¡Cristo ha resucitado! Alegrémonos y entonemos el cántico de la Pascua: ¡Aleluya! La Pascua es el paso del Señor de la muerte a la vida, de las tinieblas a la luz, del aniquilamiento a la resurrección, de la podredumbre a la regeneración. Es tiempo de gran alegría para la Iglesia y para toda la humanidad porque tiene lugar la salvación del género humano.
El Hijo de Dios, con su resurrección, no solo nos ha redimido, sino que nos ha divinizado. Cristo se ha hecho hombre para que los hombres compartamos su vida divina. Ser discípulos del Resucitado significa ser glorificados con Él.
El Señor Resucitado se apareció a María Magdalena (cf. Jn 20, 11-16), dándole a conocer que estaba vivo; y ella es la primera discípula que anuncia a los apóstoles la buena noticia (cf. Jn 20, 18). Los apóstoles salieron corriendo hacia el sepulcro, vieron los lienzos y el sudario (cf. Jn 20, 3-7) y creyeron en la resurrección del Señor (cf. Jn 20, 8).
El verdadero discípulo de Jesús comienza con un encuentro personal con el Resucitado. El Señor se nos aparece también a nosotros, porque Él está presente en nuestra vida mediante su resurrección; y lo hace de muchos modos: por medio de la oración, a través de los acontecimientos de la vida cotidiana, en la persona del prójimo, sobre todo de los más necesitados; en los sacramentos, de modo especial en la Eucaristía; y en la liturgia en general.
Somos discípulos de Cristo Resucitado; no lo somos de cualquier enseñante, maestro o gurú, sino del único Maestro, cuya resurrección avala su vida, su obra y su doctrina. Os invito a adentrarnos en este tiempo pascual meditando los primeros acontecimientos después de la Resurrección de Jesús: sus apariciones, sus encuentros con los discípulos, su presencia consoladora, sus explicaciones a quienes no entienden lo sucedido, su aliento a los decepcionados.
Nosotros, como discípulos de Cristo resucitado, también estamos llamados a dar testimonio de su vida y de su obra salvadora. Deseo con alegría desbordante este tiempo pascual. ¡Feliz Pascua de Resurrección!