«Jesús, con las mujeres, superó las normas vigentes»

Diócesis de Málaga
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La diócesis de Málaga es una sede episcopal dependiente de la archidiócesis de Granada, en España. Su sede es la Catedral de la Encarnación de Málaga.

Lourdes Grosso (Cádiz, 1958) pertenece al Instituto Id de Cristo Redentor (Misioneros y Misioneras Identes). Es doctora en Teología por el «Angelicum» de Roma y licenciada en Filosofía y en Ciencias de la Educación. En la actualidad es directora del Secretariado para la Vida Consagrada de la CEE y visitó Málaga recientemente para hablar de “El papel de la mujer en las religiones”.

El papel de la mujer en las religiones” fue el tema de la mesa redonda en la que participó en Málaga, ¿cuál es ese papel?
Lo primero que he de decir es que soy católica, consagrada y misionera idente. Esta es mi forma de ser mujer y de vivir cotidianamente mi fe en la Iglesia y en el mundo. Para hablar del papel de la mujer en la Iglesia, nuestra mirada se dirige antes que nada a María Santísima, que es la expresión más completa de la vocación de todo ser humano, la unión con Dios. Todos –varón y mujer– hemos de referirnos a Ella, pero de forma especial «determina también el horizonte esencial de la reflexión sobre la dignidad y sobre la vocación de la mujer» (Mulieris dignitatem, san Juan Pablo II).
¿Tiene la mujer un papel específico en la Iglesia?
Comprender el papel de la mujer en la Iglesia exige profundizar en su especificidad, que tiene mucho que ver con una complementariedad positiva y fecunda con el varón, que nos viene dada desde la creación. Se trata de describir el ministerio propio de la mujer en la Iglesia, reconocer las funciones que ya ejerce y otras a las que convendrá que acceda para un mayor cumplimiento de la voluntad de Cristo al fundar la Iglesia.
¿Es posible el diálogo interreligioso en el momento actual que vivimos?
Ciertamente es posible y necesario el diálogo interreligioso, para el cual no hemos de perder de vista que las páginas del Evangelio son nuestra guía; ahí estamos situados y desde ahí podemos compartir nuestra creencia y experiencia.
¿Qué aporta la mujer a este diálogo?
La Iglesia tiene un gran tesoro. Es depositaria de «la novedad del cristianismo, el cual reconoce y proclama la igual dignidad y responsabilidad de la mujer con respecto al hombre», en palabras de Benedicto XVI, y «tiene un mensaje de perenne actualidad, el cual brota de la actitud misma de Cristo – dirá san Juan Pablo II en su Carta a las Mujeres–. Él, superando las normas vigentes en la cultura de su tiempo, tuvo en relación con las mujeres una actitud de apertura, de respeto, de acogida y de ternura. De este modo honraba en la mujer la dignidad que tiene desde siempre, en el proyecto y en el amor de Dios. Como misionera estoy llamada a compartir con todos la alegría del Evangelio; como teóloga me siento en la grata obligación de estar dispuesta siempre para dar explicación a quien me pida razón de mi esperanza, y hacerlo con delicadeza, respeto y buena conciencia.
¿Cuáles serían algunas peculiaridades propias de la misión pastoral de la mujer?
Destacaría tres: Servir en lo cotidiano por los caminos de la vida, como aquellas mujeres que seguían a Cristo sirviéndole con sus bienes; acompañar el dolor a los pies del altar de la cruz, como María, su Madre, y las santas mujeres; y testificar la victoria de la vida, como María Magdalena en la mañana de Pascua.
¿En qué consiste la misión de testificar?
La missio de enseñar tiene referencia evangélica en las mujeres que han dado este testimonio: la profetisa Ana, María Magdalena… pero sobre todo es una mujer, su Madre, quien es testigo notarial de la muerte de Cristo. Al pie de la cruz, María testifica que esta muerte se ha producido, porque donde hay testamento es necesario que sea constatada la muerte del testador. Un testamento no es válido sino en caso de muerte, no entra en vigor mientras vive el testador (Hb 9, 16-17). Y Jesús, al ver a su madre y junto a ella al discípulo preferido, dijo a su madre: “Mujer, ahí tienes a tu hijo”. Luego dijo al discípulo: “Ahí tienes a tu madre”. Y desde aquel momento el discípulo se la llevó con él (Jn 19, 26-27). Con este gesto Jesús ratifica su salida de este mundo, proveyendo al cuidado de su madre, viuda, que perdía a su hijo único. Estos gestos validan su testamento.
La mujer, a imagen de María, está llamada de manera peculiar a ser testigo de Cristo, transmitiendo el testamento recibido, enseñando la buena nueva de la salvación. Personalmente es lo único que me mueve en la docencia, en la que tengo el privilegio de contar con alumnos seglares, seminaristas y sacerdotes de diversas partes del mundo.
¿Y la misión de acompañar?
Santificar es poner a la persona en contacto con lo sagrado. La missio de santificar tiene su figura evangélica en María Mediadora. Acompañar la acción de la gracia en las personas es una de sus intervenciones más características. Su punto álgido es su presencia acompañando el dolor a los pies del altar de la cruz de Cristo.
Una aplicación práctica de la función de acompañar es la dirección o acompañamiento espiritual; esta ayuda a la incrementación de la gracia en la vida espiritual de las personas es el ejercicio más eminente de la maternidad mística, que puede ejercer la mujer en la Iglesia. La misión de dirección espiritual ha sido afirmada con claridad por el Papa Francisco, subrayando que por este camino encontraremos aún más el papel de la mujer en la Iglesia.
Mi experiencia como misionera idente confirma la gracia que supone el ejercicio de la dirección espiritual.
Concluyamos con la misión de servir y a ello nos ponemos.
En el ejercicio de la missio de regir la Iglesia hace presente el rostro de Cristo rey. Regir es el gobierno. Gobernar es servir. No perdamos de vista que «el modo de gobernar de Jesús no es el dominio, sino el servicio humilde y amoroso del lavatorio de los pies, y la realeza de Cristo sobre el universo no es un triunfo terreno, sino que alcanza su culmen en el madero de la cruz, que se convierte en juicio para el mundo y punto de referencia para el ejercicio de la autoridad que sea expresión verdadera de la caridad pastoral» .
Si regir es el ministerio de la caridad, es obvio que se trata de una función en la que están inmersas muchas mujeres en la Iglesia. Esta misión tiene referencia evangélica en las mujeres que seguían a Cristo sirviéndole con sus bienes. Hay otras páginas que resaltan esta función: la suegra de Pedro, curada de su enfermedad, sirve a Cristo, o Marta, que se esmeraba en el servicio cuando les visitaba. Es servir en lo cotidiano por los caminos de la vida. Pero también realizó una función regia aquella mujer que le lavó los pies y le ungió la cabeza (cf. Lc 7, 36-50), o aquellas que se compadecieron de su dolor camino del Calvario (cf. Lc 23, 27-28).
La función regia es servicio, pero no cualquier tipo de servicio, sino aquél que es caridad, que está formado por el amor. Tiene dos notas distintivas: seguimiento de Cristo y donación de sí mismo, de lo propio, de los bienes.
El paradigma del servicio es el propio Jesucristo en la última cena, quien siendo el anfitrión, quien preside, lo hace sirviendo.
Y el servicio que Cristo nos hace es dársenos en todo. Él no dedicó su existencia terrena a ir haciendo de milagrero, no quiso realizar la predicación universal ni resolver todos y cada uno de los problemas de la gente. Venía para una cosa muy concreta: mostrarnos al Padre y llevarnos a él. Pero aunque no se dedicara a cubrir todas las necesidades también es cierto que no se ahorró ningún bien que pudiera realizar. Es decir, no se dedicó a querer hacer de todo y siempre, sino a querer hacer siempre la voluntad del Padre, sin escatimar momento alguno de su donación .
Esa es mi aspiración, y el propósito de mi trabajo cotidiano como mujer consagrada a Cristo en la Iglesia católica.

Encarni Llamas

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