No vamos a convertir a los millones de ateos, que hay en el mundo, o a los fieles de otras religiones. El Señor nos pide que demos testimonio de la fe cada día de nuestra vida; que confesemos a Jesús como nuestro Salvador, Hijo de Dios e hijo del hombre; que lo recibamos como pan y como alimento; que celebremos bien la Pascua semanal, es decir, el domingo como día del Señor. Nos pide que demos testimonio de la fe en Dios en este mundo pagano y alejado de Dios. Tal vez somos una gota de agua en un océano, pero hemos de ser gota de agua.

6. Hoy empezáis el curso del Máster en Pastoral Familiar. Ya sabéis cómo está concebida la familia en nuestra sociedad y a qué llaman matrimonio las leyes y las modas; cosa que los cristianos no compartimos. Aquí aplicamos el mismo razonamiento que en el tema del compartir el pan. No vamos a cambiar la mentalidad de todos nuestros paisanos. Los que quieran llamar matrimonio a cualquier unión entre personas, seguirán llamándolo, mientras existan unas leyes que lo avalen. ¿Qué nos toca hacer a nosotros? Sencillamente ser testigos del amor matrimonial entre un varón y una mujer; ser aquellos que apoyan a la familia cristiana; ser testigos de la santidad matrimonial.

De la misma manera que la multiplicación de los panes no la hizo el muchacho que ofreció cinco panes y dos peces, sino que la hizo el Señor, tampoco está en nuestras manos el cambio de mentalidad acerca del matrimonio y, por tanto, no la haremos nosotros, sino que la hará el Señor.

7. Pero él nos pide que aportemos lo poco que tenemos. Porque el Señor tampoco multiplica el pan, si no hay nadie que antes presente algo. Presentemos un poco y él lo multiplicará. ¡Vivid la alegría de la familia, del matrimonio, de los hijos, de los esposos (varón y mujer)! ¡Vivid esa alegría y sed testigos de ella! El Espíritu irá transformando los corazones.

A veces nos sentimos un poco anonadados, como perdidos, somos pocos, incomprendidos, criticados y machacados; pero no importa. Es vital y necesario vuestro testimonio. Aunque hubiera en toda España el número de matrimonios cristianos, que estáis aquí, seríais necesarios. Y es importante que nos lo creamos, que lo vivamos, que lo interioricemos.Debemos ser fermento en la masa. La masa es muy grande; pero es suficiente una pizca de fermento. Se necesita muy poca levadura, para fermentar toda la masa. Pongamos esta ilusión en manos del Señor y pidámosle que sea Él, quien haga la multiplicación.

La Virgen se comportó de una manera callada, sencilla, simple y humilde. ¡Fijaos la gran maravilla que hizo! No hizo asociaciones, ni enardeció el ánimo de las mujeres, ni salió a la calle para hacer protestas, ni creó banderas. Vivió simplemente la vida día a día, con sencillez y humildad. Le pedimos que nos ayude a descubrir la necesidad de vivir como Ella; de ser testigos valientes de la fe; de ofrecer lo que tenemos, sin grandes pretensiones y pidiéndole al Señor que lo multiplique. Que así sea.

+ Jesús Catalá Ibá
ñez

Obispo de Málaga

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