María Ángeles Díaz (Málaga, 1979) pertenece al proyecto Frassati, de los Misioneros de la Esperanza, un grupo de personas que busca el encuentro con Dios y con los hermanos a través del contacto con la naturaleza.
¿Cómo conoció el grupo Frassati?
Siempre me había gustado el senderismo, pero esa primera salida a la que me invitaron fue especial. Combina el ejercicio físico y el contacto con la naturaleza con el saber pararse en el campo y llenarse de Dios. En otros grupos sólo piensan en ver quién llega antes a la cima o en hacer el picnic. Aquí no importa si llegamos o no los primeros, porque vamos al ritmo del que más le cuesta.
¿Cómo se encuentra a Dios en la naturaleza?
A mí me da mucha paz, es como volver a casa. Por nuestro ritmo vivimos contra natura, dándole la espalda a la naturaleza. En las salidas que hacemos nos miramos a la cara, dejamos la tecnología fuera y disfrutamos de estar con la esencia de Dios.
Acabamos de celebrar la Jornada Mundial de Oración por el Cuidado de la Creación convocada por el Papa ¿Por qué cree que hemos de cuidarla?
Cuando he podido celebrar la Eucaristía en plena naturaleza es cuando más consciente he sido de que la creación es un templo. Mira qué pilares, los árboles; mira la bóveda celeste… Nos ponemos muchos muros, muchas paredes entre nosotros. Pero todo es un templo. Nosotros somos templo, todo lo que nos rodea es templo y con esa devoción debemos cuidarlo.
Las ciudades modernas, al alejarnos de la naturaleza, ¿nos alejan también de Dios?
También hay que saber mirar. Salimos de casa y casi siempre hay un árbol cerca en nuestra calle. Seguro que ha habido cambio de color en la hoja, ha habido alguna flor nueva en el seto que vemos todos los días y no nos percatamos de que está creciendo. Es una manera de estar creciendo Dios a nuestro lado, porque es su creación.
Jesús se llevaba a los suyos al monte, ponía ejemplos de plantas y animales…
Es que la naturaleza te hace reflexionar. A veces necesitamos pararnos, hacer balance. Todos tenemos un papel: la hormiga trasladando la hoja, cómo se esparcen las semillas… todo funciona en armonía. ¿Y yo? ¿Para qué me quiere Dios? Cuando subes al monte y ves la ciudad pequeñita, ves la inmensidad, ves el horizonte, etc., la pregunta es ¿adónde vamos? ¿Qué estamos haciendo con nuestra vida
Antonio Moreno Ruiz