Fiesta de los Ángeles Custodios, Patronos de la Policía Nacional

Homilía pronunciada por el Obispo de Málaga, Jesús Catalá, el 2 de octubre de 2017, en la parroquia de Santiago Apóstol, en Málaga, con motivo de la Fiesta de los Ángeles Custodios, Patronos de la Polícía Nacional.

FIESTA DE LOS ÁNGELES CUSTODIOS,
PATRONOS DE LA POLICÍA NACIONAL
(Parroquia Santiago Apóstol-Málaga, 2 octubre 2017)
Lecturas: Ex 23,20-23a; Sal 90,1-6.10-11; Mt 18,1-5.10.

1.- La Iglesia celebra la fiesta de los ángeles custodios para recordarnos que Dios cuida de nosotros de manera directa y personal; pero, además, nos ofrece a sus ángeles para que nos cuiden y nos guarden.

En la vida diaria también una madre y unos padres, que aman a sus hijos y les cuidan directamente, pero pueden poner a su servicio a otras personas para que les cuiden y acompañen. En el caso de los padres, suelen poner esta ayuda debido a sus limitaciones por causas diversas de trabajo, distancia, enfermedad.

Dios, sin embargo, no tiene limitaciones en su providencia amorosa hacia las personas; pero se complace en la fraternidad y desea que imitemos su amor entre nosotros. Nos urge a amar a nuestros semejantes.

Hoy queremos agradecer a Dios el servicio que realizan quienes cuidan a otras personas con actitud fraterna hacia el hermano más necesitado, sea por lazos familiares, de amistad o de servicio desinteresado.

Y de modo especial, damos gracias a Dios y rezamos por quienes os dedicáis a cuidar de los demás como tarea de vuestra vida y como servicio público a la sociedad. Hacedlo a imitación del Señor Jesús, que pasó haciendo el bien con la fuerza del Espíritu Santo (cf. Hch 10,38).

Los Ángeles Custodios son los Patronos de la Policía Nacional. Pedimos hoy al Señor de manera especial por todos vosotros, para que no desfallezcáis en vuestro servicio, aunque a veces sea difícil y duro. Y pedimos también por todos los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado.

Más aún en estos días difíciles que estamos viviendo en España. Vuestro servicio y el de las fuerzas de seguridad está hecho a los demás como servicio público a la comunidad; y toda la comunidad debemos estar agradecidos por vuestro servicio y rezar por vosotros. En estos días lo he hecho de manera especial por quienes estaban en un servicio directo en Cataluña. Hemos de seguir pidiendo al Señor, con la fuerza de la fe, para que se resuelvan de forma democrática y fraterna, pacífica, dialogante y no de manera ilegal, ni manipulada ni inconstitucional, los problemas que puedan surgir entre nosotros.

2.- Como dice el Catecismo de la Iglesia Católica respecto a los ángeles: “Desde su comienzo (cf. Mt 18,10) a la muerte (cf. Lc 16,22), la vida humana está rodeada de su custodia (cf. Sal 34,8; 91,1013) y de su intercesión (cf. Jb 33,23 24; Za 1,12; Tb 12, 12). “Cada fiel tiene a su lado un ángel como protector y pastor para conducirlo a la vida» (San Basilio, Adversus Eunomium, 3,1). Desde esta tierra, la vida cristiana participa, por la fe, en la sociedad bienaventurada de los ángeles y de los hombres, unidos en Dios” (n. 336).

En el libro del Éxodo, que se ha proclamado, nos dice el Señor: «Voy a enviarte un ángel por delante, para que te cuide en el camino y te lleve al lugar que he preparado» (Ex 23,20). La misión que le encomienda al ángel es de cuidarnos y acompañarnos en nuestro camino.

Alguien podría pensar que eso de los ángeles, o del ángel custodio, es un cuentecito que se cuenta a los niños pequeños. Es posible que algunos se hayan quedado con la sencilla oración, que rezábamos de niños: “Ángel de mi guarda, dulce compañía; no me desampares ni de noche ni de día; no me dejes solo, que me perdería”. Esa oración ciertamente está pensada para niños; pero cuando el niño crece y se hace adulto, debe crecer también con él la forma de rezar. Y si esa oración para niños no sirve para un adulto, debe adaptar su fe a la mentalidad de adulto. Pero los ángeles custodios no son cuentos para niños; su existencia forma parte de la revelación cristiana y forma parte del contenido y de las verdades reveladas de la fe. Dios nos cuida providencialmente de manera directa; pero también ha creado unos seres espirituales, a quienes encarga la misión de cuidarnos. Os emplazo a vernos dentro de cien años; y entonces comprenderemos lo que tal vez ahora dudamos que exista.

A nosotros nos corresponde obedecer a los ángeles, porque viene en nombre de Dios. «No te rebeles, porque lleva mi nombre y no perdonará tus rebeliones» (Ex 23,21). Sería como rebelarse contra Dios, que es lo que ha hecho el ángel rebelde, llamado diablo o satán. Muchas son las ocasiones en que Dios nos envía a sus ángeles, para indicarnos su voluntad, para iluminar nuestra vida, para guiarnos por el camino del bien.

No existe la fatalidad ni la casualidad, sino la Providencia. Las cosas no suceden porque sí. Las cosas suceden dentro de la voluntad y de la providencia de Dios. No hay un gorrión que caiga al suelo, ni una hoja que se desprenda de un árbol, sin que lo disponga el Padre del cielo; hasta los cabellos de la cabeza están contados (cf. Mt 10, 29-30). Estamos en las mejores manos: las del buen Padre Dios, que nos ama infinitamente.

Además, con su providencia amorosa, Dios nos ofrece a veces alguna señal, un gesto, una palabra, una luz, una visión, un pensamiento, a través de alguien o de algún acontecimiento, que nos ayuda a vivir la presencia de Dios en nuestra vida.

3.- Dios es nuestro refugio y fortaleza; en él hemos de confiar, como hemos recitado en el Salmo (cf. Sal 90,2). Los que confían en el Señor son como el monte Sión: no tiembla, está asentado para siempre (cf. Sal 125).

Confiando en Dios no se temen las malas noticias (cf. Sal 112,7), ni las desgracias, ni los enemigos, ni las oscuras tinieblas: «porque a sus ángeles ha dado órdenes para que te guarden en tus caminos» (Sal 90,11). Otra cosa es que nos gusten los caminos que nos toca recorrer. Todos hacemos nuestros planes; pero en ocasiones no salen bien esos planes, ni se cumplen, ni se realizan. Dios nos lleva por otros derroteros; pero el objetivo final es encontrarnos con Él y vivir lo que Él tiene pensado para nosotros.

Ante la pregunta de los discípulos a Jesús sobre quién era el mayor en el reino de los cielos (cf. Mt 18,1), su respuesta fue llamar a un niño y ponerlo como ejemplo, animando a los discípulos a comportarse como niños ante Dios-Padre (cf. Mt 18,2-3), porque el niño confía plenamente en el otro y se deja amar y cuidar.

Acoger a una persona inocente, débil y necesitada es acoger al mismo Señor Jesús (cf. Mt 18,5); y despreciarlo, utilizarlo o abusar de él, es despreciar al mismo Cristo. También estas personas tienen sus ángeles custodios, como ha dicho Jesús en el Evangelio, que «están viendo siempre en los cielos el rostro de mi Padre celestial» (Mt 18,10).

4.- ¡Cuidado cómo tratamos a los pequeños, a los inocentes, débiles, desamparadas, no-nacidos, enfermos, ancianos! El Señor nos pedirá cuentas de cómo los
tratamos; aunque haya leyes que no castiguen o no penalicen por actos contrarios a la dignidad del ser humano, que es imagen y semejanza de Dios.

Queridos policías nacionales y miembros de las fuerzas de seguridad del Estado, ¡sed servidores de la sociedad, sobre todo de los más débiles y más necesitados! El Señor os recompensará este hermoso servicio, que os dignifica y os aquilata como personas. Queremos daros las gracias por vuestra misión, vuestro trabajo, vuestra entrega y generosidad. ¡Cuidad a los demás como si fuerais ángeles custodios!

Pedimos a la Santísima Virgen que nos proteja con su amor maternal, y a imitación suya, que sepamos cuidar a los demás, siendo para ellos como ángeles custodios. Amén.

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