Navidad 2021 (Catedral-Málaga)

Diócesis de Málaga
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La diócesis de Málaga es una sede episcopal dependiente de la archidiócesis de Granada, en España. Su sede es la Catedral de la Encarnación de Málaga.

Homilía pronunciada por el obispo de Málaga, D. Jesús Catalá, en la Eucaristía celebrada en la Catedral de Málaga el 25 de diciembre de 2021, festividad de la Natividad del Señor.

NAVIDAD

(Catedral-Málaga, 25 diciembre 2021)

Lecturas: Is 52, 7-10; Sal 97, 1-6; Hb 1, 1-6; Jn 1, 1-18.

La Luz de Cristo transforma las culturas

1.- Según la carta a los Hebreos, que ha sido proclamada, Dios habló en muchas ocasiones y de muchas maneras por los profetas (cf. Hb 1, 1). Pero «en esta etapa final, nos ha hablado por el Hijo, al que ha nombrado heredero de todo, y por medio del cual ha realizado los siglos» (Hb 1, 2).

El Verbo eterno, que era Dios y estaba junto a Dios (cf. Jn 1, 1) se ha encarnado en el tiempo como ser humano. Él es la Palabra creadora (cf. Jn 1, 3), reveladora y salvadora, que se manifestó en el A.T. y que se ha revelado en el N.T. de manera plena como una persona divina.

El Verbo es reflejo de la gloria de Dios e impronta de su ser, que sostiene el universo con su palabra poderosa (cf. Hb 1, 3). Estas imágenes, inspiradas en la doctrina sobre la Sabiduría (cf, Sb 7, 25-26) iluminan el misterio de las relaciones del Hijo Jesús con Dios Padre.

2.- Este Verbo o Palabra eterna se ha dirigido a toda la humanidad, a todo ser humano de todas las épocas, culturas, lenguas, razas y religiones.

Por eso hemos cantado en el Salmo que «los confines de la tierra han contemplado la victoria de nuestro Dios» (Sal 97, 3).

Queridos hermanos, todo el mundo puede escuchar esta Palabra de salvación, que ilumina; y toda la humanidad puede cantar «al Señor un cántico nuevo, porque ha hecho maravillas» (Sal 97, 1) y ha revelado a todas las naciones su justicia (cf. Sal 97, 2).

Este misterio de nuestra fe es el que celebramos en Navidad: El Nacimiento de Jesucristo, Hijo de Dios, cuyo nombre “Enmanuel” significa «Dios-con-nosotros”» (Mt 1, 23).

3.- La Virgen María ofrece a la humanidad el gran regalo de la presencia del Salvador. Dios en persona se hace presente entre los hombres y su Luz infinita ilumina la tiniebla en que vive el ser humano (cf. Jn 1, 4-5).

La Luz de Cristo ilumina la experiencia del hombre para afirmar la prioridad y la superioridad de la persona sobre las cosas y de la ética sobre la técnica. La persona humana deber ser el centro de toda actividad, sea educativa, cultural, económica, política o de cualquier índole. Las cosas materiales están por debajo de la persona; pero a veces invertimos y damos más valor a las cosas que a las personas; y para obtener cosas o bienes materiales, tratamos mal a la persona. Cristo nos da una gran lección al asumir la naturaleza humana, para que valoremos al ser humano por encima de los demás seres creados.

La Luz de Cristo genera también una forma de vida nueva, como dice San Pablo: «No os amoldéis a este mundo, sino transformaos por la renovación de la mente, para que sepáis discernir cuál es la voluntad de Dios» (Rm 12, 2). El criterio de nuestra conducta deber ser Jesucristo, como centro de nuestra vida y como punto clave de la historia humana.

4.- La Luz de Cristo penetra en todas las culturas y las purifica de lo que no es genuinamente humano, porque no está en consonancia con el plan de Dios, que creó al hombre a su imagen y semejanza (cf. Gn 1, 26). No todos los elementos de todas las culturas son buenos, porque algunos no tienen en cuenta a la persona.

El anuncio del Evangelio debe penetrar las culturas transformándolas y renovándolas desde dentro. El término «aculturación» o «inculturación» expresa uno de los componentes del misterio de la Encarnación, como dijo el papa Juan Pablo II (cf. Discurso a los miembros de la Comisión Bíblica. 26.04.1979). Porque Cristo, el Hijo de Dios, al nacer como hombre impregna a toda la humanidad de su presencia.

La fuerza del Evangelio es transformadora y regeneradora, sin «reducir a nada la cruz de Cristo» (cf. 1 Co 1, 17), que se encarna en las diferentes culturas y ambientes, siendo necesario tomar con prudencia y discernimiento los elementos culturales y religiosos, que forman parte del patrimonio de un grupo humano, para ayudarle a entender mejor la integridad del misterio cristiano.

El Evangelio enriquece las culturas, “ayudándolas a superar los puntos deficientes o incluso inhumanos que hay en ellas y comunicando a sus valores legítimos la plenitud de Cristo (cf. Jn 1, 16; Ef 1, 10)” (Juan Pablo II, Catechesi tradendae, 53).  

Para inculturar el Evangelio es necesario iluminar las culturas con la Luz de Cristo; purificarlas de sus debilidades, sanarlas y hacerlas crecer y madurar según el modelo de Cristo (cf. Francisco, Evangelii gaudium, 69).

No es adecuado confundir la cultura con la religión. Existe una moda desde hace unas décadas que identifica las tres religiones monoteístas con tres culturas: judaísmo, cristianismo e islamismo. Decir que la religión cristiana es una cultura es totalmente incorrecto; porque el cristianismo está presente en todas las culturas, sin identificarse con ninguna de ellas e impregnándolas y renovándolas desde dentro. La luz del evangelio de Cristo ilumina todas las culturas.

5.- Navidad es salvación para todos los hombres y renovación de todo. Cuando aceptamos a Jesús en nuestro corazón estamos dispuestos a renovarnos. Jesús trajo a la tierra la salvación y la verdadera transformación; renovó el corazón del ser humano, promovió la fraternidad universal y la paz, creó caminos de diálogo, dio contenido a la “cultura de la vida y de la solidaridad” en toda la actividad humana, personal y social.

Una última consideración: En este tiempo navideño no podemos olvidar a tanta gente que sufre y pasa necesidad. Jesucristo, con su ejemplo, al anonadarse y rebajarse hasta nosotros, aceptando nuestra pobreza, nos invita a compartir generosamente con los más necesitados.

¡Que las Fiestas Navideñas sean una ocasión propicia para saborear, gozar e interiorizar el amor de Dios y después compartirlo con los demás!

Pedimos a la Virgen María, la Madre del Señor, que nos acompañe en nuestra misión de anunciar el Evangelio y de transformar el mundo según la Luz de Dios.

¡Feliz Navidad a todos!

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