«Hay hermanos nuestros a quienes estamos condenando a muerte. Y eso es terrible» Así se expresa Soledad Suárez Miguélez (Madrid 1950) nueva presidenta nacional electa de Manos Unidas en referencia al drástico recorte que ha sufrido en la ayuda pública al desarrollo. Esta farmacéutica, madre de cuatro hijos y abuela de seis nietos se enfrenta al reto de dirigir esta asociación de la Iglesia Católica en España que sólo en Málaga destinó el año pasado más de un millón de euros para proyectos en el Tercer Mundo.
–¿Abrumada por la responsabilidad?
–Creí que iba a estar más nerviosa pero estoy muy tranquila. Todo el mundo me dice que está rezando para que todo me salga muy bien. Y yo creo que eso me está dando muchísima serenidad. Estoy muy a gusto y muy contenta.
–¿Qué le han dicho sus nietos cuando se han enterado de la noticia?
–El que tiene siete años me ha dicho: «¿De verdad que eres presidenta de Manos Unidas, abuela? ¿Y cuántos años vas a serlo?»(risas) Supongo que será para ver cuántos años puede él presumir de abuela.
–Los abuelos tienen una gran responsabilidad en la lucha contra el hambre porque ahora son ustedes quienes educan a los niños…
–La educación de los niños es importante en cualquier situación. El sector que más dinero se lleva de los proyectos de Manos Unidas es precisamente el educativo, porque sabemos que es la manera de acabar con la pobreza. Aquí en España es básico y fundamental que nuestros niños hagan un consumo responsable y sepan lo que valen las cosas. Yo a mis nietos los mimo mucho, pero con la comida en cambio… Nunca les dejo que la tiren o que me digan que está mala o que no les gusta.
–Usted ha dicho que hay otras ONG con una preparación técnica igual, pero que en Manos Unidas tiene que quedar claro el por qué lo hacen. ¿Cuál es su porqué?
–Lo hacemos porque para nosotros es un mandato de Dios. Él es quien nos ha dicho: «dadles vosotros de comer». Eso es lo que nos mueve a nosotros a hacerlo. Se viven situaciones muy injustas en el mundo y nosotros tenemos la obligación de procurar solucionar esas situaciones.
–Aunque Manos Unidas se financia en más de un 80 % de fuentes privadas, ¿Cómo les han afectado los recortes públicos?
–Ha habido una disminución del 70% de la ayuda oficial al desarrollo, que es una barbaridad. Nosotros creemos que es más justo que si se estaba dando un tanto por ciento del PIB, se mantenga ese porcentaje, que ahora será menor. Porque además, parece que se impone la mentalidad de que primero estamos nosotros y salir de nuestros problemas y luego los demás. Y no nos damos cuenta de que si no hacemos algo en los países en los que trabaja Manos Unidas lo que provocamos es la muerte. Aquí en España, afortunadamente no nos morimos de hambre y todos tenemos médico y todos tenemos acceso a las medicinas. Pero en otros países hay seres humanos como nosotros, hermanos nuestros a quienes estamos condenando a muerte y eso es terrible.
–La crisis ¿nos servirá de escarmiento? ¿O nos está haciendo más egoístas?
–De lo que no cabe ninguna duda es de que estábamos viviendo en un tipo de desarrollo absolutamente equivocado. Ojalá la crisis sirva para que seamos un poco más sensatos y pensemos un poco más en cómo consumimos, en cómo malgastamos. Porque hasta ahora, y sigue dándose, el 80% de lo que se produce en el mundo lo consumimos el 20% de la población mundial. Y ese no es un desarrollo equilibrado y justo. Así no podemos avanzar. Ojalá nos demos cuenta de que hay que ir a otro tipo de desarrollo.