Dedicación del templo de la parroquia de la Inmaculada Concepción (Arroyo de la Miel)

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Homilía pronunciada por el Obispo de Málaga, D. Jesús Catalá, en la dedicación del templo de la parroquia de la Inmaculada Concepción celebrada en Arroyo de la Miel, el 20 de octubre de 2012.

DEDICACIÓN DEL TEMPLO

DE LA PARROQUIA DE LA INMACULADA CONCEPCIÓN

(Arroyo de la Miel, 20 octubre 2012)

Lecturas: Re 8, 22-23.27-30; Sal 117, 15-16.19-23.27; 1 Pe 2, 4-9; Jn 2, 13-22.

1. Oración de Salomón

1.- Hoy, como se nos ha dicho en la monición de entrada, es un día grande para nosotros. Es grande además porque esta mañana hemos ordenado tres jóvenes como diáconos que esperamos que al final del curso pastoral poder ordenarlos de sacerdotes. En esta coincidencia, dedicamos este templo parroquial de la Inmaculada en el Arroyo de la Miel.

            Hemos escuchado en el primer libro de los Reyes una oración que ha hecho el Rey Salomón cuando construyó el famosísimo templo de Jerusalén, que iba a construir David, su padre, pero al final le correspondió al hijo realizarlo de una manera brillante, con materiales preciosos.

Salomón reconoce que Dios, el Todopoderoso, el Omnipotente, que no cabe en los cielos porque está presente en todo lugar, que no hay nadie como Él ni el cielo ni en la tierra, este Dios quiere habitar en un lugar concreto.

Pues este Dios, el Padre de Nuestro Señor Jesucristo, el mismo Jesús y el Espíritu, quieren habitar en ese templo en el que estamos hoy y en el que nos encontramos para dedicarlo.

2.- Se pregunta Salomón: «¿Es que verdaderamente habitará Dios con los hombres sobre la tierra? Si los cielos y los cielos de los cielos no pueden contenerte, ¡cuánto menos esta Casa que yo te he construido!» (1 Re 8, 27).

Pero Dios quiere estar presente entre los hombres. El Hijo de Dios se hizo hombre y esa fue la presencia más importante en toda la historia de la Humanidad. Ya no habrá otra presencia como esa. Él es el Pontífice entre Dios y los hombres, Él es el camino, la única vía de acceso a Dios. El hombre no puede llegar a Dios sino es el a través del único camino que es Jesucristo. No hay otro camino. Lo demás son apoyos, ayudas. Las demás religiones tienen “semillas verdaderas”, como dice el Concilio Vaticano II, pero es Cristo quien ha hablado en nombre del Padre. Es Cristo quien ha revelado el amor verdadero de Dios a los hombres. Es Cristo quien se ha hecho presente y hace presente a Dios entre los hombres.

Y termina Salomón con una petición. Después de las consideraciones sobre la grandeza de Dios y sobre la pequeñez del hombre dice: «Atiende a la plegaria de tu siervo y a su petición, Señor Dios mío, y escucha el clamor y la plegaria que tu siervo hace hoy en tu presencia. Que tus ojos estén abiertos día y noche sobre esta Casa, sobre este lugar del que dijiste: «En él estará mi Nombre»; escucha la oración que tu servidor te dirige en este lugar. Oye, pues, la plegaria de tu siervo y de tu pueblo Israel cuando oren en este lugar. Escucha tú desde el lugar de tu morada, desde el cielo, escucha y perdona.» (1 Re 8, 28-30).

            Y esta es la oración que le dirigimos a Dios por Jesucristo: “Querido Padre Dios, escucha nuestra oración; ten misericordia de nosotros pecadores. Escucha cuando te invocamos en este lugar sacro que hoy te dedicamos”.

Pero hay que saberle pedir a Dios, porque a veces pedimos de manera muy egoísta algo que tal vez Él no piensa concedernos. Y a continuación le rezamos el Padrenuestro diciendo: “hágase tú voluntad en la tierra como en el cielo”. Si le pedimos que se haga su voluntad, no le pidamos al mismo tiempo que se haga la nuestra; sobre todo, si no concuerda con la suya. Pero nos sale el egoísmo sin darnos cuenta.

3.- Dios no es aquel que resuelve nuestros problemas. Los problemas lo hemos de resolver nosotros. Dios es mucho más grande. Dios nos ofrece muchísimo más, infinitamente más de lo que nosotros le pedimos. Es como el niño pequeño que le pide a su madre un capricho, que a lo mejor su madre no se lo da porque le puede dañar, pero lo que le ofrece su mamá es mucho más, es su vida, es el alimento, es el cariño, es el amor, es la entrega total a su hijo. Pero el hijo eso no sabe apreciarlo.

Tenéis experiencia, queridos padres, de lo que os estoy diciendo. Aplicad eso a nuestra relación con Dios. Seguramente purificaríamos mucho mejor nuestra oración. Haríamos una oración mucho más en consonancia con el Padrenuestro y con la voluntad de Dios, no con nuestros caprichos.

Y después, no nos enfademos si el Señor no nos concede esos caprichos que pedimos. Así que, pidámosle a Dios todo, porque Él se interesa por nosotros; pero sin exigirle que haga lo que nosotros queremos, sino más bien poniéndonos en sus manos y diciéndole: “hágase lo que tú quieras”. Como hizo Jesús en el Huerto de los olivos ante la pasión: “No me gusta el cáliz que voy a beber, pero hágase lo que tú deseas” (cf. Mt 26, 42).

2. Ser piedras vivas en la construcción de la Iglesia

4.- El apóstol Pedro en su primera carta nos describe una construcción, concretamente en la construcción de la Iglesia. Cristo es la piedra angular; Cristo es el basamento, lo más importante: «Acercándoos a él, piedra viva, desechada por los hombres, pero elegida, preciosa ante Dios» (1 Pe 2, 4). «Pues está en la Escritura: He aquí que coloco en Sión una piedra angular, elegida, preciosa y el que crea en ella no será confundido» (1 Pe 2, 6).

Cristo es rechazado por los que no quieren saber nada de él; es una piedra que ciertos constructores la han rechazado. Pero para quien lo acepta en su vida es la piedra angular, es donde se asienta su vida (cf. 1 Pe 2, 7).

Recordad la parábola donde Jesús dice que tengamos cuidado dónde construimos la casa (cf. Mt 7, 24-27). Si construimos sobre tierra firme, aunque vengan lluvias y tormentas se mantiene en pie. Si la construimos en sitio de arena, sin sólido fundamente, el primer vendaval que venga la destruirá. Cuidado dónde construimos nosotros y cómo construimos nosotros.

            El fundamente es Jesús, Piedra viva. Y, ¿qué somos nosotros, según san Pedro? Somos piedras vivas, que entramos a formar parte de la construcción del único templo de Jesús: «También vosotros, cual piedras vivas, entrad en la construcción de un edificio espiritual, para un sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales, aceptos a Dios por mediación de Jesucristo» (1 Pe 2, 5). Somos sacerdocio real, una nación consagrada, un pueblo santo, somos piedras vivas (cf. 1 Pe 2, 9).

            Cada uno debe ocupar su lugar, porque si no lo ocupa nadie lo va a hacer por él. Cada uno de nosotros tenemos una misión que Dios nos ha dado: vivir la fe y dar testimonio donde Él nos ha puesto. Unos como padres, madres e hijos, unos como catequistas, otros como misioneros, otros como sacerdotes o diáconos o ministros. Cada uno tiene su tarea y todos estamos llamados a realizar esa tarea para que funcione la Iglesia.

5.- Este templo parroquial ya lo conocía, porque vine a confirmar aquí hace un par de años. Contemplemos su significado. Al inicio de la celebración hemos escuchado que lo central es el altar, que después consagraremos.

El templo tiene como seis franjas en sus paredes y techo. Análogamente se refieren a los sacramentos de la Iglesia. El bautismo, la confirmación y la penitencia conducen a la Eucaristía, que es el sacramento central y más importante de la Iglesia. Hay, pues, seis franjas que representan a los sacramentos que culminan en el altar, en la Eucaristía. Ésta debe ser centro de la vida cristiana. La Eucaristía es el centro y el culmen hacia donde confluye la vida cristiana. Y los sacramentos de misión: el matrimonio y el orden sacerdotal toman su fuerza en la Eucaristía para misionar, para evangelizar, para ser testigos de nuestra fe.

6.- Deseo que al entrar en este templo os sintáis, no sólo miembros piedras vivas del templo de Cristo, sino también misioneros. Estamos celebrando el DOMUND, la Jornada Mundial de las Misiones. Cada piedra viva tiene su misión.

En estos días se está celebrando la Asamblea plenaria del Sínodo de los Obispos. Hemos iniciado el Año de la fe y conmemoramos el Cincuenta Aniversario del Concilio Vaticano II y el Vigésimo Aniversario de la publicación del Catecismo de la Iglesia Católica. En este ámbito de la nueva evangelización somos requeridos todos como agentes y misioneros de la fe, como dice el lema de este Domingo del DOMUND.

Hay dos grandes acciones: hay que dar a conocer la Buena Nueva a quienes aún no la conocen; esto sería la “missio ad gentes”, la misión hacia fuera, ad extra. Pero también hay que hablar de Cristo a los cristianos, que tal vez abandonaron y descuidaron la fe y dejaron de practicarla.

            Supongo que en el Arroyo de la Miel abundan más esos segundos que los primeros. En todos los sitios hay de todo. Pero nos toca a los cristianos de hoy hacer una nueva evangelización. Hablar de nuevo esa noticia buena que es Jesucristo. Presentad a nuestros contemporáneos quién es Jesús: la piedra viva que forma el edificio espiritual. El altar donde se ofrece en sacrificio. Rememoraremos el sacrificio de la cruz; no será un simple recuerdo; será una real y verdadera actualización. Aquí, en el altar hoy, Cristo volverá a entregarse a Dios Padre y volveremos a actualizar su resurrección. Este es el gran Misterio que celebramos.

3. El Templo de Dios y los templos del Espíritu Santo

7.- Jesús entra en el templo. El templo ha sido ocupado por los campistas y comerciantes que venden sus mercancías. Y Jesús expulsa a estos vendedores porque han convertido la casa de Dios más bien en un mercado, en una cueva.

Ojalá nosotros sepamos cuidar bien nuestros templos, concretamente éste. Ojalá sepamos utilizarlo como lugar sagrado donde la salvación nos llega a través de la celebración sacramental, de la liturgia, de la oración, del encuentro con la comunidad.

Cristo es el nuevo templo, dijo: «Destruid este Santuario y en tres días lo levantaré» (Jn 2, 19). El templo de Cristo fue destruido, lo crucificaron, lo clavaron en la cruz y murió en la cruz. Pero al tercer día resucitó. Y esa es nuestra esperanza. Y esa es la esperanza que hemos de anunciar a los hombres de nuestro tiempo.

¿No es cierto que todos buscamos la felicidad? A ver, ¿quién no busca la felicidad? Lo que pasa es que algunos pueden estar buscándola equivocadamente, dónde no está, y otros la encuentran donde sí esta.

No se puede encontrar la felicidad fuera de Cristo, fuera del amor de Dios; en el egoísmo, en las tinieblas frías de la distancia, del odio. Ahí no está la felicidad.

¿Dónde sí está? Unidos a Cristo, viviendo el amor de hermanos, quedando iluminados por la luz de Jesucristo, quedando fortalecidos con la fuerza y el don del Espíritu Santo. Ahí sí que está la felicidad.

¿Por qué tantos contemporáneos nuestros no acaban de aceptar a Jesucristo? Tal vez piensan que es una carga; que tienen que cumplir unos mandamientos como si fueran losas. Los mandamientos, en cambio, son caminos de felicidad para uno mismo y para los demás. Y cuando no es así, somos un infierno para uno mismo y para los demás. Así lo dijo el filósofo ateo Sartre: “el infierno son los otros”.

            Una relación de fraternidad da felicidad y hace crecer. Una relación de manipulación del otro, una relación de abuso del otro, una relación de interés no da felicidad, produce distancia y enfriamiento.

8.- Deseo felicitar a toda la comunidad parroquial, porque la reforma hecha en el presbiterio ha ganado muchísimo. Ya sé que todos no están de acuerdo con todo. Cuando las cosas se hacen por bien y van a mejor nos hemos de felicitar. Esta tarde quiero felicitaros.

En este momento el altar y el presbiterio están en mejores condiciones para la celebración de la Eucaristía y los misterios de la liturgia, mejor que antes. Ya nos han explicado el sentido. Nos han explicado también el retablo, no hace falta que me detenga en ello.

Quiero felicitar a toda la comunidad cristiana de la Inmaculada Concepción de Arroyo de la Miel por esta reforma y por esta ocasión de poder dedicar hoy, consagrando este templo y este altar.

Pedimos a la Virgen Inmaculada, templo purísimo de Cristo, Sagrario y Arca de la Nueva alianza, que nos ayude a ser nosotros también templos del Espíritu Santo; templos limpios, iluminados, puros; a pesar de nuestro pecado porque Cristo nos lo perdona.

Que la Virgen Inmaculada nos ayude a celebrar siempre con alegría nuestra fe y a ser misioneros de esa misma, regalo del Señor. Amén.

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