Por su interés humano, reproducimos el reportaje publicado hoy en Religión en Libertad por J. Lozano, sobre la despedida de la ciudad de Marbella a Pablo Ráez.
Pablo Ráez, el joven icono de lucha contra la leucemia que recibió juntos el Bautismo y la Comunión
Falleció este sábado mostrando cómo afrontar el sufrimiento; disparó los donantes de médula.
Este domingo fue enterrado en Marbella Pablo Ráez, un joven malagueño que se convirtió en un fenómeno mediático por su lucha contra la leucemia y a favor de los transplantes. Con 300.000 seguidores en Facebook, muchos le recordarán por su frase más conocida “Mucha fuerza”, con la que se animaba él mismo pero con la que sobre todo él exhortaba a personas enfermas como él.
El ímpetu de este joven deportista le hizo ir contando día a día su enfermedad mostrando siempre el lado positivo de la vida y animando al resto. Así consiguió lo que no ha hecho ningún Estado, multiplicar de manera espectaular la cifra de donantes de médula. Su historia se convirtió en algo propio para cientos de miles de personas que seguían su día a día. Pero fue sobre todo un ejemplo de cómo afrontar la enfermedad.
Sin embargo, cuando parecía recuperado volvió a recaer y finalmente falleció a causa de la leucemia. Y en la parroquia de la Encarnación de Marbella, muy especial para este joven, se celebró un multitudinario funeral. La iglesia estaba abarrotada y cientos de personas esperaban fuera para dar un último adiós a este valiente joven.
Sacerdote, amigo y sobre todo padrino de Pablo
El funeral lo presidía el párroco, José López Solórzano, que estaba visiblemente emocionado puesto que no era sólo su pastor sino que era su padrino y uno de sus amigos más íntimos. Y es que este sacerdote fue para Pablo, como él mismo reconocía en numerosas ocasiones, alguien muy importante para él.
“Los que hemos conocido a Pablo lo hemos querido. Dios ahora lo tiene en brazos. Y estoy convencido de que todo lo que ha ayudado a los demás no se pierde”, dijo este sacerdote sobre el joven que en abril cumpliría 21 años. “Era una criatura feliz. Muy que pero que muy zalamero, tenía a todas las mujeres de la sacristía embelesadas. Solo le decimos gracias”, agregaba.
Bautismo, confirmación y comunión, a los 14 años
Lo que muchos no conocían eran las inquietudes de un joven que con tan sólo 14 años acudió a la iglesia para pedir el bautismo. Y su padrino finalmente fue el párroco. Así fue como empezó a ser monaguillo en la parroquia junto a otros chavales de su edad, que fueron precisamente los que sacaron entre lágrimas el féretro del templo.
Los que fueran sus compañeros como monaguillos sacaron emocionados su féretro de la iglesia
En un documental emitido hace unos meses por Canal Sur se trataba la estrecha relación entre Pablo y el sacerdote. “Pablo llegó a la parroquia junto a sus padres con ganas de ser bautizado. Vino como un adolescente de que nos vamos encontrando más que por circunstancias de la vida ni se bautizaron ni hicieron la comunión”, contaba don Pepe, como así le llamaba Pablo.
El párroco le invitó a ir a la iglesia para que si le gustase se quedara y “empezó un proceso que culminó con su Bautismo, Confirmación y Eucaristía”.
La importancia de este sacerdote en su vida
El propio Pablo explicaba que “Pepe es mi padrino pero es mucho más que mi padrino. Es mi amigo. Realmente Pepe es un gran amigo para mí. Ha estado muy presente en mi enfermedad. Ha sido de las personas que más cercanas ha estado. Siempre, siempre, siempre que ha podido ha estado para venir a verme. Siempre que he necesitado algo ha estado para dármelo”.
Y en ese programa documental titulado “La historia de un luchador: Pablo, el gladiador”, este joven ponía un ejemplo concreto: “lo más importante de todo fue el día que yo me estaba trasplantando. Tenía muchísimo miedo. Él apareció por allí y cuando le vi me inflé a llorar, estuve un rato llorando y supe que me iba a recuperar e iba a ir bien”.
Además, Pablo destacaba a toda la gente que “ese día estuvo pidiendo por mí, que estuvo rezando y toda esa energía a mí me llegó”.
«Dar las gracias a la leucemia»
El sacerdote afirmaba también en aquel programa que le había escuchado a Pablo “dar las gracias a la leucemia. A mí eso me estremece. Da las gracias a su enfermedad porque gracias a ella él ha descubierto muchas cosas y las ha integrado en su vida. Es un buen alumno en esto, aprende de la vida pues hay muchas veces que en la vida nos pasan cosas y no aprendemos. Él no, él va aprendiendo cada día de lo que le está ocurriendo”.
Y, ¿en qué se materializaba esto? Pablo reconocía que “muchas veces voy andando por la calle y se me saltan las lágrimas por ver la naturaleza, algo que jamás me había ocurido”. Aseguraba que estaba disfrutando de esto porque era “difícil”. Pero él creía que “hay que ser conscientes de que es tan fácil cómo que lo que estamos viendo podemos dejar de verlo”.
Cada día, «único e irrepetible»
“La vida está llena de sorpresas. La leucemia me está enseñando más de lo que me ha quitado. Lo que me hace funcionar cada día es saber que formo parte de la vida. Por eso la sonrío y la abrazo”.
«Ha despertado en mí grandes dosis de solidaridad. Cada revés, cada retroceso en la enfermedad, me hace más fuerte en lugar de rendirme”, afirmaba.
Por ello, quiso afrontar su enfermedad con alegría: “Hay que disfrutar el día a día y cada momento porque es único, cada día es único e irrepetible”.
“Cada revés, cada retroceso en la enfermedad, me hace más fuerte en lugar de rendirme. La muerte forma parte de la vida, por lo que no hay que temerla, sino amarla». Y así vivió y murió y su experiencia ha enseñado muchos cómo enfrentarse al sufrimiento.
Ahora sigamos nosotros
Ahora tanto el párroco como su familia quieren que el esfuerzo de Pablo para despertar la solidaridad de la gente y la ayuda al prójimo no sea en balde. “Hizo lo que tenía que hacer, ha dejado su huella en este mundo. Pablo ha hecho lo que podía hacer, sigamos nosotros”, propuso.