Los órganos de la Catedral de Málaga «suenan igual que hace 250 años, cuando se construyeron», explica Óscar Laguna, el organero encargado de su reciente restauración. Estos órganos gemelos «son unos instrumentos únicos a nivel mundial. Cada uno de ellos está compuesto por más de 4.000 tubos y un fuelle de tres metros de largo».
Como explica Laguna: «El órgano de la Catedral se compone de dos instrumentos: el órgano del Evangelio y el órgano de la Epístola. Estos órganos se hicieron en el 1780 y sus autores construyeron un instrumento grandioso, lo más grande que había en aquel momento, comparable con las catedrales de Toledo y Sevilla. Y no se conformaron con construir un órgano, sino que hicieron dos. Se trata de un conjunto único en el mundo y en un estado de conservación original notabilísimo. Es sin duda la joya de la organería ibérica. Los órganos de la Catedral, por supuesto, no tienen nada que envidiarle a los Stradivarius del Palacio Real en cuanto a singularidad». Con respecto a la intervención practicada, el organero explica que «el sistema de viento estaba terriblemente deteriorado». Como curiosidad, para su arreglo se le han sustituido todas las pieles, cerca de 50, casi todas de cordero. Y es que las pieles permiten que las piezas móviles queden estancas. Han sido necesarias casi 1.000 horas de trabajo entre desmontaje y taller, que han llevado a cabo cinco personas.
Como añade Laguna «el concepto de órganos gemelos es un concepto muy español, aunque luego se traslada a América. De hecho, el primer sitio donde se terminan realmente órganos gemelos en lo estético y en lo musical es en la Catedral de México en 1735. El culmen de la organería, realmente, se da en Málaga con los dos instrumentos gemelos que construye Julián de la Orden. Poco después también se hace en Sevilla, pero tuvieron la desgracia de que en 1888 se hundió la Catedral y arrastró los órganos, por ese motivo no se conservan. Sin embargo, en otros sitios como Granada, por ejemplo, los transformaron perdiendo un poco de singularidad».
La conservación de estos dos órganos históricos «hace que Málaga sea un caso completamente excepcional. Se trata de unos instrumentos únicos y con una envergadura monumental. Es una joya en el mundo del órgano, tanto para organistas como para organeros. El sistema de viento estaba terriblemente deteriorado. Inicialmente, pensamos en realizar alguna solución un poco más provisional, pero finalmente se ha hecho una intervención completamente en profundidad. Existen dos fuelles grandiosos de tres metros de largo por 1,30 de ancho cada uno, en diciembre los desmontamos y los llevamos al taller».
La mejor garantía de conservación para estos instrumentos aclara este organero formado en taller Gerhard Grenzing de Barcelona, «es su uso, es decir, que se fomente al máximo el uso en la liturgia y el uso cultural. Esto es muy importante para este tipo de instrumentos porque esto permite recrear las obras musicales en los instrumentos originales. El material sonoro de los órganos no se fatiga a pesar de su uso continuado. El viento que pasa y hace sonar los tubos es un viento inerte que se genera de unos fuelles, no tiene ni humedad ni cambios de temperatura. Lo único que provoca esto es que no se deposite polvo en su interior, con lo cual lejos de deteriorarlo garantiza su conservación».
Mariana Llopis