Los trastornos parejos al paso del tiempo han trastocado con frecuencia advocaciones y capillas en la Catedral. Uno de los ejemplos al respecto es el altar del testero derecho del espacio que da salida al patio de El Sagrario, justamente frontero al dedicado a san Nicolás de Bari.
En el mismo se venera actualmente un lienzo de la Virgen del Carmen pero, anteriormente a las reformas de la posguerra, estaba dedicado al Cristo de la Buena Muerte. Se trata de un lienzo del Crucificado que, una vez retirado, pasó a custodiarse en la sacristía.
La pintura había sido entronizada en su ubicación original por los canónigos José Valenzuela y José Peralta, al que se les unió el sacristán mayor, Francisco Moreno.
Ellos costearon la construcción del altar en 1820, del que resta el doselete de madera marmoleada donde dos robustos angelotes sostienen una cartela circular que muestra, además del anagrama JHS, los clavos de la crucifixión, lo que evidencia la iconografía de la imagen que llegó a cobijar, cuyo título está relacionado con la piedad de los jesuitas.
