Funeral de la madre del Rvdo. José Acosta

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Homilía pronunciada por el Obispo de Málaga, D. Jesús Catalá, en el funeral de la madre del Rvdo. José Acosta, celebrado en el Cementerio de Málaga el 1 de septiembre de 2012.

FUNERAL DE LA MADRE DEL RVDO. JOSÉ ACOSTA

(Cementerio-Málaga, 1 septiembre 2012)

Lecturas: Dt 4, 1-2. 6-8; Sal 14; St 1, 17-18. 21b-22. 27; Mc 7, 1-8. 14-15. 21-23.

1.- Escuchar

Las lecturas de este XXII Domingo de Tiempo Ordinario nos ofrecen, en este marco de las exequias de nuestra hermana Matilde, una reflexión sobre la importancia de la Palabra de Dios.

Tanto el libro de Deuteronomio como la carta de Santiago nos hablan en una misma línea de tres momentos desde la consideración de la Palabra.

Un primer momento de esta consideración de la Palabra es el saber escuchar lo que Dios nos dice, lo que nos manda para obedecer. «Y ahora, Israel, escucha los preceptos y las normas que yo os enseño» (Dt 4, 1). Es una escucha de aprendizaje, el Señor nos enseña, nosotros somos discípulos, oyentes de esa Palabra.

El mismo Santiago dice: «Recibid con docilidad la Palabra sembrada en vosotros, que es capaz de salvar vuestras almas» (Sant 1, 21). Escuchar, recibir es la misma actitud, acoger la Palabra.

2.- Poner en práctica

Uno no puede quedarse solamente con la escucha, por lo que un segundo momento es la puesta en práctica.

El libro del Deuteronomio ya nos dice en relación a la escucha de la Palabra: «Para que las pongáis en práctica» (Dt 4, 1). Y Santiago apunta: «Poned por obra la Palabra y no os contentéis sólo con oírla, engañándoos a vosotros mismos» (Sant 1, 22).

La invitación es: primer momento, escucha y acogida; segundo momento: puesta en práctica, aceptación de la realidad, operar, obrar según esos preceptos.

3.- Vivir

Y el tercer momento, si se han vivido los dos primeros, es la vida. «A fin de que viváis y entréis a tomar posesión de la tierra que os da el Señor, Dios de vuestros padres» (Dt 4, 1). Es la consecuencia, es el fruto: vivir.

Recibid la madurez de esa acogida y de la puesta en práctica.

4.- Practicar los preceptos es sabiduría

El Señor, pues, nos invita a practicar los preceptos porque eso es sabiduría. Eso es algo más de los que dicen: “las otras naciones no tienen un Dios de este tipo” (cf. Dt 4, 7).

Nosotros podríamos decir hoy que nuestros paisanos, nuestros contemporáneos que no escuchan la Palabra, que no saborean esa sabiduría de Dios no entienden muchas cosas. No captan el sentido del dolor en la vida, no perciben el sentido de la muerte, no creen que después de la muerte temporal haya nada más. Y después tiene unas consecuencias: si es así, vivamos aquí y disfrutemos todo lo que podamos, porque después no habrá nada.

El Señor con su Palabra nos da una sabiduría, sabiduría para vivir aquí, y sabiduría que nos hará gustar su presencia y su Palabra después de la muerte terrena. Eso es lo que estamos celebrando. Esto es una celebración de la muerte temporal de nuestra hermana Matilde. Ella creyó en esa Palabra, ella vivió en esa sabiduría, ella escuchó la Palabra acogiéndola e intentándola ponerla en práctica. ¿Para qué? Para vivir, para disfrutar de una sabiduría aquí en la tierra. Y después la sabiduría, el gozo, el eterno encuentro con el Señor.

            Antes de la celebración he saludado a varios de vosotros que procedéis de los distintos pueblos y parroquias por donde D. José, el hijo de Matilde, ha ejercicio su ministerio sacerdotal. Venís aquí de Ronda, de Tolox y Alozaina, de la parroquia del Carmen de Fuengirola, del Rincón de la Victoria. Comentaba con D. José antes de la celebración que os ha unido una relación de afecto, de cariño, de amor a su madre, a la señora Matilde. Porque ella ha intentado vivir lo que nos dicen las lecturas de hoy. Ella incluso, ha ayudado quizás a alguno de vosotros presentes, y a varios catequistas, a conocer mejor la Palabra de Dios, a ponerla en práctica y a vivirla.

Eso es lo que ella ha anhelado siempre y eso es lo que nosotros pedimos por ella. Que el Señor le conceda gozar de esa Palabra que ya disfrutó, ya saboreó aquí y que ahora el Señor le regale su luz, su presencia plena, el gozo, el amor y esa paz que todos deseamos que es la comunión con Cristo.

5.- No dejar el mandamiento de Dios para aferrarse a la tradición de los hombres

En el Evangelio ha habido un diálogo en el que Jesús cuando los fariseos protestan porque los discípulos no se lavaban las manos antes de comer, pregunta: «¿Por qué tus discípulos no viven conforme a la tradición de los antepasados, sino que comen con manos impuras?» (Mc 7, 5). Y Jesús, de forma dura le responde: id con cuidado porque vosotros «dejando el precepto de Dios, os aferráis a la tradición de los hombres» (Mc 7, 8).

Y les ha dicho: no cambiéis nada, no cambiéis los preceptos de Dios, no impongáis normas humanas que estén por encima de lo que Dios quiere. No se trata de inventarse cosas para ganar la confianza de Dios, se trata de aceptar lo que escuchamos por revelación, lo que nos llega, lo que nos enriquece, lo que nos eleva y acogerlo.

Es más importante el precepto divino que la norma humana. Y a veces caemos dando más importancia, como los fariseos, a ciertas tradiciones en vez de darle prioridad a la Palabra.

Le pedimos al Señor en esta celebración, en sufragio de nuestra hermana Matilde que le perdone su debilidad humana, todos sus pecados. Necesitamos ser purificados por la gracia y recibir el perdón de Dios. Le pedimos el perdón para ella.

            Hemos cantado en el Salmo: «Señor, ¿quién puede hospedarse en tu tienda?» (Sal 14). El Salmo describe quién puede hacerlo. Hoy le pedimos al Señor que hospede en su tienda, no en la tienda de la tierra, aquí ya ha sido hospedada en la familia de la Iglesia, en la tienda que Cristo implantó con su encarnación, muerte y resurrección. Ahora le pedimos que la hospede en la tierra celeste.

El Salmo 14 lo convertimos en vez de en una pregunta: “¿quién puede hospedarse en tu tienda?”, en una petición: Señor, hospeda junto a ti a nuestra hermana Matilde.

            Santa María de la Victoria, cuya novena estamos celebrando estos días, por ser la Patrona de toda la Diócesis, nos proteja y nos ayude a escuchar la Palabra de Dios, a ponerla en práctica y a vivirla con sus frutos.

Que la Virgen, Santa María, acompañe a nuestra hermana Matilde, para presentarla ante el Señor y para que sea acogida en el reino de los cielos en la tienda del Padre celeste. Que así sea.

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