«Los reclusos tienen un apoyo muy fuerte en la pastoral»

Diócesis de Málaga
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El malagueño Enrique García presentó en el pasado Festival de Málaga su primera película, «321 días en Michigan». El próximo 31 de octubre se estrena en cines. Durante el rodaje, García conoció el trabajo de la Pastoral Penitenciaria. Reconoce que los reclusos tienen en ella «un apoyo muy fuerte».

-«321 Días en Michigan» fue la primera película netamente malagueña que compitió en la Sección Oficial del Festival de Málaga, donde además se alzó con dos premios. ¿Qué supuso esto para usted?

-Una gran satisfacción. Cuando terminó la película, tras el estreno, y la pantalla se tornó a negro todo el mundo se dio la vuelta y se pasaron los créditos aplaudiendo. A la mañana siguiente ya nos despertamos con llamadas de distribuidores interesados en comprar la película y eso fue muy bonito.

-¿Cuánto tiempo transcurrió desde que ideó la película hasta su presentación?

-El germen nació en el 2009 con la primera visita que yo hago a un taller del centro penitenciario de Alhaurín para proyectar unos cortos en los que me acompaña Virginia, que es la protagonista de uno de los cortos y conozco a Chico García, el protagonista. Allí me proponen rodar dentro al tiempo que daba un taller de cine. Yo, por una especie de apuesta estúpida que me hice, dije: «Lo que escriba va a ser para vosotros dos». Entonces se hizo el corto «Tres Razones» rodado a final de 2009 y cuando salió a la luz en mayo de 2010 generó una expectación previa que luego se convirtió en un «queremos saber más de estos personajes y de la historia». Yo ya tenía claro, antes de que se proyectara, que el cortometraje pedía un largometraje. ¿Ventajas y desventajas? El corto funciona muy bien, pero no podíamos repetirlo porque íbamos a estirar el corto, entonces hemos respetado la cara de sus protagonistas, los nombres de sus intérpretes, pero hemos reinventado la historia, la hemos reformulado con nuevos motores, con nuevas situaciones, inclusive con un carácter distinto. El cortometraje funciona muy bien. Hasta hace un par de semanas se estaba proyectando en la filmoteca de Córdoba. El cortometraje empatiza mucho con la gente. Quienes lo han visto dicen que no se parece en nada al largometraje. Sólo que son las mismas caras protagonistas y es en la cárcel. Y eso es lo que yo quería hacer: reinventar la historia.

-¿Cuánto de realidad hay en «321 días en Michigan»?

-Toda la que hemos podido introducir, y más. Y además ha sido posible gracias a los internos de Alhaurín y los funcionarios que han leído el guión y nos pasaban notas y apuntes. Había cosas que, obviamente, eran licencias cinematográficas. Con respecto al papel del funcionario mi idea, en ningún momento, era mostrar una imagen errónea de que permitían «trapicheos». Pero en la peli tiene que haber para no aburrirnos. Pero siempre la justificaba con «ellos no se enteran y cuando se enteran, actúan».

-Ha habido un gran trabajo de campo a la hora de documentarse para esta película. Ha hablado con funcionarios, internos y voluntarios ¿conoce a la Pastoral Penitenciaria?

-Por supuesto. Es que gracias a Dios hemos tenido un proceso de documentación y hemos conocido a muchísima gente que dedica su tiempo y su esfuerzo para que los propios internos puedan encontrar su norte. Es muy necesario tener claro que un interno es una persona que ya ha sido condenada y que la ley dice que tiene que cumplir un período y le ofrece una serie de determinadas opciones y de vehículos para que ellos se puedan encontrar a sí mismos. Con la pastoral tienen un punto de apoyo muy fuerte.

-¿Le gustaría que su película sirviera como un modo prevención?

-Por supuesto. Hay una frase tremenda en la película que pronuncia el personaje de Carmona, el gitano, y a la que no he parado de dar vueltas. En un encuentro con su hijo, éste le dice a Carmona, su padre: «el otro día en la calle me dijeron que a la cárcel solo van los tontos y yo le «metí» así». Y el padre le dice a su hijo: «Dile que sí, que a la cárcel solo van los tontos, como tu padre». Que un personaje, que un «taleguero», le dé esa enseñanza a su hijo, después de todo lo que ha pasado, de todo lo que ha sufrido para sacar cabeza, que llegue a esa conclusión…Es una frase que para mí es muy importante en la película. No queremos son manieristas, ni moralistas, pero cuando estás dentro tú eres libre de hacer lo que te da la gana. Y en la prisión tienes una reclusión que te obliga a pensar mucho en por qué está ahí y en qué quieres hacer… Lo que hablábamos de las «Tres Razones»: descubre lo que ha sido tu error, para saber lo que tienes que corregir; aprende a sacar partido a todo lo que te rodea en el espacio donde te encuentres; y la tercera, no olvides que la vida de verdad está fuera. En la cárcel, la vida está regida por unos horarios, una entrada, una salida…pero en la calle es la vida de verdad en la que tú decides qué camino quieres tomar. Yo tengo fe en el sistema penitenciario, y tengo fe sobre todo en el ser humano. He descubierto casos, tristes, de gente que lo que quieren en la cárcel es un período cíclico en la vida, y que volverán. Pero también conozco gente que se ha reinventado, que se ha reinsertado y que han encontrado un nuevo motor de vida gracias a los valores que les han enseñado allí dentro. Recuperar una persona es algo maravilloso.

-¿Cree en la reinserción?

-Sí, sin ninguna duda. Todos nos equivocamos y todos tenemos derecho a reinsertarnos, lo que pasa es que yo pongo un matiz en esto de la reinserción. La reinserción está en cada uno. El sistema puede ayudar pero tiene que estar en uno. Si uno no se quiere reinsertar, por muchos medios que te pongan no lo vas a hacer. Tengo fe en el ser humano. He descubierto casos preciosos. De hecho, había amigos internos en la proyección que están trabajando muy duro para volver a la calle de nuevo y recuperar sus vidas. Yo estoy muy feliz de tenerlos allí.

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