Profesora de Economía Aplicada de la Universidad Loyola de Andalucía, participó en las II Jornadas Atrio de los Gentiles organizadas por Pastoral Universitaria de Málaga.
Sus trabajos de investigación se han centrado en el campo del desarrollo y la lucha contra la pobreza, y en el papel de las ONGD españolas en la cooperación al desarrollo. Un ámbito en el que los recortes han sido especialmente duros.
Sí, son malos tiempos para hablar de cooperación internacional en una situación tan grave como la crisis interna. Pero la del mundo empobrecido es una crisis permanente. No me gusta que se enfrente la pobreza de aquí con la pobreza exterior, porque todo el mundo necesita ayuda. Quizá a la hora de hablar de pobreza internacional y de los recortes que se han hecho en cooperación al desarrollo, que han sido bastantes, habría que cuestionar si no se podría haber recortado de otras partidas, porque recortar para los pobres no es lógico. También es cierto que se ha delegado demasiado en la administración para que sea ella la que canalice los recursos a través de los impuestos. Debemos ir hacia un nuevo modelo donde las organizaciones no gubernamentales dejen de confiar en las Administraciones Públicas para que sean los propios ciudadanos los que las sostengan porque, si no, no van a poder seguir llevando a cabo los proyectos y las actividades que estaban haciendo en países empobrecidos.
El Papa ha dicho que tirar comida es como robar el alimento a los pobres.
Los datos de España son un poco escalofriantes puesto que tiramos a la basura la mitad de los alimentos. La gente dice: «no, porque yo en mi casa no tiro nada». Y yo les digo: «no, tú en tu casa no tiras nada, pero tu modo de consumo hace que en el proceso se vaya tirando mucha comida. Si te fijas, todos los calabacines tienen el mismo tamaño, todas las naranjas siempre son perfectas. Eso es porque se han ido tirando en el proceso de producción todas las que no cumplen la norma». Porque nos han educado en un modelo de consumo donde todo tiene que entrar por la vista y eso genera derroche. También genera derroche el tema del etiquetado con la fecha de caducidad, que no es caducidad, sino que a lo mejor no está en las condiciones óptimas. También el que comamos en los restaurantes hace que, al final, se tire mucha comida. Cuando nos juzguen nuestras generaciones futuras lo harán con un «¿cómo pudisteis vivir con ese derroche?». Nos juzgarán por eso, porque lo sabemos y no queremos verlo. El Papa nos llama a abrir los ojos.
¿Y cómo cambiar esta corriente?
Para ser un consumidor responsable hay que educarse en que somos irresponsables. Muchos consideramos que no lo somos, hasta que empezamos a analizar las pautas de consumo y descubrimos que sí que lo somos, porque vemos normal ser un consumidor irresponsable.
¿Cómo ilumina el Evangelio esta situación de injusticia?
Jesús siempre estuvo con los pobres, denunció y fue muerto en la cruz por denunciar. Tenemos que hacer lo mismo y renunciar a muchas cosas que tenemos que nos han dicho que nos generarían felicidad cuando no es así. El consumo no genera felicidad, sino hacer el bien. A veces delegamos y pensamos que es otro quien tiene que arreglar el problema. Y yo creo que debemos pararnos y decirnos: «¿Quién es ese otro?». Ese otro eres tú. Jesús nos llama a todos y el Evangelio nos llama a cada uno por nuestro nombre y a cada uno con una responsabilidad.