Frente a la cultura del rechazo, cultura del encuentro

Diócesis de Málaga
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La diócesis de Málaga es una sede episcopal dependiente de la archidiócesis de Granada, en España. Su sede es la Catedral de la Encarnación de Málaga.

La Delegación de Migraciones de la Diócesis de Málaga celebró el miércoles 16 el Círculo de Silencio del mes de julio, el último de este curso, coincidiendo con el Campo de Trabajo Lázaro, cuyos jóvenes participantes se unieron de forma activa para mostrar su solidaridad y fraternidad con las personas migradas.

Se contaron unas 140 personas en el Círculo de Silencio, celebrado en la Plaza de la Constitución de Málaga el miércoles 16 de julio a las 20.00 horas.

Los jóvenes del CTL habían preparado el manifiesto inicial, y realizaron un gesto por medio de pancartas contraponiendo palabras vinculadas mediáticamente a las migraciones y otras nacidas del mensaje del Evangelio, como la acogida, el encuentro, la solidaridad.  También se unieron los jóvenes residentes en Casa Betania.

Se finalizó haciendo un llamamiento por parte de la Delegación Diocesana de Migraciones contra los discursos de odio y a favor de una cultura del encuentro, en el marco de los sucesos violentos acontecidos en Torre Pacheco (Murcia). Se trata de un manifiesto cuya fuente de inspiración es la Exhortación Pastoral de la Conferencia Episcopal Española Comunidades acogedoras y misioneras, que reproducimos a continuación:

«Los discursos que escuchamos a menudo en torno a la migración son retorcidos e interesados. Un ejemplo de ello es “generalizar situaciones particulares y locales al conjunto de la realidad de la migración”, para la obtención de réditos políticos. El veneno del odio, la llamada a la violencia, la exigencia de deportaciones masivas, el racismo concretado en la explotación laboral o en no alquilar viviendas sistemáticamente a migrantes nos llevan a un callejón sin salida.

Un estudio de Cáritas nos muestra cómo la población de origen inmigrante está fuertemente arraigada en España, aunque no se corresponde con una equiparación socioeconómica con la población autóctona. En contra de los tópicos, la población migrada se beneficia proporcionalmente mucho menos de los programas de protección social.

Este mismo informe de Cáritas advierten sobre la conflictividad latente en algunos barrios y alertan en torno al desafío identitario de la segunda generación. Esta segregación socioeconómica y étnica de una parte de la población migrada puede aparecer como una dificultad para la inclusión o, en ocasiones, ser percibida como amenaza para la paz social, por tanto, reclama en todos mayores esfuerzos para construir una sociedad más justa y fraterna, una verdadera cultura del encuentro.

Una lectura creyente de la realidad ayuda a reconocer la valiosa aportación de las personas migradas a nuestra sociedad y nuestra Iglesia:
En primer lugar, las personas migradas aportan su trabajo para el desarrollo del país de acogida e incluso del país de origen a través de las remesas de dinero que envían a sus familias.

Su presencia nos ofrece también una oportunidad de crecer como personas, ya que nos ayuda a recuperar algunas dimensiones esenciales de nuestra existencia cristiana y de nuestra humanidad.

Un joven de origen africano viene a Europa con los mismos sueños o deseos que un joven de origen español que emigra a Australia en busca de una mejora en su estatus económico o laboral.

El papa Francisco lo considera como expresión de la fuerza inevitable de la globalización, como rasgo inequívoco de nuestro tiempo y de las décadas venideras: «Las migraciones constituirán un elemento determinante del futuro del mundo». Se trata indudablemente de un «signo de los tiempos».

Se necesita, por parte de todos, un cambio de actitud hacia los inmigrantes y los refugiados, el paso de una actitud defensiva y recelosa, de desinterés o de marginación —que, al final, corresponde a la «cultura del rechazo»— a una actitud que ponga como fundamento la «cultura del encuentro», la única capaz de construir un mundo más justo y fraterno, un mundo mejor».

Ver este artículo en la web de la diócesis

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